La moda es una cosa tan horrible que tenemos que cambiarla cada seis meses. Ustedes hágannos caso y déjense llevar por estas tres tonadas inmortales y por su ritmillo, sin asomo de nostalgias baratas o ironías condescendientes. Esto es tan verdad ahora como cuando fue escrito.

La elección de Raúl

MARISOL – CORAZÓN CONTENTO

Qué fácil era enamorarse de Marisol si se la veía bailar con ese desparpajo, con esa luz en la cara, tan jovial, tan rubia, tan ojos azules; tan lanzarote el cimbrel, con perdón. Me he tragado casi todas las películas de Marisol (esos sábados por la tarde) y tengo algunas canciones en mi ADN. José Manuel Parada (y el pianista, y luego Carmen Sevilla) las repitieron en Cine de Barrio más que los Simpsons. Un día Marisol, al otro Paco Martínez Soria, al otro Manolo Escobar, y así, bucle infinito. La ramplona España de los 60 se empalmaba de optimismo con la niña prodigio, en esta exhibición tan naïf del sentimiento amoroso. Esta canción de la película ‘El taxi de los conflictos’ (el paquete básico: Mariano Ozores de director; Concha Velasco y Gracita Morales entre el reparto) es pornografía sentimental y la felicidad, de tan blanca, insultante y químicamente pura, resulta obscena.

No hay fisuras. No hay nada que hacer. Marisol está infantilmente enamorada y canta a los cuatro vientos esta letra de Palito Ortega, aderezada con parapapás y shalalalalas como si fuera un tema de Nacho Vegas. Los versos sonrojan pero esta Marisol tardía maravilla con su encanto y su swing de guateque. Así que si hay que declararse fan de Marisol, uno se declara sin ambages, más aún si después de la fama no se convirtió en una muñeca rota, en plan Joselito. Pepa Flores, lista, coherente y discreta, lleva décadas viviendo tranquila y en el anonimato, ajena a norias, sálvames y cheques con muchos ceros. ¿Para qué hablar ahora, si ya lo dijo y lo bailó todo entonces?

La elección de V the Wanderer

BONEY M. – DADDY COOL

La Inercia existe por grupos como Boney M. Pocas bandas pueden presumir de tener una red paramusical, directa o indirecta, tan amplia y fascinante. Eran todo carisma, personalidad y presencia (vean la portada del ‘Love for sale’, con Bobby Farrell de puto amo esclavizando a sus tres compañeras envueltas en cadenas), y encima se marcaron unos cuantos temazos inagotables.

Ahí tenían al largo Bobby Farrell, el mejor bailarín de la historia:  su historia y personaje son más grandes que la vida. La leyenda le hacía viviendo, retirado, en Galícia (mentira, por desgracia). Ahí tenían a Frank Farian, productor despierto y cantante en la sombra, orquestador de éxitos y prestidigitador del engaño (¡Milli Vanilli!).  Encima se escindieron en mil grupos de nombre casi idéntico: material de leyenda.

Sus grandes obras son un jardín de senderos pop que se bifurcan: ‘Daddy Cool’ fue versionada con enorme acierto (como siempre) por Placebo. ‘Rasputín‘ es una tremenda interpretación del baile tradicional cosaco (que Georgie Dann convirtió también en su mejor tema, ‘Kasatchok’), en la que el mago titular se convierte en una máquina del amor. ‘Ma Baker’ recupera la leyenda de Ma Barker, quien a su vez inspiró una de mis villanas de cine favoritas, la Mama Fratelli de ‘Los Goonies‘. ‘Gotta Go Home’ se volvió a poner de moda hace poco con la tontería aquella de ‘Barbra Streisand’. ‘Feliz navidad’ era una constante en mi infancia, con aquel cassette de maravillosa portada que ando loco por recuperar en vinilo. Una más: convirtieron un himno religioso, ‘Rivers of Babylon’, en un hitazo pop.

Por todo eso dejamos que se encarguen de la última sensación indie Jenesaispop o EfeEme: a mí que me pongan ‘Daddy Cool’ y me dejen pista libre para marcarme unos bailoteos.

La elección de Withor

WILLIE DEVILLE – DEMASIADO CORAZÓN

Piensas y te quedas extrañado de algunos recuerdos que guardas, sin saber muy bien por qué. Eso me pasa a mí con Willie Deville. No recuerdo cosas básicas de mi infancia: ni mi décimo cumpleaños, ni algunos profesores, ni los nombres de compañeros de pupitre. Sin embargo, guardo una imagen con una extrema nitidez: yo, con 10-12 años, en la habitación de mis padres, dándole al REC mientras escuchaba los 40 principales para grabar en la cinta de aquella semana ‘Demasiado corazón’ del tito Willie. Y aunque esa cinta hace años que es ilocalizable, pudiendo estar tanto enterrada, como fulminada, como en alguna de las cajas del trastero, recuerdo al locutor comentando que la primera vez que Willie visitó España lo hizo con una serpiente enroscada en el cuello. Y yo nunca vi la imagen, pero la imaginé muchas veces.

Y aún lo hago, cuando escucho algunas de las dos canciones que conozco de Willie Deville: ‘Demasiado corazón’ y la magnífica versión ranchera del ‘Hey Joe’ de Hendrix. ¡Qué gran personaje! Reconozco que admiro más sus pintas y su pose que su música. Si le pones un traje y esondiendo una pistola, te lo imaginas como un personaje mexicano de una película de Tarantino. Pero con un parche en el ojo -rollo Intereconomía- y un gancho, es el perfecto Capitán Hook. Ponle un abanico y ahí tendrás el nuevo miembro de Locomía. Las posibilidades son inagotables.

El pobre Willie murió siendo un rockero, pero su canción más famosa fue ‘Demasiado corazón’. Pachanga de la buena, con sus bongos, sus trompetas, su estribillo y frases sin ningún tipo de sentido (‘lágrimas en mi cara, abajo de la lluvia’), esa mezcla idiomática de preescolar y el teclado, quizás más similar al de Camela que al del bueno de Manzarek. Pero que quieren que les diga. De pequeño, con 10-12 años, me parecía una cancionaca, y aún me lo parece. Y aunque lleve siglos siendo la sintonía de un programa de televisión de cotilleos, no importa. Al tito Willie, con esas pintas, se le perdona todo.