Tenemos cuatro viñetas en la pantalla. En una de ellas vemos a un hombre con vendas junto a un árbol en el que está posado un cuervo. A su lado, una puerta y un cuadro de un árbol similar, de cuyas ramas cuelga una manzana. En la esquina inferior izquierda, el mismo hombre (¿más joven?) está apoyado en una torre, frente a un cuenco, mientras piensa en un símbolo rojo en forma de espiral. Pulsamos en el cuadro y hacemos zoom. Repetimos la operación con el cuervo. Ahora, ambas imágenes están conectadas. Nos acercamos al cuenco y movemos la viñeta de izquierda a derecha, de forma que quede justo debajo de la manzana. Con la imagen conectada, el cuervo echa a volar, agitando la rama, y la fruta cae en el cuenco. Puzle superado.

gorogoa

Esto es Gorogoa, un puzle narrativo que también podría definirse como cómic-juego (recuerda, aunque de forma mucho más compleja, a las propuestas de la saga Framed) o cartas-cuento. Al preguntarle por la relación entre narrativa y puzles, Marçal Mora, autor del imprescindible ensayo Rompecabezas, distinguía entre tres estrategias: puzles que se intercalan en el relato (a la manera, por ejemplo, de las aventuras gráficas tradicionales), alternancia entre dos modelos diferentes de juego (a la Catherine) e integración de tal modo «que forman parte de una misma cosa». Esta tercera es la más difícil, y es la que usa Gorogoa: el movimiento de sus piezas recompone el puzle y activa la narración. La historia se nos cuenta en la interconexión de sus fragmentos.

Con cuatro viñetas que podemos explorar, mover y conectar con calma, Gorogoa nos invita a perdernos en su mundo, en su ambigua trama llena de saltos temporales e imaginería mitológica, desvelándonos poco a poco los mecanismos de su sistema de juego hasta alcanzar niveles de refinamiento asombrosos. El juego entero es una colección enorme de piezas interconectadas, de partes que se apilan y acumulan y elementos que brotan y crecen, de ruedas de reloj que crean reacciones en cadena al entrar en contacto. El mundo entero de Gorogoa está hecho de unas conexiones ocultas que, aunque nunca nos revelen su significado último, dibujan un mapa general de la interdependencia. Nada en él es su propia causa, nada existe sin consecuencias.

Gorogoa es una experiencia tranquila, amable y contemplativa, que puede completarse en menos de un par de horas y que su autor, Jason Roberts, ha diseñado, programado y dibujado a mano durante más de cinco años. Una fascinante miniatura interactiva que no se parece a nada más que a sí misma.

Gorogoa (Jason Roberts, Annapurna Interactive, 2017)

Windows, iOs, Switch, PlayStation 4, Xbox One, Android

90-120 minutos