¡Revolución! ¡Alzamiento! ¡Exclamaciones! En La Inercia no salimos de nuestro asombro ante un país entero levantado contra jetas, banqueros, agitabanderas, Berlusconis valencianos y esotéricos sistemas de democracia impopular. Juramos que esta vez no tenemos nada que ver, que no hemos usado nuestro poder en la sombra para convocar a las masas. Que sí, que la revolución es infantil y desorganizada, pero qué coño, como todas. Nosotros celebramos el aguijonazo a la islandesa y cambiamos descontento por unos cuantos himnos de siempre para arengar a la muchachada y la viejunada a una. Ahí van tres canciones que no les recomendaría Intereconomía. ¡A por ellos, oé!

La elección de Withor

LA HABITACIÓN ROJA – VAN A POR NOSOTROS

La revolución me pilla en bragas, metafóricamente, calzones, tangencialmente. Y yo con ganas desde hace tiempo. Esperando el momento de coger el micrófono y gritar, apedrear al banquero de turno y cagarme en el sistema, y ya de paso, en los antisistema. Pero no. Estoy en casa, calzones puestos, perro durmiendo al lado, los cereales se ablandan en la leche. Todo correcto. Si hay una revolución, mi habitat permanece intacto. No sé si eso es bueno. La revolución me pilla en un mal momento. Demasiado trabajo. Pocas ganas de liarla. Muchas ganas de dormir. La revolución no sé si es una revolución. A mi me falta sangre. Represión policial. Todo es buenrollismo, desde el caos, pero buenrollismo. No puedes cambiar el sistema desde un micrófono. Que se cojan ya las hachas. A la revolución le falta un himno. Dicen que puede ser el ‘Van a por nosotros’ de la habitación roja. Y yo que ya la escuchaba hace cinco o seis años, y me parecía un temazo, pero no una canción para arengar a las masas. Demasiada metáfora. Y la revolución no debería entender de metáforas. La revolución ha llegado. Y yo no sé que pensar. De momento, espero. Todavía en calzones.

La elección de Raúl

SKA-P –  JUAN SIN TIERRA

Pues sí, en el epicentro provincial de la ‘spanish revolution’, yo lo he visto ‘in situ’, huele a como que han fumao y alguna rasta sucia se deja de ver, y algún diábolo y algún perroflauta de esos de decir ‘un pico y una pala te daba yo si fuera tu padre’. Pero esta vez es distinto. Esta vez las utopías románticas quedan desplazadas por un malestar hasta los huevos y por la necesidad sola de salir y revolucionarse sin saber muy bien qué pedir. Con la que está cayendo, nos sobran los motivos para procurar una hoguerita con aquel contenedor y partirle la boca por tres sitios a ese concejal de urbanismo.

Ska-P, en eso, son los maestros desde hace décadas, incluso a pesar de derrapar de vez en cuando en la parodia. Ya lo dijo el Lichis: El Corte Inglés ha legalizado la marihuana. ¿De qué van a hablar entonces los grupos de ska en sus letras? Una injusticia en Chiapas, un banquero cabrón y un político corrupto y ya tenemos motivación para que los vallecanos se inventen una ranchera festiva (este corrido mexicano fue uno de los himnos de la extinta Antártida que en gloria esté) y reivindiquen a los mártires: desde el torturado cantautor Víctor Jara al subcomandante Marcos, pasando por Emiliano Zapata.

Ska-P son la subversión sin matices, la protesta etílica pero pacífica: en una mano el puño en alto y en la otra el calimocho; en el regazo un perro pulgoso y en el torso la camiseta del Che. La incertidumbre con pachanga se sobrelleva mejor. La rebeldía con humor es más liviana. Entre tanto lema ocurrente exhibido por ahí, me quedo con la crítica clásica del Sobrino del Diablo: ‘La higiene no impide la revolución’.

La revolución será televisada. Sí, por Intereconomía y Veo7. La madre de todas las paradojas es que ardan los ‘sofres’ con tanto antisistema enganchado al Gato al agua.

La elección de V the Wanderer

BOB DYLAN – THE TIMES THEY ARE A-CHANGIN’

A Bob Dylan todo le importa tres mierdas. Los políticos, los banqueros, no saber tocar la guitarra, el sistema, entonar, la revolución. Los tiempos están cambiando y él se asoma a sus ciclos con rabia misántropa y distancia, y de paso le sale una desapegadísima canción protesta. Que no es una queja, que no va de un momento concreto, que es un sentimiento, dice. Las cosas cambian principalmente porque la gente nace y muere y nunca somos los mismos y el agua del cambio ahoga a los supervivientes.

Dylan se agarra a las mutaciones del tiempo, se carga con una guitarra rudimentaria, repetitiva, cruda, y una armónica que puntúa con brusquedad. No le importa la instrumentación, ni su voz, ni las revoluciones que se arraciman a su alrededor: ha parido una de las mejores composiciones de la música moderna. Un icono, una radiografía (tirando de tópico) de la rebeldía universal, del renovarse o morir.

Esta semana acabé ‘Metal Gear Solid: Peace Walker’. Al final, Big Boss, el héroe, el soldado perfecto, le dice a su mano derecha: «ahora vamos a luchar contra la mayor bestia de todas: los tiempos». Precisamente porque Dylan no sentía ningún apego por grupo ni revolución alguna pudo hacer este himnazo universal, la mejor compañía para moverse y dejar que los tiempos, esa bestia, fluyan y barran con políticos y banqueros salidos de madre.

Los tiempos están cambiando, y estoy seguro de que eso, en el fondo, sí le interesa al viejo tarado de Dylan. Estamos con el agua al cuello, pero hemos echado a nadar.