El origen de ‘El Mulo’: Entrevista a Isaac Asimov para el fanzine underground Absolute Shit (1966)

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Isaac y Gertrude Asimov en un funeral

Llevaba una semana y media sin poder vaciar mis intestinos por los nervios de la cita: aquella lluviosa mañana de diciembre llegué a la puerta del apartamento de Isaac Asimov en Boston. El buen viejo señor Asimov –como cualquiera en su sano juicio- no solía conceder demasiadas entrevistas a fanzines underground como en el que yo colaboraba entonces, el sobrecogedoramente amateur Absolute Shit(1). El padre del director de esta revista era un conocido del editor de Asimov y este le debía un favor por no sé qué asunto de revistas eróticas carcelarias; de esa forma logró concertar la entrevista para Absolute Shit y me envió a mí como redactor estrella. De hecho, yo era el único redactor de la cabecera y sólo tenía quince años. Mi jefe, un gordinflón de treinta años adicto al tocino y al dadaísmo, insistía en conocer el punto de vista de Asimov como miembro de Mensa respecto al arte contemporáneo que el fanzine defendía con tan apasionado denuedo; y allá iba yo, empapado como George Peppard, a afrontar mi destino en medio de un aguacero tormentoso.

Me detuve frente a la puerta número 42. Pulsé el botón del timbre y sonó un extracto de la quinta de Beethoven. Ante mi sorpresa, fue el propio Isaac Asimov, uno de los hombres con más clase y reputación de la sociedad norteamericana progresista de la época, el que abrió la puerta de entrada: frente a mí se hallaba uno de los grandes nombres de la divulgación histórica y la ciencia de la época; el superdotado creador de mundos imaginados imposibles y tan reales como sus ensayos científicos; el todopoderoso y omnisciente autor de universos futuros donde la Humanidad continúa su camino hacia el infinito; el dios creador de Hari Seldon y El Mulo (sí, el personaje de él mismo). Allí estaba él, con un pestilente aliento a alcohol que ni el lavavajillas de un puticlub podría igualar, vestido con una bata de seda roja con motivos orientales sobre unas huesudas y blanquecinas piernas desnudas.

-Hola, chico -saludó-. ¡Pero si eres un maldito crío con acné! Me recuerdas al primo retrasado de un vecino porquero de una tía abuela allá en la vieja y condenada Unión Soviética. ¡Y eso que yo sólo tenía tres años! Vamos, entra, me estás empapando la alfombra de cincuenta dólares.

-Hola, señor Asimov. En nombre de Absolute Shit quiero agradecerle en primer lugar…

-Cállate y entra de una vez, chico. -El flash de un relámpago nos sorprendió a través de las ventanas de su apartamento. -¡Por las barbas de Yaveh cagando en el Gólgota, ahí fuera está cayendo la de San Quintín! Espero que esos nuevos hippis, vagos y ecologistas se ahoguen de una puta vez con toda esa agua para su maldita Madre Tierra. ¿Te he dicho que son unos hijos de puta? Pues son unos hijos de puta. HIJOS-DE-PUTA, así, en mayúsculas. Apúntalo en tu diario, chico. Sígueme y ponte cómodo. Deja tu gabardina en el baño de la entrada.

Entramos por fin en su apartamento reciamente decorado al estilo victoriano. En el salón, el Te Deum de Bruckner sonaba un poco más lento de lo normal en un viejo gramófono. El señor Asimov se dirigió a una barra al fondo del salón donde estaban las bebidas espirituosas. Yo tomaba asiento en un gran sofá de piel cuando, de repente, dos chihuahuas bizcos con cascabeles en el cuello y lazos rosas en sus diminutas colas surgieron cuales malditas serpientes de debajo del mismo sofá, rozándome los tobillos. Se giraron y se quedaron como estatuas frente a mí. Parecían observar con gran curiosidad canina.

-Te presento a Baby Jane y a Betty Blue. No te dejes engañar: son unos machos muy territoriales, pero no sé por qué motivo la señora Asimov(2) los trasviste; supongo que porque está como un maldito cencerro y el hecho de que sólo haya dado a luz a dos varones es para ella un jodido drama. De hecho, ahora mismo está en la cama con sus barbitúricos matinales. Ten cuidado con esos perros, son unos hijos de puta, chico, llevan la violencia y la sangre en lo más profundo de sus genes, como los alemanes -dijo Isaac Asimov mientras colocaba sobre la barra vasos, botellas y cubitera.

Siempre me he llevado bien con los alemanes y con los animales, sobre todo si hablamos de cánidos; de hecho, mi mejor amigo de la infancia era un perro callejero ciego y sin olfato llamado Señor Franky. El pobre se comía todo lo que encontraba por la calle. Murió intoxicado al devorar el cadáver putrefacto de un enganchado al crack que flotaba en el río. En definitiva, yo sabía tratar con estos bellos y estúpidos mamíferos, así que intenté acariciar a los pequeños y adorables Baby Jane y Betty Blue para ganarme su confianza. Sin embargo, una sonora dentellada en el aire a pocos milímetros de mis dedos fue el claro aviso de que definitivamente esa no era una buena idea. Mientras tanto, Isaac Asimov se servía tranquilamente uno, dos y tres tragos de lo que deduje era una sabrosa y nutritiva mezcla de vodka y tequila. Extraje de mi bolsa un cuaderno y un lápiz para la inminente entrevista. Luego, percatándome de que el señor Asimov continuaba colmando su al parecer infinita carencia de alcohol en sangre, me puse a observar un poco más detenidamente las pinturas que colgaban de las paredes y enseguida reconocí un Warhol. Podría empezar por ahí la entrevista.

-¿Le gusta Warhol, señor Asimov? Muchos expertos consideran que su obra transgrede los…

Sobresaltado, el señor Asimov escupió como una boca de incendios el alcohol que estaba tragando.

-¿Qué? ¿Esa bazofia? –gritó mientras señalaba el cuadro en cuestión, una lata de tomates-. Bah, pura mierda neoyorkina que algún mal nacido le regaló a la señora Asimov un par de años atrás. Todos los artistas modernos son unos hijos de puta -dio otro trago y se sirvió otra copa-. Desde Rembrandt no se ha hecho más que pura y repulsiva mierda pictórica. Imagínate lanzar tu propia mierda recién cagada y humeante contra un lienzo blanco como las nalgas de la reina de Inglaterra: pues es exactamente lo mismo. ¡Pollock! Menudo HIJO DE PUTA. ¡A estos nuevos artistas los ponía yo a dirigir el tráfico de Los Angeles un lunes por la mañana o a dar clases de Física Cuántica en el puñetero Harlem a un grupo de Panteras Negras hasta arriba de heroína! Hijos de puta, todos. Apúntalo en tu diario, chico. Por cierto, ¿quieres un trago de estos? Joder, es mejor que el café, ¡y no veas cómo me ayuda a aguantar toda esta porquería! Lo siento, pero no tengo Pepsi ni batido de plátano ni esas gilipolleces que tanto os gusta a los jóvenes de hoy. Yo, a tu edad, ya había bebido más que toda Irlanda en un año. Irlandeses… menudos hijos de puta borrachos. ¿Seguro que no quieres un trago? ¿Una pastilla de colores quizá? Las fabrico yo mismo con mata-ratas. Las necesito para escribir, chico.

Negué con la cabeza y él se tomó otro trago de vodka y tequila. Luego se sirvió otra copa. Se la pimpló con un rápido movimiento. En ese momento, los dos perros se abalanzaron sobre mí. Baby Jane comenzó a olisquearme la entrepierna mientras Betty Blue intentaba con gran esfuerzo hacerle el amor a mi pantorrilla izquierda. Resignado, comencé a tomar notas en el cuaderno: «Arte-mierda; artistas-hijos de puta». El señor Asimov, por su parte, seguía de pie en la barra y, con una botella de José Cuervo en una mano y un vaso con Smirnoff en la otra, miraba con desprecio todo lo que le rodeaba, incluido yo y los travestís mexicanos. Entonces proclamó:

-Te diré una cosa, chico, y apúntalo bien en tu diario de colegiala: no sólo la pintura, sino la literatura, en términos generales, también es una mierda, y todos los escritores modernos son gilipollas, porque en este caso los hijos de puta, tenlo claro, chico, son los editores. Mi caso, por ejemplo: escribo cuentos para niños y se venden como churros en el mercado de adultos. ¿Adultos? Más bien sociópatas incapaces de pagarle a una puta cinco pavos para pasar un buen rato (nunca te vayas con una puta que te pida sólo cinco pavos, chico, porque te estarás rascando los cojones hasta el fin de los tiempos). ¿Las Tres Leyes de la Robótica? Cualquier chimpancé retrasado que trabaje para Mensa podría haberlas resumido en dos. Nah, todo es una mierda. Desde Verne no hay nada en condiciones en la Ciencia Ficción, ni siquiera Clarke. Todo es pura excrecencia. Escribe eso, chico: E-X-C-R-E-C… y lo que sigue. Sólo hay que saber mentir a millones de idiotas, disfrazar el zurullo con una cobertura de nata y caramelo y acompañarlo de una nota que diga «Eres la mejor amiga que una adolescente con problemas mentales puede tener». Ese es el truco, chico. Ahora mismo estoy escribiendo una guía pseudo-histórica sobre la Biblia -dio un nuevo trago-. ¿Y sabes qué? Habrá miles de imbéciles que la compren entusiasmados y yo me forraré.

»Cierto, soy un bastardo superdotado, y como tal, te aconsejo esto: monta un burdel con buena carne filipina, no importa el género, y te harás rico. Olvídate de la literatura, el arte y todo eso, es pura MIERDA -sentenció justo cuando el reloj de pared tocaba las diez-. Hablando de mierda, he de marcharme cagando leches. Tengo una cita con no sé quién piltrafa de rector de no sé qué universidad para que imparta unas conferencias sobre posibilidades bioquímicas de terraformar exoplanetas. Menudos hijos de puta ignorantes, ni siquiera me dejan dar clases en mi propia universidad. ¡Profesor asociado, chico! Habría que quemarlos vivos a todos y arrojar sus cadáveres a los cerdos. Eso no lo apuntes en tu diario, chico.

Entonces, Asimov me miró a los ojos por primera vez en todo el breve encuentro. Esbozó una leve sonrisa y dio un largo trago a su copa de deliciosa ambrosía aztecorrusa. La saboreó y dijo:

-Exacto, sé lo que estás pensando: yo soy EL MAYOR HIJO DE PUTA DE TODOS. Apúntalo en tu diario, chico. Titular: «Isaac Asimov, creador de la psicohistoria, es EL HIJO DE PUTA». Bueno, hemos acabado. Espero que tengas suerte. Ha sido una entrevista muy profesional. Buen trabajo. Me gustas, les caes bien a Baby Jane y a Betty Blue. Ahora he de vestirme y comprobar que mi querida Gertrude continúa respirando. Ya sabes dónde esta la puerta. Por cierto, pídeme un taxi. ¿Sabías que los taxistas son los únicos tipos en la faz de la Tierra que merecen la pena? Ellos y el gran hijo de puta de Marlon Brando. Amo a ese tío. Apúntalo en tu diario, chico. Adiós.

Isaac Asimov desapareció a grandes zancadas por un pasillo. Los perros le siguieron con agudos ladridos y yo me quedé sentado diez segundos en el gigantesco sofá de piel, reflexionando sobre lo ocurrido aquella mañana en el salón del genio científico y literario. En el gramófono sonaba lentamente el Aeterna Fac.

Cuando llegué a la redacción de la revista, lo primero que hice fue correr hacia el servicio, un agujero en el sótano que servía a su vez como estudio para revelar fotos. Me desplomé sobre el trono y, entre sudores, gritos, detonaciones y espasmos, me vacié como nunca lo había hecho (de hecho, temí expulsar mis intestinos a causa del inhumano esfuerzo). Observé el resultado de mi trabajo y la voz de Orson Welles, con mucha reverberación, dijo en mi mente: «HIJO-DE-PUTA» al estilo «Rosebud». Entonces me percaté de la silenciosa presencia de mi jefe, el cual, para su desgracia, se encontraba revelando fotos de grietas en paredes cuando entré allí corriendo. Fue testigo de lo ocurrido y temblaba. Se acercó boquiabierto. Con lágrimas en los ojos, se quedó a mi lado. Observamos aquello durante diez minutos. Hizo un reportaje fotográfico al váter.

-Eres el nuevo Duchamp, colega. Esto no lo soltaría ni un mulo hasta arriba de ciruelas –susurró con un nudo en la garganta.

El reportaje que escribí sobre este encuentro ganó el premio «Nasty Crazy Crap!» (los Pulitzer de los fancines underground amateurs en papel mate realizados por estudiantes blancos de arte de la Costa Este) de aquel año 1966. Fue ahí cuando el NY Times y el Greensboro Post se fijaron en mí. Por su parte, una de las fotografías de mi concepto biológico se convirtió en el logo de Absolute Shit durante los siguientes quince años. Pero lo más importante fue que, por ninguna razón y por todas, a partir de entonces decidí convertirme en El Mulo (no confundir con el personaje de Asimov).

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(1) Hoy día, Abolute Shit se ha convertido en un holding internacional compuesto por centenares de empresas de toda índole en el mundo de la cultura: cine, medios de comunicación, editoriales, venta de armas, etc.

(2) Gertrude Blugerman.