Ustedes lo han pedido, y nosotros, como artistazas folklóricas entregadas a su público, nos plantamos con el pecho en alto y todo el empaque que nos dan estas treinta y cinco ediciones de la sección que cambiará el mundo. Sí, ahí tienen otro Lo puto peor. La ley del ochenta por ciento (a saber, el ochenta por ciento de todo es mierda, sea cine, tele, música, juegos o cómic) nos deja un terreno inmenso donde elegir. Hacer un mal tema es fácil, lo complicado es coger la grandeza y convertirla en un cubo humeante de vómito. Ahí van las peores versiones que hemos sufrido.

La elección de V the Wanderer

AZÚCAR MORENO – PAINT IT BLACK

De los Stones a Badajoz, de Jagger a las Salazar, sin siquiera seis grados de separación. Cojan a Los Salvajes, una de esas bandas importadoras de rock sajón que tanto se prodigaron en nuestros sesentas, y ya tienen medio trabajo hecho. Ellos tradujeron la letra, sin demasiado cambio en lo musical (salvo, quizá, sustituir el sitar por una guitarra de aires surferos). Ya tenemos ‘Todo negro‘.

Décadas más tarde, y no se sabe a santo de qué, las flamenquísimas hermanas le meten mano a la versión, titulándola, eso sí, ‘Paint It Black’. Guitarra española y palmeos, para que no falte el toque patrio, se pelean con un sintetizador de autoparódica épica. La base es pura psicodelia electro, ¿serán los arreglos de Jean-Michel Jarre? Las Salazar cantan tan fuera de tono que el teclado tiene que salir en su ayuda con una línea de melodía que es puro midi. Hacia el final, la cosa toma aires de marcha militar, en un desmelene escatológico que ni Muse.

Luego vendrían M-Clan a recuperar el tema, pero era tarde. ‘Paint It Black’, una de las canciones más versionadas de la historia, llegó a dar lugar a dos versiones de una versión: era lógico que al final se tocara fondo.

De museo de los horrores.

(Otro día les hablaré de aquella vez en que las ‘Brown Sugar’ (hey, otra de los Stones) le metieron mano al ‘Don’t Let Me Be Misunderstood‘.)

La elección de Raúl

SIEMPRE ASí – A MI MANERA

La verdad mejor de golpe, aunque duela: Frank Sinatra por sevillanas. Ahora láncenme las piedras. ¿Sobran algunas? Pues apunten hacia allí, lapidemos a esos cuatro matrimonios que llenan el escenario con ínfulas de Parodia Nacional. Qué fácil es tirar un puente entre el Guadalquivir y Nevada, entre el Sánchez Pizjuán y Las Vegas. Aunque, seamos justos, ver una juerguista partida de póker del ‘Rat Pack’ en la Feria de Abril tendría su cosa. Y el viejo Frankie, decadente y elegante colocándose de Tío Pepe y dando buena cuenta de Ava Gardner.

Es lo que tienen las canciones universales. Los himnos. Que cualquiera tiene licencia para coger ‘My way’ y hacerla a su manera, triturando el clásico reivindicativo de libertad de Sinatra, pasándose por la isla de La Cartuja el toque de crooner y entregando el resultado a la Virgen del Rocío para goce de los vestidos con topos y volantes que cubren, como se sabe, algunas sillas de rueda.

Un arranque a lo ‘probe Migué’, unas guitarras con la técnica ventilador, unas palmas y unos coros numerosos de amas de casa (señoras que) dan cuerpo a ese género interminable, tedioso y predecible que es la sevillana. Escuela Mocedades, folclore andaluz, carne de Teletaxi. Si ‘la voz’ levantara la cabeza, pasaría de este engendro, se pondría la versión de Los Piratas y seguiría bebiendo.

Lo siento, Frank.

La elección de Withor

GIPSY KINGS – HOTEL CALIFORNIA

Mi cabeza piensa en El Príncipe Gitano cantando ‘In the ghetto’ y mi corazón llora por dejar fuera de esta terma de triunfadores a quienes más méritos hicieron por estar aquí, Los Sobraos (Zombie, Wonderwall, demasiado míticas para ni siquiera mencionarlas). Pero el alma, que es la que siempre acaba mandnado, me dicta que escriba unas líneas de ese grupillo de gitanos que ignoro si Sarkozy ya ha echado del país aunque tenga motivos: los Gipsy Kings.

Gitanos de raza, en su cabeza no cabe otro concepto musical que no sea el flamenco. Y aquí lo llevan hasta sus máximas consecuencias. La introducción intenta copiar a la original de las águilas, y mantiene el tipo, aunque es la primera entrada de las palmas (instrumento a reivindicar) la que hace estallar el orgasmo. ‘Por el camino del desierto el viento me despeina’ canta el gitano, y para ese entonces ya estamos inmiscuidos en este batiburrillo de guitarras monótonas, palmas, extraña atmósfera y voz trabajada a lo largo de los años para conseguir esa textura que dicen que hay que tener, pero no muchos tenemos.

Música aparte, quizá lo que más destaca de la canción es su letra. Si alguien logra entenderla, por favor, que nos escriba. Sintácticamente erróena, formalmente indescriptible, nos cuenta una historia que nunca he acabado de entender, párrafos impagables (‘Alli estaba a la entrada, Y las campanas a sonar, Y me di con llamarme mismo, Que es puerta del cielo’) y, como podemos comprobar en este ejemplo, frases traducidas literalmente del inglés palabra por palabra que pierden todo su significado en español. Creo que claro estar, no?

Hotel California es un temazo, y esta versión, a su manera, también lo es. Quizás uno es incapaz de descojonarse cuando la escucha, incapaz de captar su significado y quizás pierda la épica y elegancia de su querida canción-mamá. Pero… a ver quien es el guapo que compone algo mejor para presentar al nunca suficientemente venerado Jesús Montoya. Ahí queda eso.