Entre cruzarse España en un viaje y redactar una noticia sobre el sorteo de un play off de ascenso a Segunda B no hay diferencia. Las dos cosas son hacer un poco el Labordeta, pese a que reduzcamos la figura del cantautor aragonés a su faceta de presentador. Mi pequeño Vietnam, mi particular Puerto Hurraco fue en 2008, en un viaje a Sangonera la Verde, provincia de Murcia, para cubrir un partido del Reus en la promoción de ascenso, en aquellas madrigueras de Tercera División. Todo transcurrió con normalidad: el Reus perdió, hubo invasión de campo, jaleo y el entrenador acabó detenido por la Guardia Civil. Hasta, como periodistas, fuimos al cuartelillo de Murcia para intentar indagar un poco. El día después, en rueda de prensa, el técnico dijo al borde de la lágrima de emoción que los agentes le habían llamado ‘catalán de mierda’ y él, entre la eliminación y el orgullo herido, no pudo evitar el forcejeo.

La etiqueta de España profunda tiene un uso peyorativo, un filamento de mofa que hasta podrá disfrutar de empleos secesionistas, pero a mí me gusta ese ruralismo inquietante, un provincianismo insondable que se desvela a veces en áreas de servicio, carreteras nacionales, autovías y también en bombos para dictaminar los cruces de una eliminatoria futbolística. Por encima de todo, soy fan de las empresas que, en un ademán un poco monopolístico, adquieren el gentilicio y se lo asignan al gremio en cuestión. Hablo de Cordobesa de gunitados (un tipo de hormigón), Isleña de motores, Albaceteña de explosivos, Tarragona de techos, Alcarreña de montajes industriales, Castellonense de ganados, Murciana de vegetales, Riojana de gunite (más hormigón) o Turolense de pavimentos. Marketing así de finolis, de patria chica arraigada al lugar, se descubre en un trayecto por terruño intermesetario, por ejemplo.

LABORDETA-UN-PAIS-EN-LA-MOCHILA

Igual que cada provincia o cada pueblo tiene su potencial firma líder del sector, cada localidad, por pedanía que sea, va a disponer de un equipo que en junio se colará en un sorteo para subir de categoría y con ello veremos en el espejo nuestras miserias de infrafútbol pero unos cientos kilómetros más allá. A veces hay sonoridades irrenunciables. La Balompédica Linense, en la Línea de la Concepción, se lleva la palma. Si tal club no cabe en un titular, igual es porque hay que leer todo su nombre como un verso, Ba-lom-pé-di-ca Li-nen-se, un octosílabo de las catacumbas futboleras de las Españas. Por eufonía, ya me dirán si no tiene ese significante más enjundia que Bayern de Munich. La Real Sociedad Gimnástica de Torrelavega es otra de esas entidades que, sólo en la forma, rezuman grandeza.

Pero hay más ejemplos, y aparecen justo en estos días de ascenso y descensos. No siempre uno tiene la oportunidad de hablar del Atlético Sanluqueño, del Arandina, del Jumilla, del Real Sporting San José, del Peña Sport FC, del CD Choco o del Caudal Deportivo. No hace falta tampoco informarse para escribir de ellos. No te dirán que juegan de maravilla, al toque, tirando hipotenusas, combinando en rombos, cuadrados y dodecaedros, arropando el balón con el amor de Roberto Sedinho. Más bien perpetrarán un fútbol ramplón, convertirán su campo en putas ratoneras y le darán al patadón buscando un tío arriba que la baje y haga algo. Penarán, sobrevivirán, harán lo que podrán, como se subsiste en esas latitudes.

Un paseo por las rondas de play off son unos cuantos capítulos de ‘Un país en la mochila’ y también recibir esa humildad de saberse pequeño. Reacciono igual, como una molécula en la inmensidad del universo, sabiendo que han descubierto un exoplaneta y que a mi equipo de barrio o de pueblo le ha eliminado un rival gallego o canario. Son campos inabarcables para mí, y para muchos, aunque algunos quisieran y osaran abrazarlos. Gonzalo, que se pasó años cogiendo crónicas de las categorías más bajas de Catalunya, soñó un día con que se equivocaba y empezaba a escribir sobre la regional de Francia. A Joan un entrenador le dijo que podía opinar sobre la Premier League pero que la Tercera Territorial le iba grande.

Tres canciones, 276. La elección de Raúl

JOSÉ ANTONIO LABORDETA – SOMOS