Y siguiendo con nuestra semana dedicada a Café Quijano, aquí van, a efectos de paréntesis, tres canciones que nada tienen que ver con ese grupo pero que vendrán bien para desengrasar las entregas especiales que hemos facturado durante los últimos siete días como homenaje a la insigne banda de León.

La elección de Raúl

AVICII – WAKE ME UP

La enfermedad de buscar reportajes bajo las piedras me llevó a pedirle a Spotify la lista de lo más escuchado en mi ciudad. Ya la tengo. Conozco poco de este top 15, dominado por un tal Passenger (‘Let her go’), que se ve que es un cantautor inglés. El hip hop del dúo Macklemore y Ryan Lewis copa el podio con dos temas, antes de que vengan Daft Punk, Juan Magan y Melendi. Y luego James Arthur, The Lumineers o Bruno Mars. En síntesis: mucha radiofórmula, mucho baladón pop, algo de folk con dance. Hacia el final de esta lista, Miley Cirus, Pitbull con Christina Aguilera (y un guiño a A-ha en su canción) y la gran aportación de Tarragona, inédita en las otras capitales catalanas y yo diría que de España: el regaetton pop (manda huevos) de los colombianos Cali & El Dandee irrumpe, sí, sí, sí, en el puesto número 15 de nuestra ‘smart city’.

La nómina me ha desconcertado, no porque venga presidida por la radiofórmula, sino porque tampoco hay cosas demasiado evidentes. No está Rihanna, no se cuela nada de Shakira y ni tan siquiera algo de esperable producto local que más o menos lo peta (Els Pets, Manel, Bongo Botrako). Nada de eso (ni, por supuesto, clásicos ni rock), todo es globalización al poder. Pero daba igual, porque mientras me marcaba el lujazo de escribir en el artículo frases como «en Tarragona hay más fans de Daft Punk que en Lleida o Sevilla» fui escuchando la lista de hits que me envió la plataforma de streaming.

Al final, pese a la lejanía (no negaré, en plan abuelo cebolleta, que ando desconectado de todos esos flujos) me sedujo el cuarto puesto. Es una mezcla extraña, a cargo del productor y dj sueco Avicii, que empieza con guitarrilla folkie y voz popísima y que acaba reventando en subidones discotequeros a rabiar, con todas sus trampas. Le di al play en plan ‘a ver qué están escuchando los chavales hoy en día’ y joder. Así todo el rato: trote acústico y luego el abecé del house más bailable, gasolina buena para alzar los brazos en la pista y sacar el cartel de ‘temazo’. Un festivalón de mucho cuidado, facilón, masivo, y seguramente de posición injusta en el ranking, ergo pelotazo.

La elección de V

TORI AMOS – ENJOY THE SILENCE

Últimamente barrunto que nuestras seseras son máquinas de generar ruido y que el ruido es un peligro tremendo. Que mientras más sabe argumentar uno, mientras mejor construye razonamientos y modelos lógicos, más atrapado está por la trampa del ruido. Más fácil le será caer en pozos cavados a fuerza de razón. Creo que ahí hay bastante de la inteligencia fracasada sobre la que escribía Marina: en ser víctimas de nuestra propia contaminación acústica.

El silencio, después de todo, es imposible. No existe eso de dejar la mente en blanco. No al menos en mi caso, e intuyo que en el de nadie. Hay una turbina en nuestras cabezas que no para de agitar cincuenta líneas de pensamiento, una riada de ideas estúpidas, molestas, bellas y hasta brillantes, todas rugiendo a la vez. Y sin embargo, podría decir que he conseguido algo parecido a una victoria: voy aprendiendo a separarme de ellas, a entender que no son yo. A dejar que griten mientras yo me quedo en algo que es más que la ausencia de sonido. Ellas gritan, pero yo no.

Me sale la vena budista otra vez y recuerdo que «nirvana» viene a significar «apagarse»; tal vez apagar el estruendo que nosotros mismos hacemos. El fracaso de la inteligencia, entonces, sería dejarse convencer por el ruido y no entender que en el fondo, bajo toda nuestra parafernalia y nuestras arquitecturas imposibles, no somos más que silencio. Y que el silencio, como entendieron John Cage, los monjes cartujos o Depeche Mode, hay que disfrutarlo.

La elección de Withor

MALUCA – EL TIGERASO

Si de algo estoy orgulloso en cuanto a mis hábitos de consumo musical es de tener unos gustos eclécticos y de no cerrar (casi) ninguna puerta a aquello que hace vibrar mis tímpanos. Sin embargo, debo reconocer que Víctor D., un buen amigo de esta santa casa, siempre me mira a lo lejos, muy a lo lejos, desde su retrovisor. Una vez entras en el playlist de canciones favoritas de Víctor, no vuelves a ser el mismo. Una vez entras en el playlist de canciones favoritas del amigo, tu destino más probable es el frenopático.

En esa insana locura, en esa diabólica lista en la que todo es pecado puedes saltar de Mozart a Vive le Fête, de Janis Joplin a Felix da Housecat, de Siniestro Total a Lluís Llach, sin tiempo de reacción. Si entras en esa lista no puedes relajarte. Debes estar siempre alerta, porque de Vangelis a Emir Kusturica sólo hay un paso. De la ‘Sonada del Cabrestero’ de Simón Díaz a ‘Tribulations’ de LCD, apenas transcurren unos segundos. No debes perder jamás la concentración. En caso contrario puedes acabar como yo, escuchando ‘El Tigeraso’ de Maluca diez o dos veces seguidas y preguntándote, como aquel personaje de ‘Smoking Room’: “¿Alguna vez has tenido miedo de ti mismo?”