Escuchar estas tres canciones puede ser lo mejor que le pase este fin de semana.* (* Probablemente no.)

La elección de Raúl

AU REVOIR SIMONE – DARK HALLS

Electrónica bien y hasta un poco intranscendente que pide un remix en Razzmatazz, moderneces y sintetizadores. Tres chavalas de Nueva York, con sus flequillos, con sus falditas, con sus gafas de sol, se ponen a juguetear con los teclados y a entregarse a la causa del synth-pop. La cosa es crear melodías primero y luego envolverlas en una instrumentación hecha con muchas máquinas pero cálida, bailable y sensual, voces femeninas mediante, soñadoras, ingenuas y sugerentes, como la bella y literaria despedida que bautiza a este trío de Brooklyn (guiño: la tal Simone está extraída de una peli de Tim Burton).

Les perdí la pista hace años, como hago mucho, en tanto que aficionado no militante, inconstante y guadianesco de los circuitos más o menos independientes, esos que exigen una dedicación animal para estar al día y saber, por ejemplo, que existen cosas etiquetables como el dream pop. Aparece ahora esta canción, rescatada del polvo del olvido, como oxigenando de vez en cuando la sobresaturación de guitarras, en un random de tarde-noche improvisado en el Winamp, más sintético que de costumbre, entre firmas del palo de Lali Puna o Ladytron, mientras me preparo (calentando, estirando, y, ojo, hasta marcándome un bailecito) para echarle una vez más kilometraje al esqueleto.

La elección de Withor

WOLFMOTHER – TALES FROM THE FOREST OF GNOMES

Cuando tenía 12 o 14 años y llegaba el típico anuncio de promoción del Círculo de Lectores flipaba con la portada del Señor de los Anillos. Leía la sinopsis y pensaba que tenía que ser un libraco. Enanos con hachas, orcos, magos buenos, magos malos… Festival, vamos. Pero nunca di el paso de empezar a leerlo, ni siquiera pensé en ir a la biblioteca y ojearlo. Unos años después, viendo el tocho que se avecinaba y avisado de que cuatro de cada cinco páginas servían para describir un bosque mágico, desistí totalmente.

Cuando tenía 18 o 20 años fui al cine a ver la película del Señor de los Anillos y aunque la primera me gustó ya me empezó a parecer ridículo ese mundo fantasioso. ¿Enanos con hachas? No se parece al que yo conozco, subido en su caja de cervezas para llegar al futbolín y taja gloriosa a la primera caña. ¿Orcos? Alguno conocí que daba más miedo en mi vida. ¿Peleas con espadas? Para eso me veo un torneo de esgrima. ¿McManaman subido en un árbol? ¿Hobbits gays? Definitivamente, la fantasía no era lo mío.

Ahora que tengo 28 años todo el mundo a mi alrededor me habla de Juego de Tronos. Yo les digo que no es mi rollo, que no me gusta, que hace tiempo que no creo en dragones y que los orcos que conocí intento que queden en el olvido. Y para convencerme, me insisten en que la serie ‘es como un libro de Shakespeare’. Y quizás esté equivocado, y si es así espero que me perdonen, pero no recuerdo que en Hamlet apareciera un puto elfo con flechas.

 La elección de V the Wanderer

DON, AMAN – SLINT

Pasean por todas las superficies, como motas de polvo alistadas a un caótico ejército. Cruzan la pantalla, el ratón, el teclado. Suben por mis dedos, por el revés de mis manos, por mis antebrazos. Intento aplastarlos pero son tan minúsculos que se escapan bajo la yema de mis dedos. No hacen nada. Son inofensivos y tal vez indefensos, pero no se detienen y se enquistan en mi tacto y mis obsesiones. Ahora mismo veo dos sobre el escritorio y otro más posándose sobre estas letras. Noto un cosquilleo en mi muñeca derecha, tal vez sea una ilusión. Lo han tomado todo, indiferentes, perseverantes, y parecen anunciar la presencia de algún alimento podrido, de un algún cadáver de animal reseco, de una primavera llena de maldad latente.