Como cada viernes, procedemos a anunciar nuevos recortes: las canciones recomendadas no podrán pasar de los 4 minutos, se cerrarán las embajadas de La Inercia en Alaska y Vallmoll, las patillas no podrán pasar de 7 centímetros de largo por 1,5 de ancho, en cada frase no habrá más de cinco uves dobles, las oraciones subordinadas quedan privatizadas, se reduce la partida presupuestaria para fotos de risa del millón de monos y el seguro médico sólo cubrirá toses leves o muerte. No se abre turno de preguntas, puercos.

La elección de V the Wanderer

BEIRUT – RHINELAND (HEARTLAND)

Habría que escribir algún día sobre las canciones que logran serlo todo a la vez, como esta ‘Rhineland’ (o ‘Heartland’) de los trompeteros Beirut: alegre de bailotear en círculos por la casa pero tristona de servirse otro whisky, melancólica pero vitalista, suave pero briosa, relajante para acompañar un buen sesteo o trotona para llevársela de carrera, viejuna pero tela de moderna e indie, de aquel país pero de ése y del otro, sencilla pero matemáticamente exacta. Todas las contradicciones que ustedes quieran, que el mundo sólo puede explicarse con los infinitos puntos intermedios entre opuestos. Entre la felicidad y la tristeza habita una supervivencia resignada, un sitio donde la vida está bien y que no tiene escapatoria. Como esta felicistreza o tristicidad que tendencia a convertirse en tarareable bucle.

La elección de Raúl

JUAN Y JUNIOR – ANDURIÑA

Fue hace 20 años, en el especial de nochevieja ‘El 92 cava con todo’, y la letra cantada a dúo, como en un canon, daba pie al gag simplón: Millán Salcedo repitiendo cada frase previamente enunciada por Josema Yuste, que acababa exasperado y retando a su compañero, ya con versos larguísimos e irreproducibles, a seguirle el ritmo; y el final se lo pueden imaginar, con las muecas tontorronas y habituales de Martes y Trece, que poco antes se habían dado de mandoblazos en la parodia de ‘The Boxer’, de Simon & Garfunkel. Luego pasó el tiempo y la canción, a través de algún recopilatorio de ‘Cuéntame’, volvió a mí, la original, en todo su esplendor retro y con todo su folclore gallego rezumando: la leyenda triste de la niña Anduriña, que se fue del pueblo, nunca más volvió y su abuelo murió esperando.

Juan (Pardo, el que trae mala suerte en el mundo de la música si se nombra, pero no en los círculos paramusicales) y Junior (el que fue marido de Rocío Durcal) estuvieron en Los Pekenikes. Luego se fueron de Los Brincos por desavenencias y se abonaron al pop pomposo, pero a mí me gustan, y bastante. A Picasso también y por eso, conmovido por la historia narrada, les dibujó la portada del single.

‘Anduriña’, que significa golondrina en gallego, presenta en realidad un drama envuelto en la parsimonia de su instrumentación, en la amabilidad sonora de la canción melódica, pero retrata bien la España rural y ramplona, así como la desazón de la falta que no se resuelve y que tampoco Paco Lobatón, por aquella época, supo desentrañar en aquel aluvión de desaparecidos que forma parte de nuestra infancia: si el ausente era en contra de su voluntad o no. ¿Alguien le decía a Lobatón que a lo mejor el fugado al que perseguía por tele y radio no quería ser encontrado y que el reencuentro con la familia podría ser un soberano putadón? En el caso que nos ocupa mis dudas tengo, porque la letra dice algo de que el abuelo “sonríe con maldad”, un apunte intrigante y turbio, o sea, que a lo mejor la niña Anduriña no era tan niña.

La elección de Withor

SEGURIDAD SOCIAL  – ACUARELA

A lo tonto a lo tonto, los años van pasando y Seguridad Social, sin hacer demasiado ruido, como quien no quiere la cosa, ya llevarán 15 discos y 25 años ganándose la vida con esto de la música. Su caso es muy curioso. No han pegado un pelotazo fuerte desde los 90 (su época gloriosa, con la gastadísima ‘Chiquilla’, y ‘Quiero tener tu presencia’) y es más que probable que 9 de cada 10 españoles no los recuerde o piensen que llevan trienios separados. Y sin embargo, entras a la wikipedia y compruebas que ahí siguen, y aunque no hayas escuchado una canción suya en quinquenios, cada dos/tres años sacan su disquito, bajo títulos tan fitofitipaldianos como ‘El mundo al día en 80 vueltas’.

Seguridad Social es el claro ejemplo de que no hace falta ser unos virtuosos de la música, ni unos grandes letristas, para triunfar. Son limitados y lo saben. Sus canciones poperas, con ese rollo a veces reggae, casi siempre castizo, se parecen mucho entre sí y no se empeñan en disimularlo. Y no les va nada mal.

Dicho esto. El otro día discutíamos en la radio que todos los grupos pueden llegar a tener su público. Y sinceramente, en el caso de Seguridad Social, desconozco por completo quienes pueden ser sus fanes, puesto que hace decenios que nadie me ha hablado de ellos. Ante la duda, me veo obligado de nuevo a echar mano de Darín en Nueve Reinas y pensar otra vez que los fans de Seguridad Social, como los chorros, están ahí pero no los ves.