Parece ser que va a llover. El verano declina con un calor pegajoso, vengándose cerdo antes de que llegue eso que llaman normalidad. Buena época para cambiar de tercio, empezar una nueva vida, romper con todo, dejar de ir al gimnasio o empezar a fumar. Pero hay algo que nunca cambia: la calidad intrínseca de estas tres recomendaciones, que siempre están ahí, pétreas, como un buque rompehielos que nada detiene. Ni nos proponemos nuevos objetivos, ni queremos ser mejores personas ni aspiramos a nada más que no sea evangelizar. No faltamos a la cita. Y ya es mucho.

La elección de Raúl

FRANCISCO NIXON – REACTOR Nº 4

Pongamos que hablo de Chernobyl en una tarde los años 80 y que los átomos de uranio se están desmelenando, dispuestos a reventar hormigón y uralita. Alerta máxima, nivel 7, soviéticos huyendo, catástrofe radioactiva en ciernes y una conexión telefónica del operario con su chica, que está en casa. Mientras al desgraciado operador de planta ucraniano le pesa la lengua y el viento contaminado le arropa mortalmente, se va despidiendo. Hoy no iré a cenar, cariño, que se nos ha girado trabajo. Tampoco me esperes mañana, mi vida. Mejor dicho: no me esperes nunca.

Esta canción, pop acústicamente luminoso de escuela Tachenko y La Costa Brava, es como una confesión ya cerca del fin, o acaso una caja negra del sentimiento, encontrada después de que los rayos gamma del reactor número cuatro hayan carbonizado por dentro el organismo del obrero enamorado. La despedida rezuma paz interior, sin dramatismos lloricas y con infinita ternura. “Vuelve con tu madre, sal los jueves, baila con los chicos y nunca pienses en mí”, aconseja la letra entrañable. Rehaz tu vida, cielo, que a mí este aire invisiblemente envenenado me quema todo el cuerpo y las venideras generaciones de cáncer en Europa del Este van a durar más que nuestro amor.

Ya nadie confía en la energía nuclear.

La elección de V the Wanderer

JERRY GOLDSMITH – IT’S A LONG ROAD

Un ex-soldado torturado, solitario, incapaz de adaptarse a la vida civil, vaga junto a una carretera húmeda. La niebla se arremolina junto a las montañas cubiertas de nieve. Es un camino triste, marcado de melancolía indiferente ante la belleza que lo rodea. Poca gente lo recordará ya, pero John Rambo no nació como desenfrenado héroe de acción: ‘First Blood’ (o ‘Acorralado’) es un silencioso y herido thriller de escasa violencia y profunda amargura, de infiltración y sigilo en busca de una paz inalcanzable.

Jerry Goldsmith capturó la indefensión que el ex-soldado John sentía ante la tranquila y juiciosa sociedad. Su score, una narrativa paralela casi más importante que la visual, tiene como pieza central un sencillo y poético tema, tejido con guitarra, trompeta y una conmovedora sección de cuerdas. ‘It’s a long road’, corazón musical del film, combina con acierto esta melodía (‘Home Coming‘) con otro tema más heroico y épico.

Luego llegarían las secuelas, Vietnam, Afganistán, los tiros a destajo, las explosiones, los torsos descubiertos en pleno desierto… Pero aquel Rambo ya no era éste, y Goldsmith lo sabía. Abandonó la melancolía y parió icónicas y carismáticas sinfonías de heroicidad simplicísima: buena música, pero con poco que contar. La historia, no obstante, tiene final feliz. Stallone, en un inesperado revival, se regaló una ‘John Rambo’ violenta, hipercinética, sí, pero también realista y trágica. En ella, Bryan Tyler devolvió la suite del maestro Goldsmith a toda su gloria y la acompañó de otros pasajes igualmente humanos. Un largo camino para un tema principal que acompañó y enriqueció a un personaje como pocos lo han hecho.

La elección del millón de monos

LOS CAMPESINOS! – DEATH TO LOS CAMPESINOS!

El millón de monos va a hablar. No todos a la vez, ni de uno en uno, se entiende; se pone a la máquina de escribir un portavoz (el más diestro en esto de reunir letras al azar) y les recomienda una canción a modo de despedida.

No nos han tratado mal en este antro. Han cumplido su palabra y nos han dado plátanos (no sabemos si un millón, las matemáticas se nos escapan). También intentaron explicarnos cuatro nociones básicas de mecánica cuántica, sin éxito. Una buena experiencia, en definitiva, así que nos vamos con alegría. Sentimos haber restregado heces por las paredes.

Les dejamos con este ‘Death to Los Campesinos!’, histérico, alegre, moderadamente memorable, obra del enésimo grupo indie que siempre viene bien citar para sumar puntos de respeto. (Les dejamos otros, por si los necesitan: ‘Architecture in Helsinki’, ‘The Pains of Being Pure At Heart’, ‘Passion Pit’. Ojo, caducan en un mes.) Hasta las próximas vacaciones; nos vamos a escribir una nueva entrega de ‘Crepúsculo’.