La existencia de estas tres canciones ha requerido de una larga y laboriosa cadena de azares: su composición, la formación de su grupo, la existencia de sus miembros, los cientos de factores que configuraron su gusto, la prolongación de su trayectoria musical, la formación de modas que dicten por dónde ir y por dónde no, la agrupación de la sociedad, el nacimiento de la música, la evolución de la especie humana, el origen de la vida en la Tierra, el desencadenamiento del Universo. Así que denles una oportunidad, hombre.

La elección de Raúl

MERCROMINA – EVOLUTION

Mercromina no es sólo pop indie al uso, de guitarritas y melodías. Es un grupo un poco perro, árido, pesado, barroco, duro de escuchar. A veces estos albaceteños parten del rock pero bastardean con las programaciones y se ponen experimentales. Llevo unos meses escuchándoles y, sólo en ocasiones, son más difíciles de lo que pensaba. Crípticos y oscurillos.

No dicen nada en las letras y no importa, porque la voz de Joaquín Pascual es apenas un ahogado susurro entre la nube de guitarras agrias y la reverberación. Esta canción con título en inglés tiene una letra en castellano pero como si fuera en vasco. Habla de extraterrestres, de una nave, una niña pequeña y un bicho raro que cambia de color. No se entiende un carajo pero me sugiere algunas palabras, como viaje, fantasía, fines del mundo; un poco de libertad también. ¿Un unicornio verde-amarillo jugando al mus mientras orbita por el espacio? Pues no, pero podría ser. Todo vale en este horror vacui.

Abre el tema una guitarra rasgada y áspera que marca el ritmo mientras va entrando el resto de la banda, que se pone atmosférica y etérea, progresando en intensidad al amparo de las sílabas de la palabra ‘evolution’ convertida en estribillo, suspirado, aullado sin aspavientos. La historia tiene ciertos mimbres de cuento. Le pondré esta canción a mi hija para que se duerma, me mirará raro, no se enterará de nada, llorará y me odiará durante toda su vida.

La elección de V the Wanderer

L.A. – STOP THE CLOCKS

El tiempo es contagioso, afirma Damien Rice, todo el mundo se está haciendo viejo. Y Nacho Vegas se preguntaba de pequeño frente a un calendario si el 31 de diciembre sería el fin y ahora intenta detener el tiempo y dice que lo consigue, y Bunbury se junta con Shuarma por allí a lo lejos para darle la razón, aunque Muse avisen con su tono catastrófico de que el tiempo se nos está acabando.

Y Coldplay le cantan a los relojes con un ritmillo pegadizo que acabaría convirtiéndose en salsa y los optimistas Stones se atreven a proclamar que el tiempo está de su parte, y Calamaro, antes de pillar una rabieta con Twitter, lo repite a su (flojita, o rara) manera. Celtas Cortos recorren la senda del tiempo haciéndose viejos de repente e Iván Ferreiro envía canciones al tiempo y la distancia, código postal Existencialismo. Al final, anuncian Kansas, cada momento se va y no somos más que polvo en el viento.

Entre todos ellos anda Lluis Albert (L.A.) Segura, pidiendo que paren los relojes, en un tema sencillito de progresión épica y estructura casi cíclica a lo Snow Patrol o Starsailor, con unos compases de romanticismo justos, que podría sonar en cualquier radiofórmula, si en las radiofórmulas sonasen cosas de calidad. L.A. suma su granito de arena a la discografía del tiempo, eso que no sabemos ni qué es; yo vuelvo a pensar en espaciotiemposeis, ese plano de existencia de la brillante aventura gráfica ‘The Dig’, y en aquel ser que cada vez que salía de él (y entraba en el tiempo) moría a los pocos segundos para volver a la eternidad.

Si el tiempo se puede detener (como dice Vegas) entre libros y canciones, ésta de L.A. ha de ser una de ellas. L.A., llévanos un ratito a espaciotiemposeis.

La elección de Withor

LCD SOUNDSYSTEM – NEVER AS TIRED AS WHEN I’M WAKING UP

En días como hoy, en los que me miro al espejo y no me reconozco, entre interminables ojeras, ojos que no acaban de abrirse del todo, barba de seis días, pelo que ya pide una ración de champú y así una serie de cosas de las que no quiero acordarme, me doy cuenta de que nunca estoy tan cansado como cuando me despierto. El día pasa, el trabajo se acumula, mi cabeza se llena de cosas que hacer, llamadas que no puedo olvidar, gente a la que tengo que mandar a la mierda, y sigo estando cansado, pero nunca como cuando abro los ojos por primera vez, y busco desesperadament mis gafas para reconocer algo y sentirme persona.

Creo que mi apariencia no dista demasiado de la de James Murphy, ese a que todos llaman genio, y que siempre tiene pinta de dormido. Ese al que todos llaman genio de la electrónica también tiene sus momentos de genalidad con otros estilos, y te clava un medio tiempo como este, con tintes de rock psicodélico, recordando por momentos hasta hacerme pensar en el plagio a Pink Floyd.

Se trata de canciones que me gusta escuchar en días como hoy, con mi sueño atrasado, mi cara de dormido, las ganas de dormir y la certeza de que faltan muchas, demasiadas horas para hacerlo. Aunque sé que corro el riesgo de volver a padecer lo mismo, mañana por la mañana, cuando establezca contacto visual con el espejo del baño.