Al millón de monos se les ha acabado el contrato de becarios y ya están de patitas en la calle. Aunque hubo reyerta, el motín no fue a más. Esta gran pirámide comunicacional no se detiene y entre verbenas, un agosto lluvioso y rutinas que volverán inexorables como regresarán en breve los coleccionables, les vamos a rescatar de las fauces de la fiesta mayor. Va para usted, caballero canoso, que se acoda en la barra con un gintonic, para el niño embaucado en la vorágine bailonga de la cucaracha y para las ‘señoras que’ levantan las manos al son de ‘follow the leader’. La verdad no habita en el hall-camerino-lavabo-backstage-narcosala de un ayuntamiento de pueblo al lado de unas tablas donde actúa la Orquesta Maravillas. Se la llevó, se la llevó. No pares, sigue, sigue. La verdad, tres en uno, vuelve a estar aquí.

La elección de Raúl

BLUR – THE UNIVERSAL

Una mañana de fin de siglo Damon Albarn, antes de enfundarse su chándal, se despertó galáctico, transcendental, metafísico y con una hermosa sección de cuerdas latiéndole en la cabeza. Casi podía sentirse uno con el universo. Era la fórmula ideal de convencer a la banda para rescatar un tema que antes, en las sesiones de Parklife, no había pasado de ser un experimento ska poco convincente.

Una canción volátil en el apogeo de Blur, que habla de un mañana plácido y un futuro optimista con todo a mano, donde ya es imposible prosperar más, se balancea a ritmo de vals, con unos arreglos complejos armados con vientos y violines, hasta crecer, crecer y crecer en un pasaje instrumental cercano a la orquesta, que no todo van a ser guitarras y Song 2. Belleza, delicadeza y rock de orfebrería, en esencia.

Este tema de portentoso desarrollo me transmite ensoñación, un poco de paz olímpica y otra pizca de hermosura astronómica; también el videoclip, un homenaje a La Naranja Mecánica, con algunos planos calcados del inicio de la película. Además, ese “It really really really could happen”, sin atisbos de ultraviolencia, parece gravitar lánguido en el espacio exterior, desplazándose en el vacío, dejándose llevar por las fuerzas de la física, sin posibilidad de intervención, en una suerte de celebración esperanzadora por el nuevo (el próximo) siglo que se anuncia desde la primera frase. Sí, ese nuevo siglo en el que Albarn, todavía enfundado en su chándal de yonqui de extrarradio, juguetearía con la electrónica y hasta se dispersaría, el muy inquieto, en proyectos de música étnica.

La elección de Withor

THE NEW RAEMON – TÚ, GARFUNKEL

¿Cuál es la cima en en la evolución del folk? ¿La figura del cantautor llegará, algún día, a ser totalmente diferente a lo que conocemos hoy en día?

Son respuestas de difícil solución, y más para una persona como yo, un poco harta de la figura del cantautor, ávida de aplausos no siempre merecidos y mitificación no pocas veces exagerada.

Por eso, me gusta escuchar a figuras como este ‘The New Raemon,’ que no sé ni de donde viene ni de donde es, ni de donde sale ni el motivo por el cual lo conozco. Raemon tiene buena voz, toca la guitarra y escribe buenas letras. Es decir, como el 100% de los cantautores. Sin embargo, no sé porque, tiene un toque especial que estoy empezando a adorar, especialmente en esta ‘Tú, Garfunkel’. Duro a veces (‘por querer ya ni te quiero’), con toques de genialidad (‘tu me hablas de colchones, yo te agobio con canciones’) pero no por ello consecuente con lo que representa su figura (‘todos los clichés de una ruptura’).

Raemon, además, se guarda lo mejor para el final. ‘Yo soy Simon, tú Garfunkel’ repetido cinco veces con cambio de ritmo equivale a temazo, al menos dentro de mis parámetros. Quien les iba a decir a los buenos de Simon and Garfunkel que sus continuas disputas iban a acabar inspirando una canción de (des)amor. Son esas pinceladas de genialidad las que hacen que aún no haya cerrado la puerta completamente a una posible reconciliación con los cantautores como Raemon.

La elección de V the Wanderer

MARILYN MANSON – IF I WAS YOUR VAMPIRE

Marilyn Manson, ese chiste. Príncipe de las Tinieblas de un pasaje del terror cualquiera, voz de góticos púberes, andrógina figura de satanismo carnavalero. Un tío de vergüenza ajena, pero bueno, ahí lo tienen: el que nunca fuera niño de ‘Aquellos maravillosos años’ ha conocido bíblicamente a Ditta Von Teese y Stoya, y hasta se ha cascado algún temazo como este.

Mueve este corte un corazón agónico de latido tangible, sostenido en unas armonías durísimas que crecen y decrecen en muy medida taquicardia. La instrumentación es precisa y clínica, exacta. El bajo es poderoso y protagonista, la batería puntúa de miedo y las guitarras son pura sangría de ruido. Los ecos tuercen y retuercen el carácter, pero el tema nunca se sale de sus objetivos. Hasta la voz de Manson, con esa pose gastada y reverberada, llega a funcionar.

Culpen a Tim Sköld, multi-instrumentalista que levanta gran parte de los trabajos del aspirante a Rey de Halloween, como la regurgitación metálica de ‘Personal Jesus’ o la banda sonora del film ‘Resident Evil’ (sombría y eficaz cuando se deleita en atmósferas, algo más descarrilada cuando se mete al trapo). Posiblemente sea él el culpable de tan cuidada producción, de tan buena muestra del potencial del trabajo en estudio. Aquí está tan grande que la versión instrumental se apetece más de lo esperado; así, de paso, se ahorran la tontería de la letra.