«¡La Inercia, La Inercia, doo-doo-wap, doo-doo-wap! ¡Buena música y mejores personas, doo-doo-wap, yeah! ¡Casi mejor que irse de fulanas y segurísimo que mejor que pegarle a niños y otros seres pequeños! ¡La Inercia, traemos buenas canciones los viernes y no le deseamos mal a casi ninguno de nuestros lectores, doo-doo-wap, doo-doo-wap, yeah yeah!» (Letra rechazada para nuestro primer jingle radiofónico. Malditos pases de prueba.)

La elección de Raúl

THE PRIMITIVES – CRASH

No sé si se habrá incluido alguna vez en un recopilatorio de esos de canciones para conducir, pero ésta pinta fantástica devorando autovía un fin de semana, al atardecer, con ese puntito de velocidad en la autopista, desconectado, ocioso, vacacional, refugiado uno tras las gafas de sol mientras ve pasar, desde el copiloto, puntos kilométricos y desastres urbanísticos en la costa. Es sólo un hit, acaso pop fresco y veraniego, carnaza de anuncios de coches o de road movie adolescente, pero trae consigo la energía descarada y obscena de la juventud, el mundo por delante, la confianza de un tarareo fácil, la reivindicación simplona de la onomatopeya, ese saberse invencible ni que sea por un instante.

Suena ahora en un C2 que vuelve de Teruel pero hago trampas: antes apareció de madrugada en una carretera norteamericana, justo cuando Lloyd (Jim Carrey) vuelve de comprar tonterías en una gasolinera y se encuentra a Harry (Jeff Daniels) durmiendo en el asiento. Hablo, claro, de esa debilidad que es ‘Dos tontos muy tontos’. Se escucha ‘Crash’ y Lloyd, confiado y creyéndose ingenuamente un animal del asfalto (“hay gente que no está hecha para la vida en la carretera”, dice) elige el desvío equivocado, por el que conducirá toda la noche, embocando así el desenlace trágico: a tomar por culo el viaje a la anhelada Aspen, el enfado entre los dos protagonistas y luego el cambio de la furgoneta perruna por la motillo lamentable aquella. De ahí hasta el final, ya saben lo que pasa, y si no, si ustedes ni idea, dejen de entrar a esta página por siempre jamás.

La elección de V the Wanderer

VANGELIS – MARE TRANQUILITATIS

No sé qué esperaba encontrar en la cima. Subí no porque la montaña estuviera allí, mal preparado, aún herido, pero subí, y en aquellos pocos metros de roca bajo el cielo no encontré nada. Ni paz, ni épica, ni satisfacción, ni cansancio. Ni montaña ni yo. Acaso sólo vacío.

El módulo lunar aterrizó en el Mar de la Tranquilidad. No había nada que encontrar en esa extensión interminable, acaso sólo vacío. No sé qué sintió Armstrong o si viajó porque la Luna estuviera allí. Sé lo que hizo y lo que logró para toda la humanidad: el primer paso del viaje más importante que jamás podremos hacer.

Los siete minutos de terror pasaron con éxito, el laboratorio móvil se posó sobre la superfície marciana. La humanidad tiene ya ojos y manos en Marte. Marte está allí, nosotros estamos aquí, y ésos son motivos suficientes para que sigamos nuestro viaje. Ni la paz, ni la épica, ni la satisfacción. Ni siquiera el enorme vacío del desierto lejano.

Hoy emprendo una nueva incursión al mundo por encima de los 3.000 metros. Mejor preparado, sin heridas, pero no esperando encontrar más que vacío. Por un momento, la Luna y Marte me quedarán algo más cerca. Preparo el viaje (en realidad, el siguiente paso de uno mucho más largo) escuchando ‘Mare Tranquilitatis’, hipnótica y exoplanetaria composición que se entremezcla con las conversaciones de las misiones Apolo. Allá arriba, nada significará nada, no lo habrá de significar. Ascenderé, como Sísifo, liberado del peso de la búsqueda.

 

La elección de Withor

THE LOVIN’ SPOONFUL – SUMMER IN THE CITY

Existe un subgrupo de canciones, que en realidad no están categorizadas bajo ningún patrón común, que suelen definirse así: ‘Canciones que más o menos todo el mundo conoce, pero nadie sabe el título’. Hace unos días, navegando sin rumbo por el amplio y desconocido mundo que conforman las listas del Spotify, me topé con una llamada (atención, sorpresa mayúscula): ‘Canciones que más o menos todo el mundo conoce, pero nadie sabe el título’. O algo así, vamos, pero con ese concepto.

Aquello resultó ser un putiferio musical en el que, como en un mercadillo de gitanos, podías encontrar de todo pero había que ir con mucho ojo: canciones que más o menos conocía, pero no sabía el título (desgraciadamente, sólo fueron unas cuantas, como ‘Summer in the city’); canciones que conocía y, joder, el título lo reconoce el 90% de la población mundial (Everybody’s talkin’, ‘It must be love’) y, lo más sorprendente, canciones que en ningún caso pueden considerarse como ‘canciones que más o menos todo el mundo conoce’ (a no ser que de repente el kie de Tom Waits y el depresivo de Elliot Smith tengan canciones famosísimas).

Eso sí, el creador de la lista siempre tendrá un lugar en mi (nuestros) corazón (corazones): el muy cabrito había dejado un hueco para el bueno de Scatman John. Por él alzo mi copa.