Hay músicas en la historia marcadas a fuego por el formato. El medio es el mensaje, que diría McLuhan. A Glenn Medeiros hay que escucharle en vinilo, a Pnau en mp3 y a Los Sobraos, inconcebible no padecerles en cassette, a poder ser grabado, empapelado en una amalgama de etiquetas remendadas, hasta que se salten los cachitos de hierro y cromo, como cantaría Kiko Veneno.

En cintas de 60 y 90 recuerdo una de las propuestas más insufribles y estrambóticas de la música popular. Los Sobraos no eran un grupo flamenquito heroinómano al uso, en la senda de Los Chichos o Los Chunguitos; no se descarta que ya tuvieran antecedentes antes de meterse en un estudio. Si no, el disco ‘Rumbamola’, un título que esconde por lo menos dos mentiras, merece condenar a unos tipos que ya en los 90 hablaron inglés, al menos con el fin de pedir permiso a los Gallagher para versionar ‘Wonderwall’.

No contentos con eso, le metieron impune mano a ‘Zombie’, de The Cranberries, y ahí se aprecia plenamente la aportación principal del grupo: rumba enlatada (o flamenquito, género que Alejandro Sanz pondría de moda años después con el disco más vendido de la historia del pop en español) y una base dance simplona, acelerada, nainonás y lalolailos a mansalva, goma 2 para el escuchante púber cuyo maleable gusto musical está en edad de crecimiento.

Alcanzado tal nivel de eclecticismo, ya no fue difícil reinterpretar a Laura Pausini y a La Unión, rapear con ‘Te informo’ (‘tiqui-tiqui-tiqui, porompompero’, escucho ahora, mientras bajo a los infiernos), pasar por la apisonadora a Alaska o Golpes Bajos y atreverse con composiciones propias. ‘Quiero verte’ y ‘La buscaré’ son las banderas. No pretendo entrar en la crítica fácil de una forma demasiado pintoresca; aquello fue sólo una fórmula, la de juntar electrónica (ejem) y ventiladores, para facturar música de mierda, acaso para rellenar con notables cachés (entonces) las fiestas mayores de pueblos y barrios.

Más bien me limito a alertar del intrascendente regreso de este trío. Los Sobraos, que nunca se fueron, han vuelto en este 2010, más jóvenes, más rubios, menos angloparlantes. De momento la repercusión socio-política es mínima, más allá de su blogspot y una nota de prensa que asegura que el grupo en los 90 también triunfó en el extranjero. ¡Qué fácil decir con los años que tu disco se vendió en Japón o en Francia, y qué indemostrable!

La nueva canción se llama ‘Un beso muy happy’ (eso, que no se pierda al menos el guiño al verbo de Shakespeare) y ahora ellos hasta lucen su youtube, porque estos Sobraos 2.0 tienen claro el papel fundamental de las TIC y la pujante buena salud de la industria musical. Aun así, esta vuelta no pasa de un mal chiste. The Police pueden volver por dinero. Los Sobraos pueden volver como mucho para que les paguen la cena (un bocadillo) antes de actuar.

Han pasado ya los tiempos de la etiqueta ‘Anunciado en televisión’ de los discos. Si alguna vez estos tres o cuatro gitanos fueron alguien, ahora deberán picar piedra, como hacen la mayoría de triunfitos, King África, Azuquita o Coyote Dax, como informa VtheWanderer. Todos ellos gozaron de fama catódica pero ahora malviven (pero ahí siguen) en backstages de Tercera Regional. Artistas de saldo para las asociaciones de vecinos de periferia que van de grandes. Junta 200 euros y Los Sobraos 2010 irán a tocar a tu casa. Bueno, junta 100. Por lo menos, siempre les quedará la droga para pasar el mal trago. Y a mí me lastra ese inolvidable “in yor jeeeer, sooombi, sooombi” que ahora suena en mi doble pletina, cinta First Line, High Position (es una licencia poética: escucho un mp3 como una casa).

raúl