Pocos grupos de escritores estadounidenses del siglo XX han tenido un mayor impacto literario y social que los poetas y autores de la Generación Beat. Su influencia en Norteamérica ha sido inmensa, no sólo en la poesía sino también en la cultura popular, la contracultura, la política y la religión. Más allá de EE.UU., han sido muchos los poetas, escritores y buscadores que vieron en su camino un reflejo de sí mismos. Sin embargo, ¿es ese reflejo realmente un espejo o se trata de una proyección derivada de la cultura de masas de mediados de siglo? Con las recientes versiones cinematográficas de On the Road y Howl, que narra el juicio relacionado con el archiconocido poemario de Ginsberg, queda patente la impronta de la Generación Beat en la cultura popular pero también el calado de ciertos estereotipos que se han ido manteniendo a lo largo de las décadas.

Hace unos meses cayó en mis manos un artículo1 publicado en El Mundo sobre una retrospectiva de la Generación Beat en el museo Pompidou de París. Me resultó doloroso pero a la vez no sorprendente que, casi sesenta años después de la publicación de On the Road en 1957, sigan existiendo y propagándose tan alegremente los mismos estereotipos que llevan en boga desde finales de los años cincuenta del siglo pasado. Estereotipos tan extendidos como que se trata de un grupo desencantado, arrastrado por una filosofía hedonista, cuyos escritores son “autores de una sola obra” que “no tenían mucho más que decir”, que “produjeron una literatura que quizá no le llegue al tobillo a la intensidad de las experiencias de las que se sirvieron”. Esto último es algo con lo que no puedo estar menos de acuerdo, pero tristemente parece que afirmaciones de este estilo todavía no han sido trascendidas por parte de quienes ejercen una crítica superficial y parcial de lo que sin duda fue una de las generaciones de escritores más influyentes de la literatura norteamericana.

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Allen Ginsberg con Anne Waldman

De la misma manera, cuando hablamos de “Generación Beat” la tendencia es a centralizar ambos términos en el grupo de autores que se conocieron a finales de los años cuarenta en la Costa Este: Jack Kerouac, Allen Ginsberg, William Burroughs y Gregory Corso. A pesar de que inequívocamente fueron ellos quienes plantaron la semilla de lo que consideraban una “Nueva Visión”, centrarse en este pequeño grupo y en sus primeras obras es relegar todo un fenómeno cultural a un 5%: unos pocos autores, unos pocos libros (ni siquiera ateniéndose a su obra completa) y unos pocos años. De hecho, los estereotipos sobre los Beat que tan bien manejamos aparecieron tras la publicación de On the Road (1957) y The Subterraneans (1958) de Jack Kerouac, cuando la Generación Beat empezó a convertirse en un fenómeno de masas con la aparición de los llamados beatniks: hipsters de la época vestidos de negro que invadían los espacios antes poblados por escritores y los gentrificaban, expulsando de ellos a los artífices del fenómeno al que creían pertenecer. En este punto es necesaria una nota aclaratoria, como el lector habrá percibido: Beat y beatnik no son términos necesariamente intercambiables. Fue durante la época de aparición de los beatniks que la literatura de la Generación Beat se propagó como la pólvora a golpe de tópico. Sin embargo, la obra de los estos escritores fue prolífica, y su literatura ha quedado para la posteridad para relatarnos una historia muy distinta a la de los estereotipos. Cuestión distinta es el ojo que lee, la predisposición del mercado y las manos que escriben la historia y que eligen lo que debe ser entronizado y lo que debe considerarse menos relevante o “menor”.

En este punto, la pregunta que se teje como inevitable es: ¿Y qué hay en el 95% restante? Para empezar, es fundamental releer y establecer una crítica seria de los autores del núcleo Beat, incluyendo la literatura escrita por mujeres (especialmente por autoras tan prolíficas como Diane di Prima o Anne Waldman); es necesario hacer una retrospectiva que incluya la inmensa influencia de los poetas del Renacimiento poético de San Francisco (especialmente en religión, política y ecología); resulta imprescindible reconocer el papel de los poetas afroamericanos como Amiri Baraka y Bob Kaufman2 para tener una visión más global del impacto poético, social y político de la poesía de la época; es necesario atender a lo que sucedió a partir de los años setenta en la Universidad Naropa de Colorado y al desarrollo de un archivo y unas poéticas experimentales y, finalmente, asumir y reconocer el impacto que los Beat tuvieron en la espiritualidad norteamericana. De ese modo, nos resultará posible situarlos en su adecuado contexto histórico y literario y reconocerlos como los propulsores de una Nueva Conciencia que entronca con el trascendentalismo de Emerson, Thoreau y Whitman, y que se traduce tanto en modos orientalistas como en la práctica seria de otras tradiciones espirituales autóctonas y foráneas. El propósito de este artículo es simplemente ofrecer algunas pinceladas introductorias al gran trabajo que todavía queda por hacer, tanto desde la crítica como desde las traducciones, las cuales juegan un papel extremadamente importante.

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Bob Kaufman

Por eso, cuando hablamos de la Generación Beat, hay que dar un paso más allá de los ya mencionados estereotipos propagados por la cultura de masas, entre los cuales se encuentra la clásica clasificación por temáticas sobre las que todavía queda mucho por decir y escribir: el jazz, las drogas, el sexo libre, la poesía, los viajes, la espiritualidad. Todos estos “grandes temas” necesitan una revisión que incluya perspectivas de género, clase y raza. Tener relaciones sexuales libres, por poner un ejemplo, en absoluto suponía lo mismo para un hombre que para una mujer: mientras que para ellos el sexo libre era parte del anecdotario de sus aventuras, para ellas era un riesgo muy real que de todas maneras decidieron asumir: embarazos, crianzas en solitario, abortos y la posibilidad de ser repudiadas directa o indirectamente por la sociedad de la época por ser madres solteras o madres con hijos nacidos de relaciones interraciales. En EE.UU. las mujeres con un fuerte temperamento rebelde podían fácilmente ser arrojadas a la vida al margen, pero no a un margen agradable y aventurero sino a un ostracismo social que podía fácilmente conducirlas a hospitales psiquiátricos, tratamientos por electroshock o incluso lobotomías. Hablar de la Generación Beat y el jazz, por poner otro ejemplo, haría necesario un fructífero debate sobre apropiación cultural y lenguaje, sobre por qué muchos Beat y beatniks trataron de adoptar la jerga afroamericana de la calle como propia cuando no sabían ni podían utilizarla correctamente. Un ejemplo de esto sería el cuento Pic de Jack Kerouac, en cierta medida un casi calco de Not Without Laughter de Langston Hughes, y cuyo intento de reproducir el argot afroamericano acaba siendo un ridículo blackface, más propio de alguna especie de minstrelsy literario3.

Una cuestión troncal que cabe tener en cuenta es la inmensa importancia de la obra de los Beat como propagación de una nueva espiritualidad o Nueva Conciencia. Para esta generación de escritores la espiritualidad no era una parte más de su exploración: era las raíces y el tronco de su Nueva Visión. Todo, absolutamente todo lo que experimentaban y escribían conecta con cierto aspecto trascendente de la experiencia, lo que los aleja radicalmente del tópico tan mal entendido del poeta beat hedonista y despreocupado. Muchos de ellos se adscribieron a una fe en particular: principalmente el budismo (en sus diversas ramas, fuera zen japonés o budismo tibetano vajrayana) o incluso el catolicismo. En en el caso de Kerouac, éste reconocía abiertamente que el propósito de su búsqueda era “Dios. Quiero que Dios me muestre su rostro”4, y sincretizaba en su fe el budismo mahayana con un extraño catolicismo de culto devocional a los santos5. Los Beat fueron en realidad una generación intensamente espiritual y religiosa que buscaba la expansión de la mente y del espíritu a través de cualquier experiencia trascendente que la vida pusiera a su disposición, concibiendo los límites del mundo como estrictamente mentales y considerando los sentidos como una posible vía hacia la iluminación espontánea o satori. Su visión de la poesía era esencialmente visionaria y profética, teniendo como referentes en este sentido a Blake, Emerson y los simbolistas franceses. Sin embargo, para los Beat los seres que encarnan el rol del visionario viven totalmente al margen del sistema, vagabundeando las calles y mezclando una vida salvaje de drogas, robos y prostitución con una experiencia mística de lo radical. Herbert Huncke se convertiría, para el núcleo Beat, en la encarnación de la figura del fellaheen6, una imagen totalmente romántica de la vida del paria. Pero más allá de lo que podríamos suponer como un artificio o una justificación de la vida criminal al margen, es fundamental observar, trascender el estereotipo y zambullirse en obras como Wake Up de Jack Kerouac (una biografía del Buda que escribió en 1955 tras haber pasado una época de intenso estudio de los textos fundamentales del hinduismo y el budismo) o The Scripture of Golden Eternity, un texto profundamente espiritual con forma de sutra. Con Allen Ginsberg sucede lo mismo, siendo sus obras de los años 70 en adelante de lo más interesante, más allá de Howl o Kaddish: pienso ahora mismo especialmente en Mind Breaths (1978) y todos sus posteriores libros de poemas, que si bien carecen del impulso estético y poético de la primera juventud del poeta, alcanzan una madurez poética y espiritual que nada tienen que envidiar a sus primeros poemarios.

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Amiri Baraka con Diane di Prima

De hecho, suele considerarse un hito de la Generación Beat el recital de la Six Gallery en 1956 no sólo porque fue la primera vez que Allen Ginsberg leyó Howl, sino por tratarse del encuentro de los poetas Beat de la Costa Este y los de la Costa Oeste, también llamados los poetas del Renacimiento de San Francisco: Michael McClure, Gary Snyder, Llew Welch y Philip Whalen. La obra de estos últimos está firmemente arraigada tanto en la espiritualidad como en una ecología thoreauniana con tintes anarquistas. Y aunque su obra no ha sido tan absorbida por la cultura popular como la de los poetas del núcleo Beat, me atrevería a afirmar que la magnitud de Gary Snyder como escritor, activista e intelectual supera con creces a cualquier otro autor del canon. Tanto Snyder como Philip Whalen fueron aplicados estudiosos del Zen y las culturas orientales, y nunca debería subestimarse el papel que los Beat jugaron en la expansión del budismo en Norteamérica, ayudando a configurar una nueva manera de entender el Dharma: lo que viene llamándose desde hace décadas budismo americano o American Buddhism en inglés.

El problema de las traducciones

La crítica literaria anglosajona lleva indagando en los aspectos antes mencionados desde los años noventa, bien sea desde los estudios literarios o religiosos (por la relevancia de los Beat para el budismo norteamericano). En España existe alguna publicación excepcional, como El sutra de la Eternidad Dorada: budismo y catolicismo en Jack Kerouac7 o la traducción de Wake Up8. Sin embargo, siguen quedando lagunas que completar en las áreas antes mencionadas y obras por traducir, aunque por fortuna estos estudios siguen un criterio mucho más riguroso que aquel basado la cultura de masas.

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Jerome Rothenberg, Anne Waldman, Peter Orlovsky, Allen Ginsberg, Chogyam Trungpa, Diane di Prima, un estudiante y William Burroughs

No obstante, en países como España es casi urgente que las editoriales se comprometan a traducir y publicar obras de otros autores Beat que estén fuera del núcleo más conocido. Recientemente, la editorial Varasek ha publicado a los tres principales poetas del Renacimiento de San Francisco arriba mencionados y Bartleby ha tenido la valentía de sacar Beat Attitude, una antología de mujeres poetas de la época. Estas últimas publicaciones suponen un gran avance, pero no debemos olvidar que Women of the Beat Generation, la compilación de documentación y textos de Brenda Knight, se publicó en EE.UU. en 1996. Esto supone veinte años de retraso para España, más si tenemos en cuenta que allí el acceso a las publicaciones originales de las autoras es viable (aquí no existen apenas traducciones). Con lo cual resulta imperativo que, más allá de una muestra, empiecen a traducirse obras completas de gran valor como Revolutionary Letters, Recollections of My Life as a Woman o The Poetry Deal de Diane di Prima, y Fast Speaking Woman o Outrider de Anne Waldman (este último también descatalogado en inglés). De la misma manera, queda una larga lista de autores y autoras por traducir al español, poetas cuya valiosísima obra no contemplamos no porque la historia los haya olvidado, sino porque no nos han llegado en nuestra lengua y nos resultan totalmente desconocidos, como si lo no traducido no existiera9. Asimismo, aún existen obras de Kerouac y Ginsberg10 por descubrir al público en habla hispana, libros en que el componente espiritual pueda ser tal vez demasiado intenso o poco digerible para el lector no especializado, pero imprescindible para comprender la totalidad de su obra y pensamiento. Aunque tal vez una facción sólo quiera ver ese 5% que sucede en clave cinematográfica, olvidando el 95% restante y relegando lo que fueron los Beat a una imagen idealizada y fantasiosa de un mundo fantástico de rebeldes en la carretera que tal vez, tal y como ellos lo imaginan, nunca llegó a existir.


1 Bonilla, J. (23 de agosto de 2016). “‘Beat’. Entre la hartura y la beatitud”, El mundo. Recuperado de http://www.elmundo.es/cultura/2016/08/23/57b75169e2704e8a158b462b.html
2 Amiri Baraka, también conocido como LeRoi Jones, empezó sus andanzas literarias y políticas en la Costa Este junto con otros autores Beat, fundando la editorial Totem Press con Hettie Jones y la revista The Floating Bear con Diane di Prima. Más tarde, tras el asesinato de Malcolm X, se unió a la nación del Islam, se cambió el nombre y se unió a la lucha política por los derechos del pueblo afromericano, siendo uno de los principales impulsores del Movimiento de las Artes Negras. Bob Kaufman, que fue una pieza fundamental para el movimiento la conciencia negra, mantuvo el espíritu y un estilo de vida beat hasta su muerte, permaneciendo siempre fuera del sistema. La crítica lo considera el más importante y auténtico poeta surrealista norteamericano, recibiendo el apodo de “Rimbaud negro”.
3 Los black minstrel shows eran espectáculos humorísticos de variedades muy populares en el siglo XIX en EE.UU. Basados en el ridículo racial, en estos espectáculos los actores (siempre blancos) se pintaban el rostro de negro betún (blackface) con labios y rasgos exagerados, propagando determinados estereotipos sobre los hombres y mujeres negros muy instaurados en la cultura estadounidense. Dentro de estos espectáculos también se hacían imitaciones de su lengua vernácula.
4 En Tonkinson, Carole, ed., Big Sky Mind: Buddhism and the Beat Generation, Riverhead Books, Nueva York, 1995, p. 6.
5 En concreto, la familia de Kerouac era especialmente devota de Saint Thérèse de Lisieux. En Kerouac es especialmente llamativo su interés y comprensión por los textos básicos del hinduismo y el budismo y, a su vez, su devoción a un catolicismo supersticioso que contemplaba el cuerpo y la sexualidad como sucios. Esa tensión existente entre ambas visiones se mantuvo y agravó durante los últimos años de su vida.
6 El fellaheen es una figura extraída de la obra de Oscar Spengler La decadencia de Occidente (1939). Según Spengler, el fellaheen se caracteriza por “una piedad profunda que llena la conciencia del despertar… la creencia inocentede que existe algún tipo de constitución mística de la realidad” (la traducción es mía). Para el autor, los fellaheen eran los pobres que heredarían los restos del mundo tras la Segunda Guerra Mundial.
7 Kerouac, J. y Prieto, J. M., El sutra de la Eternidad Dorada: budismo y catolicismo en Jack Kerouac, Miraguano, Madrid, 2011.
8 Kerouac, J. Despierta. Una vida del buda (traducción de Nahuel Cristian Sosa), Hapi Books, Madrid, 2014.
9 Esto es especialmente notable en el caso de las mujeres. Una de las problemáticas que presenta la publicación de Beat Attitude es que, en cierto modo, deja entrever que las mujeres de la Generación Beat han sido en cierto modo invisibles y no reconocidas, lo cual es cierto sólo de manera muy parcial. Las escritoras aquí mencionadas, junto a otras como Janine Pommy Vega, figuran en la antología y en el panteón Beat de la famosa City Lights Bookstore, que también ha publicado obra de mujeres de esta generación. Diane di Prima, por ejemplo, ha sido poeta laureada de San Francisco y ha publicado decenas de libros; Anne Waldman es catedrática de Naropa y a día de hoy sigue dirigiendo la Jack Kerouac School of Disembodied Poetics, además de ser continuamente invitada a los más importantes festivales de poesía del mundo. Es necesario recordar, además, que las mujeres que fueron amantes, parejas e hijas de los autores del núcleo son casos muy distintos al de autoras que pusieron todo su ímpetu en su conciencia poética.
10 Hablo concretamente de títulos como Some of the Dharma de Kerouac y Mind Breaths de Ginsberg.