Conseguir el producto de culto de la temporada: éste es uno de los principales objetivos de las productoras y cadenas de televisión estadounidenses, sabedoras del fenómeno fan que despiertan algunas series entre la muchedumbre. El boca a boca del seriéfilo vale mucho más que cualquier texto en un medio de comunicación. Y los creadores lo saben. Incluso los medios, que prefieren sumarse a éste fenómeno alabando por doquier todas aquellas series que triunfan entre los fans, sin preguntarse el porqué ni llevar a cabo un ejercicio de análisis desde una distancia más o menos objetiva.

Vaya por delante que Stranger things es un producto meritorio. Pero de aquí a alzar la ficción de los hermanos Duffy como la heredera de las grandes series de la ciencia ficción va un trecho. Fans, cálmense y piensen. Que sí, que Netflix ha dado en la tecla al recuperar la cultura freak de los 80, con He-man, Dragones y Mazmorras, las bicicletas de E.T (incluso su narrativa de aventurillas), los juegos de rol, los monstruos casi invencibles, el misterio y los experimentos gubernamentales. Pero tampoco se define por eso la serie. Ni debería. El problema es que al escarbar un poco más allá, encontramos ciertos personajes endebles y una trama principal que por momentos se tambalea. Si Rappel me diera sus poderes, predeciría que la serie naufragará en la segunda temporada.

stranger-things-on-netflixEl grupo de nenes es lo que más mola

Vayamos por partes (quién no quiera spoilers que deje de leer). La interacción de los chavales es un gran acierto de Strangers things, especialmente el ingenio que les caracteriza para superar todos los obstáculos, el lenguaje freak y las relaciones de amor-odio entre los mismos. Sin embargo, los personajes adolescentes se pueden lanzar directamente a la basura. Qué típica es la historia de amor y desamor entre Steve, el malote que se resarce, y Nancy, la inteligente y repelente chica que acaba por enfrentarse al monstruo. Ojalá el Demogorgon le hubiera extirpado la cabeza de un bocado a Steve, al estilo de Braindead.

monstruoOjalá se hubiera zampado a Steve

El arco narrativo de Hooper (jefe de policía) evoluciona adecuadamente (con interés), en cambio, el de la madre de Will (Wynona Ryder) es, por muchos momentos, excesivamente plano. La relación con su ex-pareja sobra y su posición en la serie se resume a: busco desesperadamente a mi hijo. Más allá de ese conflicto, el personaje no interesa. Veremos cómo evoluciona en la segunda temporada, ahora que ya no tiene el conflicto interno de querer encontrar a Will. Por último, resulta poco creíble que la madre de Mike y Nancy sea una simple espectadora de los acontecimientos. ¿Tan tonta es cómo para no descubrir que su hijo esconde a una niña en su sótano? Ya lo de su marido es de traca, un subnormal –con perdón– cuyas gafas de culo de botella le impiden ver más allá del sofá, las palomitas y la televisión.

De forma descarada, los guionistas apuestan todo su arsenal a la trama principal, con una base de ciencia ficción atractiva: la existencia de un mundo oscuro paralelo, ligado con el nuestro a través de una misteriosa niña, culpable de haber abierto una puerta espacio-temporal. El arco narrativo de Eleven es junto con los niños lo mejor de la serie. Si acaso compartiendo lugar con la recreación del mundo paralelo, la música y las apariciones del monstruo. Pero el retrato de los supuestos malos acaba siendo una losa, que mucho me temo, los guionistas no serán capaces de levantar. Me explico.

Es totalmente contradictorio que en una de las escenas del episodio piloto una perversa agente del gobierno mate a tiros a un pobre cocinero de carretera simplemente para atrapar a Eleven, y justo unos capítulos más allá, cuando Hooper se infiltra en el laboratorio Hawkins, salga como si nada. ¿En qué quedamos? ¿Los malos son unos sanguinarios o actúan según convenga a los guionistas? Si su máximo objetivo es esconder las actividades experimentales con mentes humanas, cualquier sujeto que se interponga debería ser eliminado. Resulta muy poco creíble que ya en el clímax final de la temporada el doctor Brenner (pintado como una especie de Josef Mengele) acepte un acuerdo con el policía a cambio que éste revele el paradero de Eleven. Los guionistas deberían haberse currado un poquito más la entrada al mundo paralelo de Hooper y la madre de Will, así como su salida, convertida en una elipsis narrativa.

dr. brennerEl Dr. Brenner aka Josef Mengele, pensativo

Me da a mí que el acuerdo está condicionado a la existencia de una posible (en ese entonces) y ahora confirmada segunda temporada. Es decir, nos sacamos de la chistera esto para así poder continuar. ¿Cómo se entiende que con todos los agentes gubernamentales muertos, por Eleven o el monstruo, no se hagan públicos los experimentos del laboratorio Hawkins? Si precisamente los medios han estado interesados en la historia de Will, resulta patillero que no descubran el percal. Utilizar la publicación del caso para desenmascarar al gobierno hubiera sido un desenlace de temporada más coherente. Que se haga público no resta potencial al mundo paralelo, que sigue allí, más bien se podría haber planteado la segunda temporada como una lucha a tumba abierta entre el monstruo y los habitantes de Hawkings. Ahora bien, evitando los paralelismos con The Walking Dead, por favor.

Para finiquitar el asunto crítico, uno acepta que Eleven no haya muerto, o más bien ¿se haya convertido en el nuevo monstruo? No obstante, la forma de expresar esa idea es de primero de guión. Lo del policía escondiendo un gofre (la comida favorita de la niña) en un lugar secreto del bosque sorprende negativamente. Con lo fácil que hubiera sido que Eleven se comunicara de alguna forma con Mike a través del walkie-talkie y se aprovechara para cerrar y a la vez abrir, de nuevo, la digna historia de amor entre ambos. Stranger things es sin duda una serie simpática y entretenida, pero endeble en ciertos sentidos, y mucho me temo, innecesariamente alargada.