Escribía Diógenes Laercio que los filósofos de La Inercia vivían en toneles pequeños pero cucos, austeros pero con todo lo necesario para el hombre moderno, y salían a pasear por la plaza principal ataviados sólo con calcetines con motivos florales. Según Laercio, las gentes los recibían con alegría y alborozo, pues cada fin de semana estos pensadores les traían, por puro altruismo, tres temazos de bien. Nosotros seguimos los pasos de nuestros padres fundadores y además, gracias a internet, nos ahorramos tener que mostrarles los atributos. El progreso no siempre es malo.

La elección de V

SAMMY DAVIS JR. – CHRISTMAS TIME ALL OVER THE WORLD

Nunca podrá dejar de gustarme la navidad mientras existan Raphael, el disco de Boney M. y ‘Christmas with the Rat Pack’. Cada vez que veo un técnico gris colgando luces desde una grúa me ato los cordones fuerte y corro a casa a enchufarlos en bucle. Salen Sinatra, Martin y Davis Jr. felicitándome las fiestas y ya puede arder el Corte Inglés. ¡Qué swing, qué elegancia, qué porte! Le entran ganas a uno de sacar el esmóquin de emergencia y apoyar el codo en un piano junto a una chimenea.

El rat pack fueron rockstars antes de los rockstars, vividores ejemplares, y aún así aquí los tienen cantándole al espíritu navideño, al asunto familiar, al vamos a querernos todos y volver a ser un poco niños. Me parece bien. Prefiero la calidez señorial de estos tipos que el cinismo de sociólogo aficionado o la crítica de antisistema listillo: será que me gustan las contradicciones o los matices. Mi punkarra interior se alegra con lucecitas, decoraciones, canciones y colores, y pienso en esas navidades de cine familiar americano, en el New York de ‘Solo en casa 2’ (apunte: aún no he visto nada de Sorrentino pero el otro día volví a ver, por enésima vez, las dos de Culkin contra los ladrones, ¿debería reevaluar mis prioridades?). Y me siento un poco Jack Skellington al llegar a Christmas Town.

En fin, que, un año más, feliz navidad de parte de La Inercia. Ho ho ho.

La elección de Withor

LORI MEYERS – EMBORRACHARME

Uno de los métodos más habituales para desprestigiar a un grupo consiste en afirmar que todas sus canciones suenan igual. Es decir, que aunque el ritmo, la melodía, la letra y el estribillo de las composiciones sean diferentes, en su conjunto todas parecen la misma canción. Podríamos hacer una lista pero sería interminable.

Algunas bandas casi que se lo toman como un cumplido. Siniestro Total (los Siniestro Total de sus primeros años, eso sí) reconocieron que no eran demasiado buenos tocando los instrumentos y por eso todas sus canciones se parecían. Qué decir de los Ramones o los Sex Pistols. J de los Planetas llegó a asegurar que la mayoría de sus canciones habían salido de tres o cuatro acordes. De los Status Quo se llegó a decir que en realidad sólo conocían dos (cosa que no impidió que tuvieran una carrera triunfal).

El síndrome de la canción parecida me ha venido a la cabeza después de escuchar ‘Emborracharme’ de Lori Meyers. Es cierto que los granadinos tienen diferentes tipologías de canciones, pero las más famosas siempre me suenan igual. Será la voz, la estructura o el ritmo calcado, pero escucho ‘Emborracharme’ y no puedo evitar pensar que es un hijo bastardo de ‘Luces de Neón’ o ‘Alta fidelidad’. Quizás sea una percepción mía y ande equivocado, no lo niego. Y no me importa demasiado porque todas me gustan. Una vez escuchados los Status Quo, ya no me viene de un par de acordes más o de un par de acordes menos.

La elección de Raúl

FETÉN FETÉN – VENTE QUE HACEMOS MERIENDA CENA

Suena en la línea 1 del metro de Madrid la base grabada de ‘Money for nothing’ y el tipo puntea a la guitarra. En el Retiro, otro músico le mete mano (más castizo imposible) a ‘An-tonio’ de Los Enemigos. En la Puerta del Sol, dos raperos se cuelan en el vagón a pedir dinero tras una interpretación cansina de topicazos de denuncia y lugares comunes de la rebeldía. Recuerdo el reciente casting del ayuntamiento para filtrar la música callejera, ese intangible de toda gran ciudad que en Madrid se desliza en cada esquina a punto de explotar de actividad en el catálogo de antropología de la intemperie: carteristas, camareros, mascotas, hombres-anuncio, loteros, reporteros de televisión, consumidores compulsivos, limpiabotas, mendigos y mimos (me siento Darín enumerando sinónimos de ladrón en Buenos Aires, en ‘Nueve Reinas’).

No es patrimonio exclusivo, pero en Madrid, quizás por el golpeo del frío y los contrastes navideños, se me hace patente la efervescencia de la música en las aceras. Me acuerdo de Nacho Mastretta, artista consolidado y referente de bandas sonoras, bajándose a la calle a tocar por gusto. Del señor que traza melodías acariciando copas de cristal. O de Diego Galaz, compositor burgalés, creador del violín-trompeta e intérprete de serrucho, entre otras extravagancias, impulsando este nuevo proyecto, el dúo Fetén fetén, junto al acordeonista Jorge Arribas.

Este instrumental nervioso, balcánico y danzarín (y de título tonto e irrechazable) extraído del primer álbum de esta pareja sintetiza bien la música espontánea para alegrar al viandante en pleno centro de urbe. Jorge y Diego, erigidos en orquestas vivientes, tocan cosas como el vibrandoneón, el phonoviolín o el metalófono. Llegan a girar hasta por teatros de Argentina pero a mí me hace gracia imaginarlos en un chaflán insuflándole a la cotidianeidad estas melodías bastardas (a veces parece tango, a veces cabaret, a veces ritmo del Este), malviviendo un poco en el suburbano o pasando la gorra en la plaza.