La gente no va por la calle con camisetas de Ray Manzarek. Ray Manzarek no murió en París a los 27 años de un paro cardíaco dejando un bonito cadáver. Ray Manzarek no escribía libros de poesía que contenían páginas con un único verso. Ray Manzarek no decía “soy un asesino fantasma presenciando toda mi bendita sanción” y se creía poeta. Ray Manzarek, que estaba zumbado, no fumaba y abría luego las puertas de la percepción. No era visionario, ni chamán del escenario, ni poeta del rock, ni provocador, ni borracho kamikaze. Ray Manzarek no era nada de eso y muchísimo más. Por no ser, no es ni leyenda, porque el ‘loser’ sigue vivo y así no hay quien pueda.

· ¿Quién es? Raymond Daniel Manczarek

· ¿Qué hace? Tecladista de The Doors

· ¿Por qué mola? Porque sus teclados son el verdadero fuerte de la banda

· ¿Desea saber más? Le encontrarán en su web oficial

Sí tocaba. Sí era, en cambio, el espectacular teclista (y bajista) de The Doors, espléndida banda liderada y vampirizada por Jim Morrison. Sí tuvo, a su vez, que aguantar las neuras de ese líder ególatra, aclamado por el público y devenido en un alcohólico vulgar, insoportable y maleducado. Sería injusto achacar el olvido de Manzarek (y el resto de músicos) a la personalidad caótica de Morrison. El fútbol es así, diríamos. Es, más bien, resultado de la historia, y de esa ley musical por la que el ‘frontman’ tiene las de ganar.

Lo que considero más grave es la identificación exclusiva de The Doors con su cantante, cuando el grupo fue mucho más. Además de llevar la iniciativa en la fundación de la banda, Manzarek era el guía en lo musical, en un sonido en el que las guitarras de Robby Krieger edulcoraban las melodías de esos teclados omnipresentes que iban de la solemnidad a los ritmos bailables y casi de feria, alegres, de pachanga, irreverentes ante la filosofía Morrison.

Escuchen una canción al azar de su discografía y verán la peculiaridad de los órganos, el cariz distinto que otorgan al repertorio de rock, también ‘sui generis’ por no hallar un bajo en muchos de los temas. Los himnos emblemáticos del grupo sobresalen sobre todo por el teclado y sus piruetas alargadas en melodías que plácidamente pueden ir más allá de los seis minutos. ¿Qué hace Jim Morrison en esos pasajes musicales en los que Manzarek se esfuerza por retorcerse y caer de pie tras el más o menos enrevesado desfile de notas? Pues se conoce que en directo montaba su show de animal primitivo, entraba en trance, hacía cucamonas y se lanzaba a los espectadores de las primeras filas (qué malo es el peyote), algo que me resulta irrelevante cuando escucho sus discos.

Manzarek, musicazo mucho más allá de sus otrora superlativas patillas que envidio con envidia cabrona (aunque algo frondosas para mi gusto), se luce en las largas ‘Light my fire’ y ‘Riders on the storm’, dos de las banderas de la banda pero también en ‘Alabama Song’, ‘Land Ho!’ o ‘Ghost song’. Todo el grupo suena poderoso en temas como ‘Love me two times’ e incluso en la enorme y enigmática ‘Spanish caravan’ el protagonismo lo adquiere la guitarra flamenca, aunque la voz de Morrison tiene aquí gracia.

Jim, el viejo Rey Lagarto, está sobrevalorado. Vale que cuando se marchó de The Doors el grupo fracasó y dejó de tener sentido pero lo que me molesta es que se ensalce en exceso la figura de Morrison (igualito me pasa con algún otro, como Kurt Cobain, un cobarde suicida) cuando lo que realmente importa es el magnífico legado musical en el que tuvo mucho que ver Ray Manzarek, el nombre que a V the Wanderer le recuerda a Armin Tanzania, el fugaz personaje (auténtico Seymour Skinner) en ese capítulo loco de Los Simpsons. Lo demás es envoltorio, filosofía hippie, mito, márketing. ¡Ah! y nos queda John Densmore pero ¿a quién le importan los baterías?

raúl