Cosas de asociaciones caprichosas: para mí, el punk rock de los 90 es un taxi desbocado pegando saltos por un San Francisco que aplaude sus cabriolas. A lo mejor es una perversión del género, una apropiación consumista o vaya usted a saber, pero creo que el punto de partida de estas bandas ya era festivo e irresponsable de por sí. No hay, de eso estoy seguro, mejor maridaje que Bad Religion, The Offspring y ‘Crazy Taxi’, el arcade más desmadrado de Sega.

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El concepto es clarísimo: recoge clientes con tu carro y llévalos a su destino en el menor tiempo posible. Cada cliente llevado a buen puerto supone un dinero bien majo y, sobre todo, unos cuantos segundos más que añadir a la cuenta atrás que nos ahoga en todo momento. Jugar a ‘Crazy Taxi’ es jugar con prisas, meterse un chute de urgencia, y eso no se puede hacer escuchando Portishead.

«Hey, hey! Come on over, it’s Crazy Taxi!»

La estética es icónica hasta la saturación, con esas camisas de flores abiertas, esos pelazos teñidos de colores y esa actitud cool de los 90 que aún daba coletazos en el cambio de milenio (los conductores desfilan entre lo genial y lo hostiable según se levante uno). Olviden las ciudades sandbox de GTA e incluso, si me apuran, de Saints Row: no hay urbe en el mundo de los videojuegos más apetecible que las del Taxi Loco. Estas poblaciones (una en arcade, dos en Dreamacast) son circuitos de obstáculos diseñados de una sola pieza en los que todo el mundo salta, da volteretas y vive al límite. El concejal de urbanismo debe de ir todo el día puesto de Red Bull.

Crazy-TaxiEl Cadillac volador.

Las físicas cartoon y el estupendo control del taxi ayudan mucho a hacer de ‘Crazy Taxi’ el frenesí definitivo. No hay tiempo para pararse y oler las flores y precisamente por ello la exploración y memorización del mapa supone un reto tan atractivo: aprende a toda prisa, sin ensayos, o se acabó el tour de force. Han pasado años y aún, cada vez que oigo arrancar ‘All I Want’, cargo en mi cerebro la ruta desde la colina hasta Tower Records.

crazy_taxi_2_charSi te abrochas la camisa te retiran la licencia.

Tan grande es la asociación entre temas y jugabilidad que la versión para PC, PS3 y Xbox 360, que cuenta con un repertorio completamente diferente por cuestiones legales, se convierte en otro juego. Una experiencia muy diferente, mucho más sosa, sin gas, sin energía. Ni me he molestado en buscar las bandas; sólo sé que pagué por ella, la encendí y me llevé un disgusto de padre y muy señor mío. Olvidémosla y aplaudamos la versión original y pura porque, como les decía, la asociación ya está hecha: si yo tuviera un Cadillac amarillo, lo conduciría a saltos y escuchando The Offspring en machaconísimo bucle.