(Hace unos días Anlololo les habló de ‘Nasu: Andarusia no Natsu’, el anime de ciclistas en Andalucía, y me cedió el testigo para hablarles de su segunda parte. Lo recojo aquí encantado.)

No hagan caso al biopiquismo y a la épica de campeones que les vende Hollywood: las mejores historias de conquista extrema son las que admiten y se aferran a la melancolía, a la pérdida. Cada campeón que dedica la vida entera a su oficio lo hace despachando todo lo demás, viviendo al margen de todo un universo posible que, con bastante probabilidad, le daría más orden y plenitud que la victoria. Toda hazaña personal es una conquista de lo inútil, como dirían Herzog o Lionel Terray, y esto no las hace menos loables sino más bellas y poéticas. Porque todo en la vida, a fin de cuentas, es inútil, pero todo tiene valor.

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Pepe Benengeli ha ganado. Libró una batalla mínima (en tierras andaluzas), un logro que sólo le importaba a él, un desquite en un día de soledad y fracaso, y la jugada le salió mejor de lo esperado. Ahora es líder de su equipo ciclista y le va bien, se le ve tranquilo, sanote. ‘Nasu 2’, mediometraje firmado por Kôsaka Kitarô en 2007 en el estudio Madhouse, no es la historia de un campeón que brega por mantener el título ni la de un triunfador al que el éxito hace perder el norte. No esperen nada de eso: ‘Nasu 2’, que lleva por subtítulo ‘Un pájaro migratorio con maleta’, ni siquiera es la historia de Pepe sino la de cómo su compañero Ciocci se enfrenta a la pérdida de su amigo Marco Rondanini, legendario ciclista que acaba de suicidarse.

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Así, ‘Nasu’ sigue jugando a reflejar el ciclismo real y tontea con el trágico final de Pantani, campeón y leyenda que puede que se quitara la vida o no tras una larga depresión. La muerte afecta a todo el equipo PaoPao y gran parte de la cinta (apenas son cincuenta minutos) se dedica a una introspección sutil, contemplativa, incluso agradable. Ciocci decide seguir adelante y competir en una prueba en Japón: el clímax del relato no se articulará tanto como duelo entre rivales, como juego de suma cero en el que volcar nuestras apuestas, sino como acto de vitalismo extremo, como una reivindicación de la vida. En ‘Nasu 2’, el deporte es espacio de fraternidad y apoyo, de la conquista de uno mismo, que no tiene nada de inútil.

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Todas las historias de deporte deberían ser así. Pasando del ganar o perder y dedicándose al morir y (especialmente) al vivir. Poniendo a hombres sobrehumanos en fuga. Si lo que se ha contado hasta ahora les parece sombrío y espeso, olvídense: ‘Nasu 2’ es pura alegría, incluso jugueteo infantil. Como relato deportivo se tienta lo liminal (el deporte, como buena proeza, es siempre límite) pero sobre todo se celebra el éxtasis atlético, la inmediatez de la prueba, el movimiento, el sentirse bien con lo inmediato. Para que me entiendan: la carrera final tiene más que ver con aquella prodigiosa persecución que Miyazaki firmó en ‘El castillo de Cagliostro’ (ahora que lo pienso, ¿no se parece Pepe a Lupin?) que con los agónicos combates de Rocky.

‘Nasu 2’ es anime difícil de conseguir y eso, en estos tiempos en que todo queda a dos clicks de distancia, le da cierto valor especial. Ni está editada en nuestros mercados ni tiene pinta de que vaya a estarlo; hizo las rondas hace unos años por torrents y similares pero parece que ya nadie la comparte. La duración de mediometraje (algún día hablaremos de su implantación en el mercado japonés gracias al OVA) le permite ir más allá de la condensación y el aguijonazo del corto sin tener que comprometerse con el desarrollo y los tempos del largo. Vale la pena rebuscar y hacerse con ella (defenderíamos el método legal, pero vaya) para enchufársela como programa doble con su primera parte y descubrir esos grandes temas encerrados en narrativas pequeñas, modestas, casi tímidas.

El ciclismo como reflejo del seguir adelante, el deporte como sinécdoque de la vida, no como pulsión de muerte sino como celebración de la existencia, el movimiento como algo alegre y que devuelve el contacto con la vida y no como sangre y sudor: ojalá hubiera más ficciones deportivas como estas ‘Nasu’.

Tres canciones, 260. La elección de V

HONDA TOSHIYUKI – ‘THUNDERKISS’

Los score de ambas ‘Nasu’ corrieron a cuenta de Honda Toshiyuki, lo que nos viene al pelo para reivindicar un poco su producción y destacar, si no lo hemos hecho ya lo suficiente, el poderío que tiene el jazz nipón, con figuracas (arraigadas también en el anime) como Onno Yuhji o Kanno Yôko. Pónganse esta ‘Thunderkiss’ y díganme si se les ocurre un jazz más disfrutable y vivo.

 @VtheWanderer