La principal virtud de Momo, protagonista del libro homónimo de Michael Ende, era la escucha. Mientras todos los adultos de su pueblo se rinden al estrés y al mantra moderno de “no tengo tiempo”, Momo siempre está disponible para conversar, para el encuentro entre el yo y el yo-tú del que hablaba Martin Buber. El diálogo es siempre pensar con otro y sin él nos convertimos en cajas de eco de nosotros mismos.

La misma idea parece mover Hungry Hearts Diner, un modesto juego japonés para móvil en el que interpretamos una anciana que se hace cargo del restaurante familiar al caer enfermo su marido. Lo que en principio parece un juego más de gestión de recursos (como Township o Fallout Shelter) se revela rápido como una obra sobre la intimidad y el refugio: nuestros ocho clientes fijos tienen nombre y una historia propia que comparten con nosotros en breves charlas desbloqueables. Para activar estas charlas debemos ganarnos su confianza aumentando su nivel de satisfacción, y para ello hemos de aprender a cocinar sus platos favoritos. La expansión del restaurante y el éxito económico pasan así a segundo plano, como un medio para ver todas las historias y no un fin en sí mismo.

hungry hearts diner

Hungry Hearts Diner podría ser la versión interactiva de series como El gourmet samurai o Midnight Diner, historias en las que personas solitarias y falibles encuentran en restaurantes algo parecido a un hogar. Es un juego cálido, tierno y sencillo, un buen exponente de la corriente de slow gaming o juegos calmados que poco a poco van ampliando el medio: en lugar de presionarnos para pagar y saltarnos las esperas, la anciana protagonista se cansa y nos pide reposo, animándonos a cerrar la app y volver en un rato. El restaurante siempre estará ahí esperándonos, con un plato reconfortante y listo para escucharnos. 

Hungry Hearts Diner: A Tale of Star-Crossed Souls (2D Fantasista, GAGEX, 2017)

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Pocas horas, jugadas en tandas muy breves