Dice el consenso que era hora de retirarse, que la decisión ha sido acertada y que R.E.M. habían dicho todo lo que tenían que decir. Que su momento de plenitud ya pasó y la segunda mitad de su carrera fue una larga coda. Que tenían que haber hecho como Bill Berry e irse todos a cuidar de su granja. Pues será verdad. Yo mismo llevo sin echarles una escucha seria cosa de varios años, pero qué penica, ¿no?

Mi momento de adicción a R.E.M. fue poco antes del cambio de milenio, allá por el estreno de ‘Man on the Moon’, de Milos Forman. Ya estaban, dicen los entendidos, en esa larga decadencia, pero cómo me entraron. ‘The Great Beyond’ y ‘Man on the Moon’ fueron mi droga durante demasiado tiempo y hasta me hicieron magnificar la película. Tenía 16 o 17 años, imaginen el salto: poco antes había comprado el cedé de Lou Bega (‘Mambo Number 5’).

Era el momento de desarrollar gustos propios y los de Athens llenaron el hueco sin problemas. ¡Qué complicidad sentía cada vez que se asomaban al erial de Los 40! R.E.M. eran mi banda, una de las primeras cuyas caras y nombres memoricé con interés. Michael Stipe. Peter Buck. Mike Mills, ese bajo (¿sabía yo lo que era un bajo?). El batería que se fue.

Así se me presentaron a la vez el cine de Milos Forman (no, ya había visto ‘Amadeus’ en clase), el enérgico rock alternativo de los de Stipe y el pre-post-humor de Andy Kaufman. Descubrí que en la música y en la risa se podía ir mucho, mucho más lejos, se podían contar cosas o retorcer mentes con herramientas refinadísimas.

De ahí pasé, naturalmente, a las consabidas ‘Losing my Religion’, ‘Shiny Happy People’, ‘Everybody Hurts’ o ‘It’s the End of the World as We Know It (And I Feel Fine)’. Melodías trabajadas, luminosas, banda alineada, una voz vibrante y llena de, ¿cómo decirlo? hambre de emociones. Sí, eso era R.E.M.: luminosa voracidad de emociones.

Más tarde (no mucho), me regalaron ‘Reveal’, mi momento de verdadera comunión con la banda. La puesta en perspectiva. No todos los temas estaban a la altura, de acuerdo, pero los que lo estaban no tenían igual. ‘Imitation of Life’, a la que las radiofórmulas quemaron, aún suena de maravilla. ‘She Just Wants to Be’ tenía una urgencia acústica, triste y ansiosa, que se enquistaba. Y luego estaba ‘I’ll Take the Rain’, joya melancólica y poética que envío directa al Tres Canciones.

Luego, siguiendo la exploración, descubrí los orígenes (‘Begin the Begin’ o ‘The One I Love’) y toda la amplitud de los de Athens. Por qué se les llamaba post-punk. Lo bien que sonaban con la batería de Berry. El bajazo de ‘Pilgrimage’. La actitud librepensante (¿se parecieron alguna vez a algo que no fueran ellos mismos?).

Podría decir que me despedí de R.E.M. con aquel recopilatorio llamado ‘In Time’ y la reconstrucción de ‘Bad Day’, una vieja rareza que ahora sonaba limpia, excitada y fuerte. Ése fue uno de los últimos temas que me enamoró. Luego, no sé, el tiempo había pasado y las cosas iban y venían más rápido a aquella edad. ‘Around the Sun’ me pilló lejos, aunque ‘Leaving New York’ circuló por mis reproductores más de una vez.

Llega el presente y ‘Collapse into Now’, al que me acerqué con curiosidad y cariño pero (confieso) aún no he escuchado entero. Cierra con Patti Smith; sólo por eso ya vale la pena. El epílogo de mi historia con R.E.M., o una premonición curiosa, había tenido lugar unos pocos meses antes: las navidades pasadas me regalaron un tocadiscos y una buena colección de vinilos entre los que se encontraban ‘Out of Time’ y un ‘Best of’ del 91. Repasando el trayecto que hemos hecho juntos, veo que además han envejecido bien. Qué alivio: en mayor o menor medida, sus toneladas de buenos temas siempre seguirán ahí. Y mira, a lo mejor me enchufo luego la peli de Jim Carrey.

V the Wanderer