Problema número 10: Dada una ecuación diofántica con cualquier número de incógnitas y con coeficientes numéricos racionales enteros, idear un proceso de acuerdo con el cual pueda determinarse, en un número finito de operaciones, si la ecuación es resoluble en números racionales enteros. De no ser posible, leer con antención estas tres magníficas recomendaciones.

La elección de V

HÉROES DEL SILENCIO – FUENTE ESPERANZA

Todos somos un poco posesivos con los asuntos del gusto. Celosos, incluso. Las canciones, las películas, los libros, son nuestros y no nos pone que confraternicen con nadie más. Que no se dejen querer y manosear por cualquiera, mucho menos por esos indignos que caminan por la vida sin criterio. ¿De qué van? Así, nos definimos por nuestras querencias pop y aún más por con quién (y quién no) las compartimos. La música hace al público y el público hace a la música, o a nuestra percepción de ella. Etcétera.

Tal vez no sea sólo cuestión de pose o tribalismo. Escuchar el mismo tema mil veces, voluntaria o involuntariamente (consumidores compulsivos, ¿eh, Adri?) lleva, por necesidad, a la alienación, a la anestesia. Esa música que abrazábamos en lo oscuro ahora está por todas partes y es, inevitablemente, comunal (no sabemos si turgente). Cuesta recordar si algo nos gustaba o no cuando se ha convertido en un automatismo, en un runrún de fondo.

Por ello, gusto de llevarme mis tonadas históricas a lo íntimo, a la cama, pijama y emepetrés, a que me susurren o berrean directamente al oído, dejando fuera historias personales o sociales, éxitos o fracasos, giras mastodónticas o números uno en antena. Hablaba aquel crítico de llevarse las películas a casa y follárselas y, bueno, al final le voy a tener que comprar la metáfora.

Qué placer, oigan, redescubrir a solas esos viejos amores, los antiguos lugares a los que solían llevarnos. No como ejercicio de nostalgia, que también, sino de viaje nuevo, de bañarse una vez más en un río (o, en este caso, una fuente) que, como nosotros mismos, siempre es otro.

La elección de Raúl

OJETE CALOR – 0’60

Tratándose de subnopop, es absurdo decir que por fin tenemos la mezcla final de ‘0’60’; como si hace un tiempo se hubieran filtrado todos sus procesos (la composición, la maqueta, el directo precario) en la red, en una gran expectación, y ahora tuviéramos la remasterización definitiva, dispuesta a ser comparada con lo que ya conocíamos; como si fuera lo nuevo de Springsteen o de Bunbury, que se colara algún día por una rendija de internet. Pero así es: a golpe de viralidad y del empuje del universo chanante, mucha gente (moderneo incluido) había escuchado ya el disco de Ojete Calor que, sin embargo, no se ha materializado hasta ahora.

En concreto, hay que remontarse siete años, hasta aquel directo en el genial ‘Noche sin tregua’, el ‘late’ de Paramount Comedy entonces presentado por un desconocido Dani Mateo. Allí apareció este dúo, formado por los actores Carlos Areces y Aníbal Gómez, con sus pintas chorras y tontorronas para marcarse esta canción a la que a los sintetizadores se le han añadido ahora unas guitarras enlatadas. El grupo no es más que una broma más o menos vistosa y efímera pero la canción tiene su gracia, en tanto que alegato contra el tópico, el lenguaje barato y los lugares comunes nunca demostrados.

La letra se hilvana a base de ítems, que bien podrían ser azotes velados a las miradas del monólogo clásico: «La natación es el deporte más completo, el blanco combina con todo, los animales son más listos que las personas, los gays son súpersensibles, las mejores baladas son de grupos heavys, en España se hace el mejor doblaje, Barcelona es muy cosmopolita». A Ojete Calor, apreciables, ridículos y fugaces, hay que escucharlos ahora y seguir; soltar una risa con todo esto y a otra cosa; aplaudir algún chiste, y ya, porque luego se van a sumir en la deriva volátil de internet, y arreciará el olvido. Ya casi que son ellos mismos los que llegan tarde a su pequeño ‘boom’, y eso parece decir, sin importar mucho tal desfase, el título de su disco, ‘Delayed!’.

La elección de Withor

CELTAS CORTOS – TRANQUILO MAJETE

Quizás soy el único zoquete que no se había enterado, pero por si acaso, lean esto sentados: los Celtas Cortos siguen tocando y haciendo conciertos. Como aquellos famosos que uno da por enterrados antes de que les llegue la gran broma final, yo me imaginaba a los Celtas criando malvas. Pero no. Ahí están, de cabezas de cartel de la fiesta de invierno de Salou. Que no es el FIB, pero algo les pagarán.

Recupero algunos de sus hits y me sorprende lo increíblemente mal que han envejecido. El productor tenía un serio problema con las gaitas. Se le iba la mano con demasiada frecuencia. Y las letras dan un poco de vergüenza ajena. Llama la atención que cosas como ’20 de abril’ o ‘La senda del tiempo’ pudieran llegar a considerarse como profundas. Sería, en todo caso, profundidad coelhiana, basada en caminos y en tomarlos o dejarlos y la importancia que ello tiene para nuestras vidas.

Sin embargo, hay que reconocer que con ‘Tranquilo majete’ lo clavaron. Cuando todos esbozábamos la sonrisilla al ver que el político de turno se había corrompido por unos cuantos billetes, cuando nadie enviaba tweets rajando contra todo y contra todos, cuando nadie en este país entendía de política y eso estaba muy bien visto,  los Celtas Cortos se pusieron a gritar que espabiláramos, que se estaban riendo de nosotros, que se nos mean en la cara y dicen que llueve. Pero eran los años 90, el Juancar aún nos parecía campechano y nadie movía un dedo por la revolución. Los Celtas Cortos se adelantaron 20 años. Si sacaran esta canción hoy, los pondríamos de mesías para arriba. De la que nos hemos librado…