Correo recibido el 25 de agosto de 2006, de Iñaki Urdangarin para Cristina de Borbón y Grecia. Asunto: FW: Tres chistes buenísimos, compártelos, jaajajjaja. Cuerpo: Ey, Infanta, ¿en qué se parecen el Príncipe Felipe y el Real Madrid? ¡En que los dos se follan «alaleti»! ¿Cuál es la última botella que abre una mujer en una fiesta? ¡La del Fairy! ¿Sabes por qué los osos blancos se disuelven en agua? ¡Porque son polares! El último no lo entiendo. Bueno, ahí te dejo tres canciones buenas. En el próximo te cuento en qué se parece el rey a un escroto.

La elección de V the Wanderer

BRENDA LEE – THE END OF THE WORLD

Pues se ve que últimamente tengo el cuerpo apocalíptico. Me habrá entrado esa cosa japonesa del ‘mono no aware’, una empatía hacia todo que le viene a uno porque reconoce que nos acabamos. Me sorprende que la impermanencia de las cosas no abra portadas y ocupe destacados; descubro que todo lo que me rodea ha terminado, está terminando o empezará a terminarse en algún momento. En ese estado, hasta un atasco de tráfico me parece de un escatológico bellísimo.

Pienso en esas historias ubicadas en tiempo de descuento que tanto me gustan o en aquello de sentirse alma vieja y veo ahí, clarísima, una línea temática. Tampoco me voy a preocupar: el que esté libre de filias, etcétera. Lo mío es el ‘wabi-sabi’, que es mejor que andar por ahí delinquiendo.

El mundo se acaba un poco cada día y es un espectáculo conmovedor; yo me asomo al palco para contemplarlo mientras me calzo temas que recurran al asunto aunque sea en su título, como ‘The end of the world’ de Brenda Lee. Que en realidad es una pavisosa tonada pop de ídolo adolescente sobre ese «ay, sin ti la vida no tiene sentido» tan peligroso, pero suena a fin del mundo calmado y emotivo. A un fin de los tiempos tranquilo, romántico, en larguísimo fade out. Telita de conmovedor.

La elección de Withor  

LATIN PLAYBOYS – MANIFOLD DE AMOUR

De un grupo llamado Latin Playboys se pueden esperar muchas cosas: que suenen a todo trapo en los 40 y en las radios ibicencas, que sus componentes sean más guapos que artistas y no toquen los instrumentos, que su música sea machacona, que hayan ganado muchos Grammys Latinos, que muchas de sus fans no superen la mayoría de edad, que todos los singles tengan su propia coreografía, que se disuelvan y la carrera en solitario de sus miembros sea un fracaso por lo que vuelven a juntarse, que algún día aparezcan en Lo Puto Peor…

Lo que nadie podía esperar de un grupo llamado Latin Playboys es que su música sea una extraña mezcla de blues y trip-hop, que algunas de sus composiciones sean prácticamente instrumentales, que tengan una canción de 38 segundos en la que el ruido y el silencio se alternan de manera continua, que formen parte de la banda sonora de Los Sopranos, que un crítico dijera de ellos que mezclan “tretas experimentales de estudio con texturas de sonido cinemáticas”, que luego se acabasen convirtiendo en una banda prestigiosa como Los Lobos…

En realidad, lo que es incomprensible es que un grupo así, de buenas a primeras, decidiese ponerse como nombre artístico Latin Playboys. ¿Cuántos habremos tardado más tiempo del necesario en descubrirlos porque no pillamos la broma?

 

La elección de Raúl

MICHAEL BUBLÉ – HAVEN’T MET YOU YET

Hay días un poco uno de enero en los que te levantas algo sucio, cansado, resfriado, perrunamente doméstico, sin afeitar y con el alma perezosa. El sueño aún te gobierna, la dejadez te bloquea. Es lo que la reputadísima Escuela de Psicología de Bucarest denominó en su día «la perra vida», en palabras muy textuales. La mañana se pone presta para el holgar y el día propicio para la reclusión, tanto que mucho se tiene que torcer la jornada para que no acabe en masturbación. Guiño guiño: hablo de algo tan familiar como tocarse las gónadas a dos manos mínimo, y eso es ritual bien respetable, quizás lo más solemne que vayamos a hacer en toda la semana.

Nadie lo ha dicho aún, pero en la vida en pijama quizás se encuentren algún día los brotes verdes de la crisis. Propongo no despojarse de él para escuchar esta canción, aunque oírla sea lo más parecido a meterse en la ducha y enfundarse luego en un traje con un ímpetu casi obsceno. Va a ser difícil resistirse al huracán de crooner pop de Michael Bublé, sobre todo si cae en manos de autoayudistas o de mentes que nos emplazan a comernos el mundo, a levantarnos eufóricos y mirarnos al espejo.

Planteo esta tercera vía llena de paradoja: dejar que suenen vientos, que puje la orquesta hasta muy arriba y nosotros seguir ahí perreando con ademanes resacosos, habiendo cambiado el pijama, excesivo derroche, por una camiseta promocional, mejor si es de alguna bicicletada; el cénit austero del antidía, y de fondo, como en un ejercicio estético, sonando Bublé, tan enérgico, tan limpio, con pajarita, compitiendo a glorioso con nosotros.