«Qué difícil es ser humilde cuando se es tan grande». Aquí estamos, esperando que las tablas del escenario de Cambrils aguanten el entrañable ego de este charnego, aventurando bailes, caras y poses de este ‘rara avis’ del rock: el intérprete. El personaje, que aglutina 30 años de música en sus hercúleas espaldas, es historia viva de la Historia. Así que puede hablar de la rock’n’roll actitud, de punk, de Barcelona ciudad, de bandas callejeras, de cócteles, de discos de poesía, de los manágers indeseables, de los excesos y de su reconversión, siempre eléctrica, hacia la canción de autor. Muchos Loquillos caben en Loquillo. Pues aquí van tres, antes de que esta noche saldemos una cuenta pendiente y le veamos en concierto por primera vez.

La elección de V the Wanderer

LA MATARÉ

Desde la portada de Balmoral, con un picado que realza su tupé, el Loco me mira y dice, desafiante: «recomienda ‘Hermanos de sangre’, venga». La épica del barcelonés crece aquí hasta casi lo autoparódico, construye una torre de sonido casi tan grande como su cantante. Sería una manera de reconocer su magnífica reconversión, su síntesis, su titánica efigie.

Desde un coche y un croma horteras, con Fito de copiloto, el ex-Teddy Loquillo me anima a recomendar ‘Luché contra la ley’. Versionaza de unos cimientos de Sonny Curtis (sobre los que también construyeron, por ejemplo, The Clash o Green Day) que demuestra que José María Sanz sabe de dónde viene. Además, colaboración con sus colegas, eso que le gusta tanto.

Desde esta recomendación cualquiera y casi con miedo, yo respondo: «Loco, déjate de ostias, lo tuyo y lo mío es berrear ‘La mataré’ a coro, palmear cuando toca y encadenarnos a ese riff de guitarra tan resultón». Porque este tema tiene épica, tiene literatura, tiene raíces y tiene, ante todo, mucho rock. Loquillo integral.

Se la prohibió a sí mismo para no meterse en jardines de violencia doméstica, pero si Amaral puede cantar «a veces te mataría» y Almodóvar puede recibir premios de manos de feministas, el Sagrado Tupé pensó que se entendería este himno al despecho y a la negación-ira-depresión como eso y no como una defensa de lo carvernícola.

Ritmazo, base sigilosamente flamenca, furia, coreos que me recuerdan al desfase del ‘Bro Hymn Tribute’ de Pennywise y guitarras que suenan a las intro tontona de ‘Buffy Cazavampiros’. Y mucha, mucha presencia. Venga.

La elección de Raúl

FEO, FUERTE Y FORMAL

Le quedó tan DNI, tan fotomatón, tan guerrillera declaración de principios, que ahora es común referirse a José María Sanz con esos tres adjetivos calificativos y este rock robusto, que pespunta al personaje Loquillo con sus ideas, aquí pasadas por el filtro de la ironía y hasta el humor.

Esta canción, un tributo a la apariencia pero a la vez a la convicción, supone decir: señores, aquí estos dos metros de catalán y el medio kilómetro de insultante tupé son un animal del rock pero también (en el fondo) un sentimental; o a ti, chaval, te voy a meter una paliza por deporte pero a ti otro, colega, te defenderé hasta donde haga falta porque soy persona de bien; como cuando Juan Perro canta en ‘El cigarrito’: “Yo soy hombre: fumo, bebo y bailo en los Carnavales”.

Dignidad, principios, finales y palabras de honor. Nada de medias tintas, ni quizás, ni a lo mejor, ni sólo la puntita. Guitarras pétreas, los Trogloditas maduros sonando engrasados y potentes, rock efervescente, certezas como puños, coros femeninos y la, la las.

Me imagino al Loco, embutido en chupa de cuero, y a su secuaces pateándose en plenos años 80 el Raval, Horta y Sants, sin nada mejor que hacer que buscarse problemas. Como un rocker, en la Barcelona charnega de Paco Candel, provocando el vacilón desencuentro con un punkie, un moderno de la new age o un heavy. ¿Que no estás de acuerdo? Sal fuera del garito y hablamos. ¡Para qué discutir si puedes pelear!

La elección de Withor

CUANDO FUIMOS LOS MEJORES

‘Cuando fuimos los mejores’ siempre ha sido mi canción favorita del Loco tiratriples. Porque la nostalgia vende, sobretodo cuando es ajena, y el discurso del perdedor o, mejor dicho, de aquel que se reconoce perdedor a la batalla que plantea el tiempo, siempre es atractivo.

Hubo un momento en el que Loquillo y los Trogloditas fueron los mejores. Los bares se cerraban cuando ellas querían y las camareras sólo les sonreían a ellos. Eran los amos del mundo, los reyes del rock and roll. Pero ese tiempo ya pasó. Hubo un momento en el cual, todo aquello se acabó. Aparecieron otros, y se les arrebató el trono. El rock and roll ya no vendía. Los bares cerraban a la hora y las camareras les atendían con indiferencia. Ya no eran los mejores.

Ejercicio de nostalgia autobiográfico elevado a la máxima potencia, ‘Cuando fuimos los mejores’ es un panegírico sobre el paso del tiempo, sobre todo aquello que tuvimos y que jamás volveremos a tener. Sobre cuando éramos jóvenes y las camareras nos sonreían. En definitiva, sobre los buenos tiempos. Cuando eran los mejores. Pero…

‘Cuando fuimos los mejores’ también es una desmitificación de la nostalgia (‘cuando fuimos los mejores dejamos de ser nosotros’), una oda al carpe diem, una forma de reconocer que por el hecho de ser mejor, no tienes porque ser más feliz. Porque las camareras son arrogantes. Porque puedes desperdiciar tu vida. Por eso, si esta canción tiene una moraleja (cosa que no sé) creo que esta sería: vive la vida al máximo, sea el momento que sea, estés donde estés, porque vida sólo hay una.

Bendita ambivalencia. Bendita canción.

Larga vida al Loco!!!