Con todo el ánimo de dejarme fidelizar, buceo en el dial a la caza de algún programa musical que me enganche y la cosa no resulta fácil. Me gustan a ratos los momentos sibaritas de Radio 3, y me entretiene su sobriedad secular, los pedestales de esos dinosaurios del micro que se pierden en referencias antiquísimas, ya sean años, estudios de grabación o ex saxofonistas de tal grupo que se marcharon de la banda tras el cuarto disco y que luego colaboraron con no sé quién de la Motown en el año treinta y pico (a lo mejor antes de Cristo).

¿Para qué la innovación en el lenguaje radiofónico? Sólo una voz cascada que ha estado ahí desde siempre (una muestra: el programa ‘Discópolis’ anda por su edición siete mil y algo, escucho ahora), toneladas de enciclopedia musical y la facultad, muchas veces arrogante, de saber estar sentando cátedra desde la primera canción pinchada. Grandes y obvios méritos, no obstante, los de seguir al quite de las novedades, a pesar de las décadas al pie del cañón y apoyar a los ‘grupos maqueteros’, gran concepto acuñado, entre otros, por Julio Ruiz en su ‘Disco grande’, otro programa insigne de la casa.

Sólo dos ejemplos de este reducto musical que puede presumir, en buena medida, de libertad. Juan de Pablos es otra bandera, con su programa ‘Flor de pasión’, que le ha permitido, como a muchos compañeros, convertirse en dj (viene por Tarragona a pinchar de vez en cuando). El otro día, lo juro, parecía ir taja a las siete de la tarde: su boca tropezaba con algunos títulos y se reía exageradamente, desde su poltrona con licencia para todo. Será que aún conserva hábitos de cuando su programa, hace muy poco, se emitía de madrugada. Tampoco creo que falte el whisky en el estudio de ‘Andy y amigos’, un espacio presentado por el rockero argentino Andy Chango (ahora dado al jazz y al vals), un aprendiz de Calamaro con tres discos (de cuatro) dedicados fundamentalmente a las drogas. El banquete estrambótico se sirve con chupitos ‘on air’, invitados y música en directo, eso sí, muy elegante, generalmente con piano y trombón.

Pero ni tanto ni tan poco. Paladear Radio 3 a pequeños sorbos (también en función del género que toque y siempre bordeando la pedantería) puede estar bien, más aún atendiendo al solar de calidad en que se han convertido las radiofórmulas. Pero hubo un día, no muy lejano, en que no fue así, y aquí viene el palo a Cadena 100, mi cadena favorita durante años. Halló el punto exacto entre el entretenimiento y la música bien tratada, gracias a programas como ‘El peluco’, entregado a la charla distendida pero interesante en la entrevista promocional de turno pero también al lujo de invitar, por ejemplo, a Pancho Varona (mano derecha de Sabina) y conversar con él sobre su único disco en solitario (publicado, quizás, hacía diez años) y de todo lo demás. Con solera y sin venir a cuento.

Sin despegarse de las primicias del ‘mainstream’, se pinchaba mucho más allá del single, incluso grabaciones escondidas, se entrevistaba al grupo con una década de vida que aún no había sacado el primer disco y se apostaba por lo de casa y lo de fuera. Se agradecía que el camino elegido no fuera siempre el más fácil. Pero el huracán de la primera edición de Operación Triunfo arrasó con esa filosofía musical, con el magazine de tarde ‘100 x 100’ y con La Jungla de José Antonio Abellán, El Pulpo de Mirasierra (por cierto, un día habrá que hablar de sus discos), Alfonso Arús y su equipo.

La parrilla comenzó a girar alrededor de OT. Esos espacios se suprimieron en un despropósito antológico, hasta el día de hoy, donde Cadena Cien, salvo el programa matinal, creo, es un eterno repaso por la lista de éxitos de la emisora. Hago la prueba. Sintonizo el 89.70 de la FM y salen Carlos Baute y Marta Sánchez cantando. En fin. Tampoco dramaticemos rebozándonos en la nostalgia. Esto ha sido sólo un recuerdo desde una rabia leve.

raúl