Las cosas que caen del cielo tienen, además de la épica cinematográfica, una hermosura del misterio, cuando no hasta del cachondeo. Se acordarán, en el enésimo remember generacional de los 90, de aquellos aerolitos, contemporáneos a las vacas locas, que en su vuelo peninsular coparon portadas y se granjearon fama mediática durante un tiempo. Los meteoritos son el producto estrella, el clásico, pero en general algo extraño desplomado desde las alturas adquiere un poso humorístico apreciable: si no extingue una especie por completo, al menos sí descontextualiza, rompe tu mundo posible, destensa y te saca de la rutina. Es algo así como un yunque entrando en escena, que en un arrebato dadá te aligera cualquier situación por compleja que sea y la hace banal, llevadera.

Ya se sabe que por extraños fenómenos naturales o humanos del cielo han llegado a llover arañas, ratones, cangrejos, codornices, ranas, dinero, peces, nieve de colores, gusanos y estorninos. Cuenta la leyenda urbana que un día cayó un boxeador en un bosque quemado. En Japón una vaca vino de arriba y golpeó en un pesquero con tanta fuerza que lo hundió. Más tarde se supo que había sido botada desde el aire en un avión de carga. Recuerdo un caso más comprensible pero más cercano, el de un hombre que en un campo de avellanos entre Alcover y Reus (todo un abismo a lo desconocido) se topó con una puerta de una avioneta que había estado sobrevolando el lugar.

portaavionetareus4.jpg.jpgUn señor entre avellanos, con una puerta de avioneta

Un poco más seria será la caída del satélite ruso que está fuera de control y se estampará en la Tierra entre hoy y el jueves. La nave Progress M-27M, lanzada desde Kazajistán, llevaba combustible, oxígeno, comida, equipos científicos y regalos para los tripulantes de la Estación Espacial Internacional. El bicharraco se precipita descontrolado como la cápsula de un ‘súper guerrer’ y se puede seguir su evolución desde esta web.

La adolescencia fue también los devenires de la Mir. En los tiempos del efecto 2000 asistimos a esa decadencia, incendio incluido, que acabó enviando el artilugio al fondo del Océano Pacífico. En 2011, la chatarra del UARS, esta vez tecnología norteamericana, se precipitó en algún lugar del Pacífico tras surcar los cielos de Canadá y África (luego el grupo Nacho Nando & Miguel fabuló y le dedicó una canción en la que el ingenio impactaba en una casa y provocaba un jaleo costumbrista y asumible por la familia).

Que haya algo cayendo es como estar esperando un gran partido de fútbol. Tiene algo de calidez, de desconectar y regresar luego a la actualidad y ver cómo anda esa viralidad, ese ‘minuto y resultado’. Sea basura espacial, un lagarto o un cubito de hielo, apoyo que haya cosas que sigan cayendo del cielo, sólo como performance bruta, como puro entretenimiento, y daré mi voto al partido que lo fomente.

Tres canciones, 272. La elección de Raúl

CRASH THE SATELLITES – TRAILER PARK