Esta semana hemos decorado las oficinas de La Inercia con bolas brillantes y guirnaldas varias, cantado villancicos, enviado postales cursilonas a nuestros seres queridos y aprendido el verdadero significado de la Navidad. Hoy, 23 de diciembre del nuevo calendario mariano (ese que no tiene puentes), estamos listos para desearles unas preciosas y felices fiestas. A casi todos ustedes.

La elección de V the Wanderer

WOODKID – IRON

Supongo que Yoann Lemoine se hartó del negocio de la guerra. Que aborreció ser el mercenario audiovisual de Taylor Swift o Katy Perry. Que quiso poner sus armas al servicio del Bien. No sé si será ésta la historia, pero así la prefiero: un héroe, un guerrero, un cínico reconvertido a la causa del idealismo, luchando por el buen sonido. Lo más probable es que no, que sencillamente viera que eso de la música no era tan difícil y reclamase su parte de bosque. Pero no me estropeen la historia.

Este ‘Iron’ suena a himno de batalla y Woodkid es un magnífico nombre de guerra. Déjense encender por esa percusión y esos metales incansables, en constante riesgo de extenuación, por esa letra del que reconoce que nació para luchar, del que a hierro mata y a hierro sabe que morirá. Decía Nietzsche que todo hombre es un campo de batalla y yo no me canso de repetir esa cita. Seguiremos luchando porque no hay nada más allá de la metafórica guerra; cuando nos fallen las fuerzas y todo parezca perdido, tendremos este acero para ayudarnos a embestir por última vez.

La elección de Raúl

TOREROS MUERTOS – POLLITO

Bautizaron su primer álbum con el título ‘30 años de éxitos’. Luego le hicieron una canción a la prueba de sonido. El grandísimo Pablo Carbonell, líder y vocalista, empezaba ‘un, dos, tres, probando’, y así hasta sacarse de la chistera un temita que, claro, fue habitual en los directos. Hablamos, por lo tanto, de unos pioneros del pop chorras pero con gracia, de las letras tontorronas pero con un punto críptico y absurdo, entre el infantilismo y el payasismo, donde marcaba mucho el histrionismo de Carbonell, luego presentador, dibujante, reportero (el mejor en la mejor etapa de CQC), actor o director, correligionario del Wyoming músico, el Maestro Reverendo, Javier Ruibal o Pepín Tre, cantautores residuales y outsiders, de esos veteranos desconocidos que conocen como la palma de su mano los escenarios de los antros más antros de Madrid. Fueron, y algunos siguen siendo, banderas de la contracultura y la irreverencia light.

El etilismo banal de la popular ‘Mi agüita amarilla’ fue sólo la anécdota. Escuché de púber (lo pillé de la biblioteca, recuerdo) y recupero ahora el disco ‘Mundo caracol’, extraño y poco accesible: letras imposibles y filosofía desconcertante salpicada de humor marciano. En ‘Pollito’ Toreros Muertos se ponen narrativos y se inventan la biografía de un personaje anónimo que acaba dando el salto a la fama, saliendo en portadas y hasta saludando al Papa. Al tal Pollito, el centro del mundo, le acaba pasando de todo, incluso cosas de antihéroe o de pesada normalidad. No sé, pero todo tiene un indefinible aire de rareza y ternura, además de la certeza de que Toreros Muertos, pese a algunas letras basadas en sueños y a canciones muy poco convencionales, nunca hablaron demasiado en serio.

 

 

La elección de Withor

KC AND THE SUNSHINE BAND – PLEASE DON’T GO

Debe ser que me ha entrado la tontería al leer las aventuras y desventuras de Maese Cosano con sus patillas, que una vez leído el post, puesta la chaqueta, la braga que ahora hace frío y desodorante que estoy tigretón, he ido a la peluquería. Mala tarde para ir en la vispera de Nochebuena: las señoronas se acicalan como si fuera su última vez -en algún caso, es probable que así sea- y los litros de laca flotan en el ambiente creando una atmósfera peculiar.

Y allí estoy yo, rodeado de viejas chochonas, cara de amargado supongo, y con los cuarenta principales a medio trapo, cuando de repente suena le mítica melodía del ‘Please don’t go’. Me propongo un juego de do it yourself, intentar adivinar el nombre del grupo. Y señores, desisto pronto, muy pronto, cuando me doy cuenta que en la vida lo acertaré. Curioso eso de que una canción archiconocida, de esas que hasta a mi madre le gustarían, no tengan un rostro ni un nombre. One hit wonder, llaman al monstruo.

Los amigos se llaman KC and The Sunshine Band, y veo que han tenido una carrera larga, sacando discos, ganando sus dolarillos para tener una casa, mujer e hijos y unas perrillas para los caprichos, que todos los tenemos. Me alegro por ellos. Es Navidad, y la bondad quieras o no, ya infecta nuestros corazones.