Aúlla el tío, asomándole el pelo en pecho por la camisa a cuadros y la chaqueta de pana. Y antes le has visto por Malasaña insuflándose carajillos, montando un grupo de rock para huir de los horarios esclavos y disolviéndolo cuando acudía al ensayo como el que tenía que fichar en una fábrica. El resto es alguna clínica de desintoxicación de higos a brevas y visitas desesperadas al foniatra porque hay que cantar esta noche y la resaca es bíblica.

· ¿Quién es? Josele Santiag

· ¿Qué hace? Ex-Enemigos, ahora en solitario

· ¿Por qué mola? Por superviviente, natural e inquieto

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Me gustan todos Los Enemigos, la versión de ‘Señora’ de Serrat o la colaboración con Los Planetas en ‘Sin hueso’, ocho minutos de apoteósico ‘in crescendo’ hacia el estallido. El punk atronador de ‘Disfunción’, ese blues en estado de latencia, el vals de ‘La cuenta atrás’. Alguien que escribe una canción como ‘Me sobra Carnaval’ o ‘Paquito’ o ‘Borrico’, con esas letras tan redonditas, con ese retrato de ternura animal y esa asunción humana de tantos defectos, constatando que no, que nunca se aprende, que nunca aprendemos, que nada me han enseñado los años y que la vida mata.

Le he visto en tres conciertos: uno con banda en Tarragona presentando ‘Las golondrinas, etcétera’ (¿entre los diez mejores discos en castellano de la década? ¿entre mis tres conciertos favoritos?); otro en una repleta Sala Apolo, él con 40 de gripe; y otro en un acústico en la Sala Scumm, donde la poca concurrencia (hatajo de victimistas, que siempre acabamos hablando de lo mismo) nos convirtió en privilegiados de su esplendorosa técnica con la acústica y el dominio a la eléctrica de Pablo Novoa, su mano derecha, grande de la música y ex de Golpes Bajos. Ahora le mete mano al jazz, se pasa el metrónomo por la entrepierna si hace falta y versiona a Chavela Vargas, como todo buen rockero que amplía miras cuando deja su banda. ¿Qué es eso de un contrabajo?, aunque a decir verdad Los Enemigos le atizaban a todo y de qué manera. Hasta discos de blues hicieron.


Sala Scumm, un día cualquiera de 2007

Él tose despeinado, escupe, suda, habla con naturalidad, dejándose las dés de los participios en el camino y maldiciendo los ‘unplugged’. No ahorra tacos en su verbo ni vive en las nubes de las estrellitas. Dice que ‘Pensando no se llega a ná’ (o ‘con la filosofía poco se goza’, como cuenta una milonga del Cuarteto Cedrón argentino), así que toda esta palabrería, este bla, bla, bla, este perfil del rockero castizo del sol y sombra le traigan al pairo, como los putos años 80. Y bien hecho. Dicen que le han visto medio de relax en el campo gallego, huyendo de urbe y vicios pero siempre con su acústica a cuestas, o desarmando el tejado para hacerse un xilofón. Ahora un boogie que guiña al jazz, después una balada, luego un año sabático.

Portadaza ¿no?

¿Y las letras? Pues las letras son letras y no son poemas, que pueden hablar de la fe, la muerte o la incertidumbre vital. “Asumí el reto de hacer una letra en serio sin parecer un mamón”, dice. Dice que la verdadera perversión está en la música ligera. Que los rockeros son unas hermanitas de la caridad, también dice, y que ‘Ole, papa’, su mejor canción en solitario, no la escribió por su padre, no como otros. Aunque cuentan las crónicas que el otro día la tocó, se la dedicó y acabó el concierto llorando.

raúl