Entre lo que más he escuchado y disfrutado este año sólo hay un par de discos de 2015. No se debe al pesimismo sino al desfase: descubro y consumo de manera anárquica, guiado un poco por el impulso más tonto del momento, y juego, escucho, leo y veo siempre a destiempo. La palabra «actualidad» me hace pensar en cosas vaporosas y en el conejo de Alicia corriendo como loco. Imagino que ha sido un buen año para la música, ya lo descubriré en 2017. Lo que todavía tarareo y gasto es esto de que aquí abajo, que les recomiendo por invitación de Adrián: suya es la idea de hacer una lista-resúmen de nuestro año a partir de canciones de cualquier momento. Si yo he de quedarme con algo de mi 2015, sería con:

Lera Lynn – ‘The Only Thing Worth Fighting For’ (2015)

Hay música que habría que escuchar siempre de madrugada. Pienso en autopistas nocturnas vacías, en melancolía pacífica, en esa soledad queda que sólo se siente cerca de algunas farolas. Son canciones que capturan una belleza frágil, difícil de distinguir de la tristeza, un fuera de. Como ‘Late Goodbye’ de Poets of the Fall o esta ‘The Only Thing Worth Fighting For’, uno de mis temas más escuchados de 2015. Se anuncia como «escuchada en True Detective» pero yo, rebelde, no lo he hecho ni tengo intención de hacerlo; no quiero asociarla a nada que no sean esas noches eternas.

Harvey Danger – ‘Flagpole Sitta’ (1997)

Ésta, al contrario, sí es la canción de una serie: con ella abre Peep Show, una de las mejores comedias que jamás ha dado la tele. Peep Show es un retrato preciso y cruel del bochorno, de la incomodidad, el fracaso y el autoengaño. En Peep Show todo es anticlimático y nada se consigue porque nadie admite este estribillo, «no estoy enfermo pero no estoy bien». El año pasado, tras una larga espera, se estrenó su novena y última temporada y este himno punk-pop (que no me llegó en los 90, cuando me tocaba, y que ahora no podría gustarme más) volvió a mis auriculares día tras día. El finalpor cierto, no pudo ser más inconcluso… ni más brillante.

Mazzy Star – ‘Look On Down On The Bridge’ (1996)

Tampoco escuché Mazzy Star en los 90 (los descubrí allá por 2008) así que la nostalgia barata no explica que me acompañen año tras año. La causa será otra. Si antes tocaron ‘Fade Into You’, ‘Into Dust’ o ‘Take Everything’, este 2015 ha sido el año de quemar ‘Look On Down On The Bridge’ (en parte, aunque no del todo, por culpa de otra serie maravillosa, Rick and Morty). Son canciones inagotables porque, pese a lo íntimo, no nos encierran en nosotros mismos sino que nos hacen ir hacia un afuera distante; son otro viaje a madrugadas infinitas y añoranzas sin objeto, otro himno para noches vacías en las que el mundo se cuela por nuestras grietas y heridas.

Joe Hisaishi – ‘Toki Jidai Wo Motomete’ (1992)

En esta breve pieza (y la escena de Porco Rosso de la que forma parte) podría encontrarse la síntesis de Joe Hisaishi y Hayao Miyazaki, mi tándem cinematográfico favorito: despachan, sin relamerse ni amartillarnos, todo un universo de oportunidades perdidas, articulan una afirmación de la impermanencia que deja recuerdos cálidos y revientan de optimismo, compasión y amor a la vida. Son dos minutos afables y luminosos. Las cuatro variaciones del motivo principal (que no volverá a repetirse en toda la película) pasan de la marcha vigorosa a la elevación sublime y de ahí a la coda nostálgica. No hay nada más feliz que el cine Ghibli, porque ningún cine se atreve a contener con tanta honestidad nuestras faltas y fisuras, nuestras tragedias y accidentes, ni a hacerlo sin renunciar al sobrecogimiento de un día caluroso, un cielo despejado y un mar infinito.

Nick Cave & The Bad Seeds – ‘Red Right Hand’ (1994)

Otro año más he filtrado casi todo por el romanticismo furioso de Nick Cave. Tampoco esta música la escucharía de día. ‘Into My Arms’, ‘The Ship Song’, ‘Push The Sky Away’ o ‘Jubilee Street’ sacian casi cualquier necesidad. Nada les queda del todo lejos, su sonido es una buena forma de vivir. ‘Red Right Hand’ es también nocturnidad pero, esta vez, no exterior: suena a garito, a invocación a alguna deidad arcana y sacrificio de vírgenes, a cuarto oscuro y orgía decadente. Con su órgano violento y su reverberación cavernosa prueba que el amor, el desapego que flota y el arrebato carnal no son en el fondo cosas tan diferentes. Es una canción para entregarse a algo innombrable, tan peligroso como necesario.

Kamasi Washington – ‘Change of the Guard’ (2015)

Es bueno que el jazz te golpee en la cara. Que te atropelle, que te descoloque, que te desoriente. Nunca deberíamos dejar de buscar el desafío en el arte, tampoco acomodarnos en el masaje a nuestro gusto. Algo como ‘The Epic’, el triple álbum de debut de Kamasi Washington, no se puede explicar desde un «yo» aburguesado que alardea con afectación. Aquí hay que callar. Pude verlo en vivo en Copenhagen y cuando salí había olvidado que yo existía. Algo así debía de ser ponerse delante de Mingus o Coltrane. ‘The Epic’ es mi novedad favorita de este año y Washington y su banda (atentos a Miles Mosley, su contrabajista), mis nuevos músicos a seguir.

Damien Rice – ‘The Box’ (2014)

En el Primavera Sound 2015 vi a Damien Rice en directo y fue una de las mejores horas de mi vida. Escucharlo estremece. Grita, se recoge y estalla como si quisiera arder en escena, y con eso nos salva de la belleza sedante del pop y del cinismo de mucho rock independiente. Esto es honesto, raphaeliano. En carne viva. Rabia, desesperación, ruido y furia. «Wild and Free», se titulaba esta canción antes de entrar en el disco, «libre y salvaje»: así es. Todas las personas que he sido en los últimos diez o doce años han estado acompañadas por Rice, por su caja de resonancia que destapa un dolor radical (en nuestras raíces) y universal. Libre y salvaje.

Agnes Obel – ‘Dorian’ (2013)

Volver a Dinamarca es también volver a su música. A ver qué me he perdido en estos años. A Agnes Obel la encontré por ese motivo pero se ha quedado conmigo por otros: por su piano cristalino y lluvioso, por sus composiciones fantasmales, por su voz lejana. Canciones como esta ‘Dorian’ o ‘Riverside’ cruzan a Lisa Hannigan con el folk espectral de Dead Man’s Bones. Instrumentales como ‘Chord Left’ o ‘Tokka’ me devuelven al score de Six Feet Under, de Thomas Newman y Richard Marvin. Así suena ahora para mí el norte.

Akira Yamaoka & Mary Elizabeth McGlynn – ‘Hell Frozen Rain’ (2009)

También he vuelto este año a Silent Hill, aunque nunca consiga irme de allí del todo. Empecé 2015 recuperando Silent Hill: Shattered Memories y se convirtió en uno de mis juegos favoritos. «Ha sido buena idea», tuiteaba el 22 de enero, «tiene una melancolía muy adulta. Se juega incómodo, para bien». Así es también su música. En ese momento volví a ‘Hell Frozen Rain’ y descubrí ‘Acceptance’, tristísimo tema de despedida. Todavía quedaban más viajes: en Halloween, Bea y yo fuimos a un concierto de Akira Yamaoka en Londres. Sonó ‘Hell Frozen Rain’, no sonó ‘Acceptance’ y presté atención a ‘Silent Scream’, tema que había ignorado por estar en los créditos finales de la olvidable película Silent Hill: Revelation. Empiezo 2016 publicando un libro con un capítulo dedicado a P.T., última entrega de la serie: tampoco este año podré escapar del pueblo.

Choir of Young Believers – ‘Hollow Talk’ (2008)

Una de las rutinas protagonistas de mis últimos meses es cruzar, casi a diario, el puente de Øresund, unas pocas millas que unen Copenhagen con Malmö. Atravieso mar, neblina y cielos grises, en un vacío invernal que durante unos minutos parece extenderse hacia todas partes. No se equivocaron en la serie Bron/Broen, un policiaco ambientado a ambos lados del estrecho, al escoger ‘Hollow Talk’ para su opening: así suena Øresund. Todo está helado, proyectado desde el otro lado de la ventana. La base de piano sugiere el movimiento del tren y el estallido épico a mitad de tema remite a ese momento en que se deja atrás un país y todavía no se ha llegado a otro. Libertad y victoria sobre la frontera. Luego, en la realidad, Suecia decide ponerle asteriscos a Schengen de forma unilateral y llena el recorrido de controles de pasaporte, y la mística se va un poco al cuerno.

The Seekers – ‘I’ll Never Find Another You’ (1967)

Al Tiger no va uno a descubrir música pero cosas más raras se han visto. Allí, mientras buscábamos guantes y gorros baratos, sonaron The Seekers y esta ‘I’ll Never Find Another You’,  al momento tomamos nota. Nunca había hecho demasiado caso a la banda australiana, tal vez porque ‘Georgy Girl’ se me atraviesa un poco, pero ahora son buena compañía de paseo. La melodía es sencilla y agradable, romántica y acogedora, ideal para una caminata relajada y feliz, y la voz de Judith Durham la eleva con claridad y firmeza. Cuesta no preguntarse qué ha sido de aquellos timbres fuertes y limpios de los 60 y 70, de aquellas voces del folk femenino que necesitaban poco para dominarlo todo. Gracias, Tiger.

Gaetano Donizetti – ‘Una furtiva lagrima’ (1832)

Este año no me han faltado la ópera y la sinfónica y a una temporada estupenda, en la que me atreví hasta con la zarzuela, le hizo de clímax un recital del que muchos consideran el mejor tenor lírico ligero de la actualidad, Juan Diego Flórez. Qué voz, qué flexibilidad, qué coloratura. Qué manera de respirar. Para los postres dejó esta romanza de L’elisir d’amore de Donizetti y no pudo ganarse más la ovación en pie. En casa han sonado mucho el ‘Bailero’ de Canteloube (interpretado por Kiri Te Kanawa), el ‘Innegiamo’ de Cavalleria Rusticana y el ‘E lucevan le stelle’ de Tosca, pero por culpa de Flórez ‘Una furtiva lagrima’ se convirtió en la mayor de mis obsesiones clásicas.

Cancer – ‘Same Color As Digital Photography’ (2014)

Hay nombres de banda poco «Google-friendly», como !!! (palito palito palito), y otros que directamente te meten en campos de minas. Como aquella vez que buscando un verso de Baudelaire Google me devolvió resultados sobre la depresión. Dicen los daneses Nikolaj Manuel Vonsild (cantante de la banda electropop When Saints Go Machine) y Kristian Finne Kristensen (de Chorus Grant) que a su nuevo experimento lo llamaron Cancer para hablar de forma franca de cosas difíciles y dolorosas. No es un ardid: toda su música, una aproximación cruda al soul minimalista y experimental, tiene esa frontalidad. El sonido de Cancer no toma atajos, no pretende esconder nada: es una flecha en línea recta que nos atraviesa.

Yuji Ohno/You & Explosion Band – ‘Theme from Lupin III’ (1977/2015)

Mi 2015 ha sido un buen año para el jazz. En casa he insistido en Bill Evans y Michel Petrucciani, y además del concierto de Kamasi Washington pude ver en vivo, en el legendario antro La zorra y el cuervo de La Habana, al pianista Roberto Fonseca, acompañado del sobrehumano batería Ramsés Rodríguez. Pese a todo, mi mayor alegría jazzística ha sido el estreno de una nueva serie de Lupin III (ahora con chaqueta azul) y que Yuji Ohno volviese para hacer nuevos arreglos a su ‘Theme from Lupin III’. Esta versión de 2015 mantiene toda la energía y la promesa de bon vivre del tema original apuntalándolas con vientos fuertes, coros constantes y una mandolina muy vitalista. Se me ocurren pocos placeres más transparentes que un buen episodio de Lupin III, incluso que uno mediocre, porque todos ellos abren con una de las composiciones que más feliz me hacen.

@VtheWanderer