Interior, casa de V, casi noche. Ocho días después del concierto de Fito en la Tarraco Arena Plaza, Raúl y V se sientan frente al iMac a pergeñar algo no enteramente diferente a una crónica. Les apremia ese director de redacción imaginario, director y socio principal de La Inercia. Los aficionados esperan; incluso los que asistieron mantienen su opinión en cuarentena hasta leer lo que tiene que decir esta web sobre el bolo del de Bilbao. Que ardan las teclas.

V: ¿Empiezo yo?

R: De hecho, yo ya estoy. Mi trabajo lo hice hace exactamente ocho días. Dejé la crónica para el periódico escrita antes de ir al concierto. Toma ya vocación.

V: La mía la dejé hecha mucho antes. Cosa de un año, casi. Fue la primera crónica de este sitio, la del concierto en Reus de enero. Con Fito, hay poco lugar para las sorpresas.

R: Poco mérito tiene el 100% de aciertos. La versión de Los Secretos, de Extremoduro, de La Cabra Mecánica, el homenaje a Platero, el trocito semiácústico… Y luego lo de siempre. Podríamos autoplagiarnos.

V: Esa forma de U exageradísima, con un aplatanamiento interminable en medio. Ahí va mi resumen: «las casidoshorasymedia de siempre de Fito, altísima calidad técnica, mucho fan de nuevo cuño que ha venido aquí a botar, frialdad en los cortes del nuevo álbum». Aunque eso sí, esta vez los noté más cansados y apagados a todos. Hasta a Lichis, que en su número estuvo menos bailongo.

R: Es el problema de las giras mundiales por España interminables. Lichis lleva matando a La Cabra más de un año. Mismas canciones, mismo formato pero, eso sí, el público volcado.

V: Normal, la mayoría verían a los Fitipaldis por primera vez. Contando la media de edad, hasta podría ser el primer concierto de su vida. En cada bolo baja el porcentaje de plateristas y sube el de quinceañeras con la cara pintada; yo las vi asomadas al foso y pasé miedo. Fito, el espectáculo, ya tiene esa forma definida. No es que importe demasiado: no quiero ser tópico ni rasgarme las vestiduras.

R: Es un viejo debate, el del artista más o menos suburbial y alternativo abierto a las masas. Algunos se venden descaradamente. Fito no. Está cómodo, se le ve apoteósico y en forma, aunque las fotos proyectadas de Platero a más de uno (tres o cuatro aficionados al rock urbano que habría por allí) le pondrían melancohólico. Además, un gustazo que un tío que toca la guitarra de miedo, hace canciones de seis minutos, escribe digno y hace conciertos con un saxo, un acordeón y un pedal steel desate la euforia del respetable, y que la señora que va al Mercadona por la mañana baile rock’n’roll con sus hijos por la noche y que familias enteras sepan lo que es un Hammond.

V: El último saxofón que alcanzó estas cotas de popularidad fue el de Lisa Simpson. Todo lo que se le pueda criticar al Fito famoso ya lo tenía el coetáneo de Extremoduro y Rosendo (absolutamente todo, ¡no se ha movido un milímetro de su sitio!). La diferencia está en la máquina. Cuando antes bastaban cuatro borrachos para llenar una sala de tercera, ahora hay que buscar plazas de toros. Eso es Fito, el macroevento, y se nota en la organización. Mover algo así requiere una planificación casi militarista. Los promotores de esta gira la tienen, aunque eso inevitablemente acalle la espontaneidad y nos dé la sensación, a los que vamos a cubrirlo, de que no somos necesarios. Lo cual no deja de ser verdad.

R: Somos prescindibles, aunque esta vez sí que nos acreditaron. Se nota que La inercia se hace más grande y que de aquí a un par de años nos volveremos gilipollas insoportables y pedantes, con la fama de críticos musicales por las nubes. Eso, o que esta vez había menos demanda de acreditaciones. Empezamos a tener tablas, también en los backstages, un terreno prohibido en este tipo de giras. Se echa en falta esa informalidad del concierto de pub o del festival medio underground, ese deambular por los pasillos sin demasiada vigilancia. Supongo que hasta para los músicos es más aburrido ver que en las bambalinas de una gira de verdad hay más tíos de seguridad que ‘groupies’ en busca de su categoría de musa de usar y tirar.

V: Yo me sigo encontrando algo fuera de sitio de todos modos, aunque es cierto que prefiero pasar al camerino de Mendetz a acatar normas absurdas por necesidades organizativas. Aquí me acredité como fotógrafo (apetecía tener material propio) y me encontré con que tras las tres canciones en el foso de rigor, no podía volver a pasar con la cámara. O la dejaba, no me quedaba fuera, y no tenía donde dejarla. Perdí unos buenos cuatro temas buscando solución, y cuando logro entrar veo a toda la masa con cámaras de foto y video en alto. En ese momento, con el bajón y pelín de aburrimiento, pensé que era el concierto más parecido a un trabajo al que había ido nunca.

R: Mala cosa y bastante hipócrita, cuando ves a todo el gentío alzando sus cámaras (que sirven, a su vez, para iluminar el ‘momento balada’ de ‘Soldadito marinero’). Reconozco que desconecté bastante. Estaba allí tranquilo y satisfecho pero tendiendo al nivel cero de emoción (vibré puntualmente, con ‘Al cantar’, ‘Whisky barato’ o ‘La cuisine de Bernard’), como si estuviera en un bar o en casa escuchando un disco de Fito. No llegué a sentir que estaba por obligación. Eso debe ser algo un poco perverso. Nunca tuve que hacer la crónica de un concierto desastroso o que me hubiese horrorizado. Entonces, si uno se profesionaliza, habría que rajar y no quedaría tan bonito. Cuesta escribir sobre lo que odias, si no es con tono irónico (Por cierto, preparemos un ‘Tres canciones: Lo puto peor, conciertos’).

V: Tuvimos ese debate durante el concierto, ¿te acuerdas? Si vale la pena rajar cuando toca o es mejor venderse por una acreditación. Yo también me quedo con las que nombras, y también me sentí muy desconectado. Creo que a Fito ya le hemos sacado todo el jugo; tal vez seamos nosotros los que ya no lo necesitamos.

R: Durante un tiempo, por lo menos; el que dura el proceso de inspiración, grabación, promoción y gira de un disco nuevo. Ahora necesitamos pases para el concierto de Bunbury pero no bajo cualquier concepto. La Inercia nunca se venderá ni volverá a hacerlo.