Es una apuesta arriesgada. Quizá no sea el primero en haberlo intentado. Pero Ramachandran, en fin, no es uno cualquiera. Y esto no va solo del estudio del cerebro, aunque el título pueda confundir. La cosa va más allá: de qué manera el estudio de pacientes con trastornos neurológicos tiene consecuencias en el campo de las humanidades, la filosofía o el arte. Hablemos de la conciencia, del libre albedrío o preguntémonos si existen unos universales estéticos. Y todo esto después de haber tratado a pacientes con síndromes neurológicos raros, que a la mayoría de los mortales nos puede sonar a película de terror. En fin, uno de los neurólogos más importantes de las últimas décadas dio una serie de conferencias en Reino Unido (las conferencias Reith, inauguradas por Bertrand Russell en 1948) con la intención, bastante encomiable, de tender puentes entre esas “dos culturas” de las que habló C. P. Snow. El resultado es de lectura agradable y fácil acceso a profanos, como quien escribe estas líneas. El puente, no obstante, parece que a ratos se tiende más bien hacia al lado de las ciencias, o las neurociencias, en un enésimo intento de buscar todas las respuestas en complejas sinapsis. Nada que reprochar: a veces, a filósofos y demás humanistas les sienta bien una buena sacudida.