Hace casi 4 años recomendaba en esta casa Leaving Lyndow, un shortplay de 40 minutos que “desarrollando tan solo la fase que la mayoría de videojuegos suprimen […] consigue desmarcarse y transmitir, humanamente, qué significa abandonar el hogar y dejar atrás a todas esas personas y lugares que nos han convertido en lo que somos”. Con Eastshade, los desarrolladores amplían la experiencia anterior con algo más ambicioso: un juego de 11 horas de duración que nos permite conocer a los residentes, explorar y plasmar en pinturas no tan solo aquel lugar del que nos despedimos, sino también las regiones cercanas.

La premisa es muy sencilla: nos ponemos en la piel de un pintor (un protagonista diferente a la de Leaving Lyndow) al que, en sus últimas palabras, su madre confiesa que le gustaría que retratáramos en pintura cuatro zonas concretas que le marcaron de por vida, todas ellas en Eastshade… más que por ella, para regalarnos esa experiencia a nosotros. Tras coger un barco rumbo a la región, un accidente hace que acabemos en las orillas de Lyndow, una pequeña ciudad portuaria. Y así comienza la aventura, justo en el lugar donde terminó la anterior.

Aparte de la duración, esta vez se añaden dos elementos que suponen un cambio importante respecto a la experiencia anterior: un mundo abierto y una agencia ampliada. Ahora podemos dormir para avanzar el día, guiarnos con un mapa, recoger y fabricar objetos y, lo más importante, pintar. De esta manera, con el objetivo de plasmar esas zonas como último deseo de nuestra madre, iremos explorando Eastshade y conociendo a su gente, haciendo amistades y vendiendo nuestras pinturas.

Pintar es sencillo: seleccionamos un lienzo, recortamos el espacio que nos gustaría retratar, y apretamos un botón; poco a poco, la pintura va cogiendo forma delante de nosotros. También necesitaremos “inspiración”, un medidor que se rellena al explorar lugares o leer libros.

Ignorando algunos bugs puntuales y una estructura que podría haber sido algo más flexible, recomiendo Eastshade porque, a pesar de crecer hacia algo mucho mayor, sigue siendo muy sencillo (explorar, conocer a gente, crear arte), con una visión clarísima de qué tipo de experiencia quiere que predomine: aquello de disfrutar del camino por encima de la meta. Los que hayan jugado a Leaving Lyndow también podrán ver un poquito más todo lo que Clara decidió dejar atrás para continuar sus estudios, además de comprender que la vida sigue su curso aunque el personaje que controlaban ya no esté presente… Una idea que no abunda en un medio centrado en el avatar. El resultado es un juego relajante y contemplativo cargado de buenas ideas, una banda sonora original de primer nivel y una región encantadora que de vez en cuando sigo todavía queriendo retratar.