Pintor de vanguardia, poeta, escritor. Periodista, farmacéutico, cocinero, guardabosques. Sindicalista, anarquista, revolucionario. Todo ello y más fue Kenneth Rexroth, a quien Jack Kerouac definiría como “padre de la escena poética de San Francisco” y que sería una figura imprescindible tanto para la poesía estadounidense como para los movimientos contraculturales posteriores. El relato de una parte de su paso por esta tierra, Novela autobiográfica, nos ha llegado en español traducido por Carlos Manzano y gracias a la editorial Pepitas de Calabaza. Pionero fundamental de la ideología que convertiría posteriormente San Francisco en la meca de los beatniks, hippies y mochileros que se lanzaron a explorar carreteras y montañas, Rexroth fue un modelo a seguir para numerosos poetas, aunque a menudo se le pierde el rastro entre influencias y se olvida la relevancia y el papel protagonista que tuvo en esta historia. Su vida —tan ligada al arte, los movimientos políticos radicales y el misticismo sincrético— nos ayuda a comprender la gestación de estas corrientes desde su germen, con el detalle que sólo puede compartir quien entró y vivió en ellas hasta el fondo y desde el fondo.

Nacido en 1905 en South Bend, Indiana, la narración de Rexroth aborda desde los orígenes familiares previos a su nacimiento hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial. El espectro de su vida, que enmarca casi la totalidad del siglo XX, nos deja el marco detallado de algunos de los grandes movimientos literarios y políticos que forjaron la contracultura estadounidense secular. La publicación de esta autobiografía ofrece al lector en habla hispana por primera vez un relato en primera persona de lo que fueron el Renacimiento de Chicago, la bohemia neoyorquina de Greenwich Village, los movimientos sindicalistas y radicales de izquierdas, y la semilla de las posteriores revoluciones culturales y literarias de los años cincuenta y sesenta. Y todo ello aderezado con las dotes que Rexroth poseía para contar historias, dejando a su paso una narración basada en la transmisión oral y generacional de los bardos.

No es baladí la naturalidad oral que el lector encuentra en el papel, ya que esta historia no fue escrita sino dictada y transcrita. El uso de la lengua literaria a la par que coloquial —lo cual no deja de ser un eco del habla natural reivindicada por William Carlos Williams— queda ampliamente plasmada en su búsqueda formal (“he pasado toda mi vida esforzándome por escribir tal como hablo”) y empapa las páginas de su Novela autobiográfica. Esa lengua coloquial con que Rexroth cuenta al lector su propia vida se mantiene en las casi ochocientas páginas del volumen desde el mismísimo germen de la creación de la obra. Más que pereza por parte del escritor, lo que este imprescindible detalle denota es la intención directa de hacer del relato una transmisión oral que deje constancia de las peculiaridades de su infancia y adolescencia, así como de su vastísima vida intelectual. La cualidad oral de la narración, más acentuada en algunos pasajes y más sutil en otros, ofrece al lector tanto un tapiz de sucesos entrelazados como un desfile de vidas de personajes, algunos de ellos históricos, que convergen en diversos puntos de la apasionante vida del escritor de Indiana.

De formación heterodoxa y prácticamente autodidacta, su constante fusión de arte y vida lo convirtió en un hombre capaz de dominar tanto las artes como las ciencias y de buscar una constante integración de lo físico, lo intelectual y lo espiritual. Nacido en una familia de librepensadores a la sombra del pietismo alemán, con una “ética de los hombres libres que se crían en un país libre”, Rexroth fue un intelectual hecho a sí mismo, con escasa presencia en la escuela y las aulas universitarias. Esa educación no institucional se forjó no entre guías estériles, sino a través de un equilibrio entre un empirismo directo y una excepcional avidez lectora, que no deja de subrayar y que a su vez nos teje un mapa de influencias desde su temprana juventud, en que despachó “la mayor parte de la narrativa mundial importante en la adolescencia, como debe ser”. También fue pronta y precoz su inmersión en movimientos radicales de izquierda, sindicalistas y anarquistas, visitando por primera vez la bohemia del Greenwich Village con sólo nueve años y conociendo a intelectuales como Alexander Berkman o Emma Goldman, o dejándose caer asiduamente, en su adolescencia, por el Bug Club de Washington Square de Chicago, un “foro público de creación espontánea”, preferible como lugar de aprendizaje más que cualquier escuela o institución. En cierto modo, Novela autobiográfica es también un recorrido por esa educación en constante desarrollo, más en conjunción con el mundo exterior y que se construye simultáneamente desde el intelecto y la experiencia. Así, tan importantes fueron para su instrucción sus amplísimas lecturas sobre diversos temas como los salones de té bohemios de Chicago, que describe generosamente ofreciendo un retrato detallado del renacimiento cultural y artístico de la ciudad, sin duda uno de los más destacables recorridos de su autobiografía.

Kennet Rexroth

En definitiva, lo que Rexroth ofrece con estas páginas no es sólo descubrirnos el hombre ecléctico que fue, sino tender con su mano al lector una joya única tallada por la historia literaria y política, y los recuerdos personales. Directa y honesta, su autobiografía está cargada de información de gran valor sobre algunos de los movimientos literarios estadounidenses de siglo XX, como el testimonio del San Francisco de la Gran Depresión de 1929 y el panorama cultural de la ciudad, que se fue desarrollando hasta convertirse en el floreciente Renacimiento Literario de San Francisco, para el que Rexroth fue una pieza clave. Es bien sabido por los conocedores de la época que todos los círculos artísticos de la ciudad tuvieron, en algún momento, algún punto de conexión con él y que prácticamente todos los poetas pasaron por su salón. Y no menos destacable es su inmersión —aunque periférica— en el Renacimiento de Harlem, comprendiendo bien la obra de sus intelectuales y poetas. Langston Hughes, a quien Rexroth conoció personalmente, fue el primero en recitar jazz en Nueva York mientras Rexroth lo hacía en Chicago. Ese primer acercamiento a una estética jazzística de la poesía recitada que más tarde se apropiarían y extenderían los poetas de la Generación Beat nace, esencialmente, de esa cultura seminal.

Por todo ello, Novela autobiográfica es el terreno fértil, el compost inicial de los primeros destellos de los escritores beat, de los hippies, del teatro radical de los Diggers de San Francisco. Es entrar en la época dorada del anarquismo estadounidense de los años veinte, en un mundo ya extinguido pero cuyo anhelo parece regresar una y otra vez. Porque aquello que Rexroth experimentó en su infancia y que configuró al artista y la persona que fue (el amor libre, el feminismo, los límites raciales como artificiales y la izquierda radical) siguen siendo, aún a día de hoy y de forma cíclica a través de las décadas, objeto de debate, conversación y lucha política. En las páginas de Novela autobiográfica pueden hallarse o no ciertas claves, pero seguro un aprendizaje vital: el de un intelectual y artista excepcional, contador de algunas historias que merecerían almacenarse en la memoria colectiva para no ser olvidadas.

Título: Novela autobiográfica

Autor: Kenneth Rexroth (traducción de Carlos Manzano)

Editorial: Pepitas de Calabaza, 768 pp.

ISBN: 978-84-15862-47-5