Si el cine tiene los cortos y la literatura los relatos breves, ¿por qué todos los videojuegos deberían durar decenas de horas? En Shortplay defendemos y recomendamos obras interactivas breves, de entre unos pocos minutos y algunas horas, que se pueden abordar de una sola pieza, sin prisas pero sin esclavizarnos durante semanas. Si no juegas, ya no será porque no tengas tiempo.

Virginia (Jonathan Burroughs y Terry Kenny, Variable State, 505 Games, 2016)

PC, Mac,  PlayStation 4, Xbox One

2 horas

Hay quien dice que el cine (incluyo la televisión) y los videojuegos no se llevan bien. Cada medio tiene un lenguaje propio, unas convenciones que se han ido asentando a medida que las obras y los teóricos las han ido discutiendo. Es lógico que no sea nada sencillo adaptarlas al otro espacio. Pelis recientes como Assassin’s Creed (Justin Kurzel, 2016) o The Angry Birds Movie (Clay Kaytis, Fergal Reilly, 2016), o juegos como Rambo (Reef Entertainment, BADLanD GAMES, 2014), son buenas razones para que perdamos la esperanza. Incluso con sorpresas como Alien Isolation (Creative Assembly, SEGA, 2014), el ratio continúa siendo muy negativo. Sin embargo, pelis como Scott Pilgrim vs. the World (Edgar Wright, 2010) o Edge of Tomorrow (Doug Liman, 2014), o juegos como Life is Strange (Dontnod Entertainment, Square Enix, 2015), apuntan a que los préstamos no son una mala idea.

Virginia es una aventura interactiva ambientada en los años noventa, en el Estado que ya os podéis imaginar. El juego nos pone en la piel (en los ojos, primera persona) de Anne Tarver, una agente del FBI recién graduada a quien le encargan investigar la desaparición de un menor. Junto a Maria Halperin, nuestra compañera asignada, iremos avanzando en un caso cada vez más sobrenatural y surrealista; como le sucede al agente Cooper, los sueños de Tarver tienen mucha importancia en la resolución del caso.

Apoyándose en Thirty Flights of Loving (Brendon Chung, 2012), Virginia es una aventura silente (cero diálogos) que utiliza el montaje cinematográfico como herramienta de avance, con cortes precisos que logran construir un relato bien complejo. El tono deambula entre Twin Peaks (David Lynch, Mark Frost, 1990) y The X-Files (Chris Carter, 1993), y la narrativa bebe directamente del cine de David Lynch: el juego entre lo mundano y lo siniestro es constante. La desarrolladora no engaña acerca de sus inspiraciones, pues saben que han creado algo propio con un objetivo bien claro: transmitir una experiencia narrativa fragmentada, un mindgame film interactivo.

Si buscáis una aventura cinematográfica que solo pueda funcionar como videojuego, la obra de Variable State os alegrará mucho sin robaros demasiado tiempo. También vale la pena por la trama puzzle que exige ser reconstruida e interpretada, la banda sonora con reminiscencias a Angelo Badalamenti, el buen uso de la estética low poly o la poética (y el mérito) de contarlo todo sin palabras. Al final, si algo demuestra Virginia, es que los préstamos entre el cine y el videojuego deberían ser más frecuentes.