Seguimos con el cine en los márgenes, con esas obras que parecen empujar (desde uno u otro lado de la frontera de lo hegemónico y normativo) los límites de eso que llamamos cine. Hoy toca Under the skin: según la miren, una peli normal muy rara o una peli rara muy accesible.

UNDER THE SKIN (JONATHAN GLAZER, 2013)

Under the Skin cuenta historia de un alienígena, metido en la piel de una humana (Scarlett Johansson), que recorre las calles seduciendo incautos para cazarlos. También es la historia de un depredador que se transforma en presa. Está muy cerca de ser una película convencional en casi todo, y en casi todo pega un volantazo que la aleja de los códigos hegemónicos. Silenciosa, extraña, cautivadora, minimalista, alienante, onírica, desconcertante, clínica, es más una película-puntodevista (¿se entiende el concepto?) que una cinta narrativa al uso. A través de los ojos de la criatura redescubrimos nuestro propio mundo y nos obligamos a cuestionarlo. La carne, el sexo, la soledad, la intimidad: todo es marciano. El arco no es tan difícil de entender pero las minucias del relato sí son voluntariamente opacas; no se pierdan en ellas y disfruten de la experiencia y las ideas.

(Adapta, de manera libérrima, una novela de Michel Faber, aunque esto tampoco les resolverá nada.)

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Jonathan Glazer, director de videoclips y spots televisivos, se pasó casi una década alejado del cine antes de volver con Under the Skin. Para que lo ubiquen rápido: Glazer es el responsable del vídeo de ‘Karma Police’, de Radiohead, una de las mejores piezas de ese terreno tan marciano que es el videoclip. También ha puesto imágenes a canciones de Blur, Richard Ashcroft, Jamiroquai, Massive Attack o Nick Cave (‘Into my arms’, nada menos). Un esteticista que además sabe manejar ideas, como demostró en sus dos pelis anteriores, Sexy Beast (2000) y Birth (2004). Under the Skin viene a reunir lo mejor de toda su trayectoria y a probar su carácter de autor, aunque él va diciendo en las entrevistas que todavía no sabe si es un director de cine. Ni falta que le hace.

El relato de Under the Skin se construye a partir de detalles mínimos muy dilatados. Todo queda a la interpretación del espectador: no veremos naves especiales, apenas vemos a la criatura sin camuflarse, no sabemos nada de su origen ni sus verdaderos objetivos (¿para qué procesa a sus víctimas?) y su viaje interior es más sugerido que manifiesto. Sin embargo, este minimalismo no pretende proponernos un puzle sino evitar toda distracción de la experiencia: lo importante es descubrir el mundo junto a ella, cuestionarnos lo extraño de lo cotidiano.

Este enfrentamiento con la realidad se amplifica al usar cámaras ocultas y víctimas «reales»: muchos de los tipos con los que flirtea Johansson no sabían que estaban siendo grabados. También es real el joven desfigurado que hace que la protagonista desarrolle su empatía: Adam Pearson sufre neurofibromatosis y se prestó para la cinta sin experiencia actoral previa. El resultado es perturbador y muy humano.

El lado más extraterrestre de la historia se desarrolla cuando Johansson captura a sus víctimas y las atrae a un espacio negro, abstracto, del que es mejor que no les contemos mucho más para que ustedes lo descubran bien. Basta decir que con estas secuencias Glazer hace que el cine de imagen real venza una distancia de casi dos décadas respecto al anime y se ponga al día; aunque tal vez no sea buscado, el efecto es pariente cercano de las escenas más abstractas y las metáforas visuales más valientes de algo como Neon Genesis Evangelion (Anno Hideaki, 1995-96).

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Glazer parece querer jugar en el mismo campo que el fantástico «de salas» (tal vez no un Transformers pero sí algo como Her u Only lovers left alive) pero rechaza comprometerse con ninguna de sus claves. Es decir, parece ser una película hecha para tener un recorrido por salas comerciales (aunque sea por el tirón de la Johansson) y sin embargo la mayoría de espectadores saldrían corriendo a pedir que les devuelvan el dinero de la entrada. Piensen en una El árbol de la vida menos pretenciosa y más maligna. Es una película de director de videoclip sin que eso sea peyorativo, más bien al contrario: es una experiencia sensorial, un viaje estético en el que la forma crea fondo y nada es gratuito. Se trata de vivir nuestro mundo desde fuera, obligarnos a salir de él para que cuando volvamos se nos haya metido algo raro bajo la piel.

Como hemos dicho, Under the Skin no tiene miedo a incorporar claves de otros terrenos como el anime o la instalación audiovisual de museo sin que nada chirríe. Pertenece a esa categoría (¿es un subgénero?) tan rara que es el art-horrorel cine de terror de artey ensayo (si nos apuran, de «terror y ensayo»), en la que se mueven zumbados como David Lynch, Polanski, Cronenberg o cosas raras como Dellamorte, dellamore. Combina dos públicos que no suelen entenderse ni quieren hacerlo, sin importarle quedarse fuera.

Su estructura de fondo más o menos tradicional y su arco comprensible anclan a Under the Skin en la frontera y la salvan de derivar hacia la experimentación anárquica. Parece seguir aquella fórmula tan sana de «si haces compleja la forma, simplifica la estructura».

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Para The Guardian fue la mejor película de 2014, y no fue el único medio. Ha estado en tantos top 10 del año que no los podemos enumerar aquí y aunque no somos muy dados a estas listas, hay que reconocer el valor. Es una película que pide dejarnos fuera los prejuicios (el fan del terror tiene que quitarse la manía a lo artístico y «cultureta», mientras que el aficionado al arte moderno tiene que ir a por el terror sin miedo a que le quiten el carné). Como toda buena ciencia ficción, insistimos, Under the Skin nos hace ver nuestro mundo desde otro mirador, convierte al cine, una forma popular, en algo desconocido y a nosotros mismos en alienígenas.

¿Y se puede ver?

No. Al menos, no legalmente. Eso es lo verdaderamente sorprendente. La cinta no cuenta con distribución en nuestro país ni parece que la vaya a tener, y estamos hablando de una peli en la que se ve a Scarlett Johansson en tetas. El mundo está loco.

Tres Canciones, 264. La elección de V

MICA LEVI – ‘CREATION’

La semana pasada tocaba el score de ‘Ex Machina’ y ahora es inevitable hablar del de ‘Under the skin’, que bien podría ser una cosa de las cosas más locas e innovadoras de los últimos años en esto de ponerle música a una película. Hay muchas cuerdas (la viola es el instrumento dominante) muy nerviosas y frenéticas, retocadas digitalmente, convertidas en una cacofonía que nos pone en estado de alerta. Así suena el mundo visto por una criatura que no nos entiende y así suena el sexo convertido en trampa mortal (si no lo era ya suficiente).

¿Se perdieron la entrega anterior de Cine Límite? Hablamos de ‘Vinyl’, la adaptación que Andy Warhol hizo de ‘La naranja mecánica’ muchos años antes que Kubrick. Pueden leerlo aquí.

@VtheWanderer