Crecí (crecimos) viendo fotos en «la Hobby» de enormes espacios repletos de consolas, de jugadores expectantes ante las obras que estaban por venir y las máquinas que marcarían nuestro futuro. Eran lugares lejanos donde nuestra afición subterránea se convertía en celebración, santuarios de aquel lenguaje que (aún no lo sabíamos) nos hacía adelantarnos al cambio de siglo. Las ferias de videojuegos adquirían en nuestra infancia un carácter mítico; ahora tenemos una, como quien dice, en casa.

Mi primer contacto con un evento así fue en 2006, en Copenhagen. Allí asistí al D3, del que creo que sólo hubo una edición. El espacio era pequeño, modesto, pero cumplió de sobras: descubrí juegos, probé la Wii antes de su lanzamiento y pasé un buen día con su cosa festiva. Luego vino el FIVED de Córdoba, que cubrí en 2009 para Tarragona Radio, y varios intentos infructuosos durante años (supongo que ya ha prescrito el secreto) de organizar una feria en mi ciudad.

Con todo ese bagaje y esas espinas clavadas asisto a la octava edición, segunda que se celebra en Barcelona, de Gamelab, el que tal vez sea encuentro de referencia patrio. Nos hemos hecho mayores y la mística se ha perdido pero la ilusión se mantiene, así que Jose y yo cruzamos las puertas con algo de anticipación infantil. El espacio, en la Fira de Barcelona, se nos presenta pelín vacío, tal vez por ser viernes, y limitado, pero ofrece la primera impresión que esperamos de un evento así: luces, máquinas, chavalada joven y no tan joven con las manos en la masa, grandes carteles de los próximos bombazos.

Damos una vuelta rápida y  vemos el percal: fuerte presencia de Sony y Nintendo, un enorme stand cerrado de ‘Borderlands 2’, muchas paradas de formación en creación de videojuegos y alguna curiosidad llamativa. Nintendo apuesta por la 3DS, con numerosas demos de sus últimos lanzamientos y algunas cosas por venir: me enamora especialmente ‘Luigi’s Mansion: Dark Moon’, secuela del juegazo de GameCube. En su día fue ninguneado pero a mí me encandiló; el anuncio de esta secuela demuestra que el tiempo lo ha puesto en su merecido lugar. Lamentamos que la Gran N no haya aprovechado la ocasión para dejarnos toquetear la Wii U: el trasto necesita como el comer opiniones de primera mano para que podamos saber qué pensar de él.

Seguimos la ronda. Una breve pero trabajada exposición nos informa sobre ‘Castlevania: Lords of Shadow. Mirror of Fate’, nuevo trabajo del estudio español MercurySteam, también para 3DS. Lo probamos con cierto escepticismo (no entendemos el paso de sobremesa a portátil) pero nos transmite unas sensaciones estupendas. Adoro la reinterpretación de la saga que han hecho estos tipos, más cercana a lo que yo imaginaba de pequeño al jugar a sus primeras entregas que la barroca y afeminada versión del productor Igarashi.

Sony dedica casi todo su espacio a PlayStation Move y a una competición de ‘Gran Turismo 5’: ninguna de las dos cosas me llama lo más mínimo. Paseo entre muestras de PS Vita, su nueva portátil, y pruebo al fin ‘Escape Plan’, un juego al que le tenía ganas. Simpático, lucido estéticamente y con un control que exhibe las virtudes del sistema. Me gusta más que el resto de juegos, todos empeñados en probar que Vita es una PlayStation 3 de bolsillo, pese a (o gracias a) que encajaría a la perfección en un smartphone. Tal vez eso lo diga todo sobre el futuro del juego portátil.

Echamos de menos stands de Microsoft o grandes distribuidoras como Ubisoft o Electronic Arts, y sobre todo muestrarios de estudios más pequeños. A ver si se apuntan a la próxima. Por otro lado, me sorprende gratamente la alta oferta de formación: allá por 2007, cuando arranqué a investigar, este nivel de profesionalización parecía imposible. Hoy se puede estudiar creación de videojuegos, su análisis académico está más que aceptado y su industria es de las pocas que se sostiene en el derrumbe cultural. Buenas señales de un crecimiento que no se ha de detener. Pruebo ‘MiniTomic’, un juego creado por unos estudiantes, y confirmo los buenos frutos de todo esto.

La exposición histórica de MundoBit me hechiza y hace que fotografíe los trastos expuestos uno a uno. Muchos de ellos los he enseñado y explicado en mis clases de Historia del videojuego pero hasta ahora nunca los había visto en persona. Los señalo, emocionado, y me recreo con fruición en fracasos, apuestas esperpénticas, virguerías adelantadas a su tiempo y cacharros prehistóricos que aún no sabían bien por dónde tirar. Nómbrelo, seguro que estaba allí: Vectrex, Sega SG-1000, iQue, Amiga CD32, NES 2, MicroVision…

Junto a MundoBit, la empresa Factory Arcade nos hace recuperar un sueño de independencia y libertad infantil: ¡tener una recreativa en casa! Llevo tiempo encaprichado de un mueble mesa con Pac-man, Galaga y demás maravillas de la época, y sé que algún día alegrará mi salón. De momento, interrogamos a los responsables, que nos informan de que sus principales clientes son empresas de diseño, productoras y demás negocios modernetes. No es mala manera de recibir a un cliente o cuidar al empleado.

Charlamos un rato con representantes de la Academia de Cine, que están allí por hermanamiento y apoyo a la otra academia, la nueva, la de Artes y las Ciencias Interactivas, y lamentan el duro momento de su centenaria e imprescindible industria.

Después probamos la cúpula 3D de DEMBeta, una ingeniosa combinación de una enorme pantalla esférica con un proyector estereoscópico y un sensor Kinect que nos hace recuperar un poco la fe en aquello de la realidad virtual. Ya saben, la que en los 90, con ‘El cortador de césped’ y demás, parecía que iba a petarlo, y que engendros como ‘Dactyl Nightmare’ se encargaron de enterrar. Sus creadores nos cuentan que están utilizándolo en ferias de muestras y que no descartan ubicarlo en museos o incluso comercializarlo para uso doméstico. Pese al inevitable mareo y los problemas de iluminación típicos del formato, esta vez sí le vemos posibilidades.

Entramos en el stand de ‘Borderlands 2’, un espacio de lujo para un juego por el que están apostando a lo grande. Aplaudo las texturas, muy artesanales y de cómic, y el variado colorido, toda una sorpresa en esta generación gris, marrón y polvorienta. Jose me relata las bondades de su primera entrega, que nunca he probado. Capta mi atención al decir «multijugador cooperativo» y me prometo seguirle la pista. Al salir, nos regalan unas camisetas la mar de chulas y ya nos quedamos contentos.

Paso un rato a la zona de networking, donde charlo con agentes de representación surkoreanos, ojeo los informes sobre videojuegos del Institut Català de les Empreses Culturals y me asomo a una charla de uno de los peces gordos de Bioware. El programa de ponencias está cuidadísimo (¡el año pasado estuvo aquí mi admirado Hideo Kojima y me pilló de viaje! ¡Rabia!) y me hace pensar que el encuentro, por ahora, está más dirigido a profesionales que al gran público. De todos modos las intenciones y las buenas maneras están ahí: salgo del recinto diciéndome que, a partir de ahora, será un placer seguir la evolución y crecimiento de esta feria. Que es, con todas las de la ley, nuestro propio santuario jugable.

V the Wanderer