Imagino que conocen a los muchachos de la Revista Mongolia, que cada mes con su revista y cada día con su Twitter se dedican a zarandear conciencias y a tocarles los cojones a los sectores más rancios y más «CUCÚ» de la sociedad. Con algo más de 3 años de publicación, libros en el mercado y varios miembros de la derecha el moderado centro político tan «ilustres» como tertulianos de esos canales de la TDT que todos conocemos, los mongoles toman los escenarios con Mongolia, el musical, que por fin llegó a Valencia gracias a La Rambleta.

Mongolia el musical

Mongolia, el musical es una versión chutada, puesta de esteroides, del Mongolia’s Medicine Show con el que se recorrieron España y consiguieron amenazas de varios capillitas por usar en un cartel a la Virgen de la Macarena, hit que repitieron con esta nueva iteración.

Así las cosas, ya se imaginarán que el chou de los mongoles, representados en el escenario por Edu Galán y el dibujante argentino Darío Adanti, no es apto para votantes del PP, ni tampoco para los de su marca blanca con gorra del revés y monopatín, Ciudadanos… aunque como experimento sociológico («ah, como Gran hermano», dice un pobre diablo) sería interesante llevar a uno y atarlo a la silla como en el experimento Ludovico.

En la hora y media de espectáculo, que empieza con esa bomba de neutrones que es Revuelta juvenil en Mongolia, Galán y Adanti diseccionan con cuchillo de carnicero varios aspectos de la realidad española, como las puertas giratorias, la desnortada borbonía, o el timo de la estampita el mundo del emprendimiento. Todo esto hilado con chistes populares como el del dúo cuyo tercer e inesperado miembro sufre un encuentro cercano con el suelo. Vamos, el de «van dos y se cae el del medio».

Mongolia - máquina del humor popular

Sobre el escenario, Adanti, que se explica maravillosamente, adopta un papel más comedido que el de Galán, que es una auténtica bestia escénica. El Psicólogo Patilludo™ grita, berrea, salta, le mete patadas al suelo, dedica improperios a gente que lo merece y está desatado. Habrá a quien le parezca excesivo. No es mi caso, desde luego, que disfruté como miembro de Nuevas Generaciones en after.

Mongolia, el musical resulta un no parar de hachazos, puñaladas y bombardeos a la actualidad española, que hace soltar carcajadas tanto como te cabrea al pensar en cómo nos están tomando el pelo desde hace décadas. Como dijo el sabio, «si es que al final te tienes que reír».

Mongolia - Galán, Adanti, Rapa

Después del espectáculo, pudimos disfrutar de una entrevista-coloquio guiada por la analista de medios Mariola Cubells, directora de relaciones externas de La Rambleta y que ya se ocupó de la charla postmonólogo de Ignatius.

Esta nueva entrega de Factoría Rambleta no contó con Edu Galán, pero sí con Fernando Rapa, fundador y codirector de Mongolia (la revista, no el país) y con Adanti.

En la interesantísima hora que duró el coloquio, se trataron temas como los límites del humor («nadie habla de ponerle límites a la épica», comentó Adanti), los referentes satíricos de la publicación (se habló de Hermano Lobo, donde plumas de primera línea escribían humor), o de la sobreprotección con las minorías, con las que parece que no se puede hacer un chiste porque se puede tomar como ataque, algo con lo que ni Rapa ni Adanti (ni este juntaletras que aquí suscribe, ya que estamos) están de acuerdo, pues «se les hace flaco favor» al tratarlos con condescendencia y paternalismo, como si no pudiesen defenderse ellos mismos, aparte de que «se da por hecho que el chiste es a su costa» cuando se puede hacer una exageración satírica de los energúmenos que oprimen a dichas minorías para ridiculizar a los opresores, y no a los oprimidos. También comentó Adanti que lo han invitado a un coloquio sobre límites del humor en el que él es el único humorista, y que «a nadie se le ocurriría hacer un coloquio sobre periodismo y que solo un invitado fuese periodista», además de criticar la falta de capacidad crítica y el puritanismo judeocristiano de ciertos sectores de la izquierda, de quienes dijo que «de sensibles tienen mucho, pero de inteligentes poco».

Parece que el humor aún lleva ese estigma de «poco serio» solo porque produzca risas, pero como el propio Mongolia, el musical* demuestra, aparte de hacer reír, la comedia puede servir de catarsis y como medio para abrir los ojos a la realidad. Si tienen ocasión y los mongoles invaden sus ciudades, acudan a esta reparadora y sanísima sesión de sátira, mala leche y sabiduría. No se arrepentirán.

Revista Mongolia

*Puede que no se cante.

@UnTipoConBoina