Esta semana, Steven Seagal ha sido detenido por estamparse contra una casa mientras conducía un tanque para un reality show y matar un cachorro. Estamos casi seguros de que cosas así de históricas ocurrían en 1983; hay una que les podemos garantizar: ese año nacieron los inercios. Puede que escucharan alguna de estas tonadas en sus primeros meses de vida.

La elección de V the Wanderer

NEW ORDER – AGE OF CONSENT

Pongánse en plan dj de radio nocturno o abuelo de los Simpsons y narren el contexto: corría el año 1983, era presidente de aquí tal y de allá tal cual, Loquillo cantaba su ‘Ritmo del garaje’, los ewoks infestaban las pantallas de todos los cines, Philip Glass marcaba un hito con el score de ‘Koyaanisqatsi’, Alphaville (los españoles) sacaban su ‘De máscaras y enigmas’, Alaska estaba en su salsa y había grupos con nombres como Kaka Deluxe.

Los 80 empezaban a definirse, con su horterismo exaltado y optimismo cansino, dando lugar a monstruos de la razón como ‘Walking On Sunshine’ de Katrina and the Waves. Pero ahí estaba la New Wave, que ya llevaba trayecto y se asentaba como género definido y sólido, con aires de post-punk y sintetizadores que aún caían bien. Échenle una oreja a ‘Mad World’ de Tears For Fears, con ese punto medio entre lo lírico y melódico y la revolución synth.

El iconazo fácil de la New Wave serían New Order. Llámenme vago, pero pese al revival tonto que tuvieron entre ciertos indies, vale la pena destacarlos. El año anterior se habían marcado su, en mi opinión, mejor tema, ‘Temptation’, y en 1983 lanzaron este tira-y-afloja pseudo-romántico para deleite de todos los alternativos y Sofías Coppolas del futuro. Si no lo han escuchado antes, quedan advertidos: la guitarra y el sintetizador se meterán dentro de su calavera.

La elección de Raúl

POLANSKY Y EL ARDOR – ATAQUE PREVENTIVO DE LA URSS

Por entonces saber tocar era lo de menos, mientras uno tuviera discurso. Podías perpetrar postpunk, como es el caso, o escribir una columna subversiva en un fanzine o grabar cine underground. La cosa era expresarse como fuera, aunque sonora primario, destartalado, como es el caso. La Movida fue también (o sobre todo) precariedad, oscuridad, carreras fugaces, fracasos y olvidos que luego los recopilatorios han desenterrado. Estos madrileños raros, en la órbita de los grupos siniestros, áridos y crípticos de la época, sólo sacaron un disco (‘Chantaje emocional’ se llamaba) y son un fiel retrato de la frustración: a los dos años, cuando querían editar el segundo álbum, la discográfica les echó para atrás las maquetas y ellos, pusilánimes e inseguros (nunca se supo si la ‘i’ de Polansky era latina o griega) decidieron dejarlo. Fin.

Vamos a la canción. No imagino un apocalipsis más doméstico, ni una alerta nuclear más rústica ni un repaso por la política internacional más absurdo y vacuo. ‘No tengo novia y no me mola el Pacto de Varsovia’, dice la letra estrambótica, y si uno rima ‘gato’ con ‘NATO’ (adaptación anglo de las siglas de la OTAN) ya está todo dicho. Activemos el ‘gilipollezCat’. Desde que estando en Bachillerato escuchara esta canción, le doy vueltas a esa inmensa pregunta que carcome el alma de varias generaciones (entre ellas, la del 83, claro), la imponente duda existencial de urgente respuesta que arroja la letra, el negro enigma con el que aún hoy nos atormentamos e intentamos desentrañar en vano el sentido de la vida, el universo y todo: ¿Qué harías tú en un ataque preventivo de la URSS?

La elección de Withor

HOMBRES G –VENEZIA

Yo tenía 10, a lo sumo 12 años, y pensaba que los Hombres G eran un grupazo, en plan Beatles o Rolling Stones. No me culpen a mí, sino a las circunstancias. Sin Internet para corroborar la información, sin acceso a revistas musicales y, para que negarlo, con una nula sapiencia musical -el maestro Paco Pil aún estaba haciendo sus pinitos com el Amstrad- lo que salía en la tele iba a misa. Con 10, a lo sumo 12 años, lo que se decía en la televisión era una verdad irrefutable. A esa edad, en esa época, la tele era Dios.

Y en la tele hablaban de un grupo que había vendido no-se-cuántos millones de discos. En España y en un América del Sur. Todo el mundo iba a sus conciertos como locos. Eran ídolos de masas. ¡Incluso hacían películas! Ante este panorama, sin Internet, y sin capacidad para comprobarlo, ¿ustedes no habrían pensado que los Hombres G eran tan grandes como los Beatles?

De acuerdo, luego creces, te acuerdas de lo que pensabas y te entra la risa tonta. Los Hombres G no eran tan buenos como los Beatles -ni siquiera los Rolling-. Y la verdad, ni falta que les hacía. Se ganaron bien la vida. Mejor que tú, y que yo. Y lo hicieron con chorradas como ‘Venezia’. Chorradas que a los ventimuchos me gusta más que a los diecipocos. ¿Por qué? ¿Nostalgia? ¿Friquismo? ¿Ganas de reivindicar lo irreivindicable? Quizás es que me estoy haciendo viejo. O quizás es que, después de todo, los Hombres G eran tan buenos como los Rolling.