Los Príncipes de Asturias visitaron ayer las dependencias de La Inercia, en Pyongyang Este. Don Felipe y doña Letizia pudieron ver de primera mano el rincón de pensar de Cano el Cuarto, a quien felicitaron por su viril barba, y el escritorio donde una vez posó los testículos Harry García. Sus Majestades acudían acompañados de sus hijas, quienes aplaudieron las simpáticas acrobacias de setenta y siete del millón de monos. Los tres valedores de este milagro de la comunicación tuvieron a bien recomendar a los Príncipes estos tres temazos, justo antes de pedirles que por favor se fueran a dar por culo a otra parte y preguntarles si no había alguna feria de arte que inaugurar o algo.

La elección de V the Wanderer

 NICK DRAKE – THINGS BEHIND THE SUN

Solíamos leer la Rolling, más que nada, por los pies de foto. Pasa lo mismo que con Cracked: admiramos el arte de retorcer, transformar y resignificar una imagen con cuatro palabras, dotarla no sólo de chiste sino de punchline, elevar lo plano y sobado a descojone general para la muchachada. Porque ya vale, ¿no?, de tanta banda con pose y tanta foto desangelada de concierto.

El ejemplo gordo lo ponía aquella estampa en escala de grises de Nick Drake, tristísimo y cabizbajo en un banco, sumido en sus depresiones y conflictos internos, y la breve y contundente aclaración que la acompañaba: «Nick Drake, de fiesta en el parque». Chispúm. De repente el poeta de lo desabrido, del dolor y de la angustia vital pasa a ser un tipo bastante muermo al que no le vendría mal una litrona. Festivalazo.

Valga la sentencia para aliviar tanto sufrir, para quitarle algo de peso a esas cosas chungas que se esconden detrás del sol (detrás de nuestros propios párpados) y de las que a lo mejor escribo demasiado. Creo que a Drake hasta le hubiera caído en gracia el remate: fíjense cómo alumbra tan gravísimo tema con un estribillo en mayores, todo lo brioso que él podía componer, casi de arrancarse por soleares. O de montarse la fiesta en el parque.

La elección de Raúl

SAU – ÉS INÚTIL CONTINUAR

Hubo un formato televisivo que se perdió hace años: el clip para rellenar, para cuadrar parrilla. Como si hace dos décadas, por rudimentariedad de medios, fuera imposible amoldar la continuidad a un eje cartesiano. Me imagino a programadores con Excels como sábanas, entonces extensas pizarras blancas, devanándose los sesos para no empezar antes y organizar el magno tetris de la puntualidad; y en esta última virtud se me aparecía cada tarde en mi televisión el vídeo de Sau: el dúo Carles Sabater y Pep Sala en plan hawaiano, haciendo el chorras en una playa con cocoteros.

No me marcó ni la canción (rock català del montón, en la triunfal pujanza noventera del género) ni siquiera el vídeo, o quizás ambas cosas. Me dejó huella el espacio en sí, encorsetado allí por algún azar, como imagen sólo para tapar hueco, obviando el valor que aquello tenía, la involuntaria campaña mediática y seguramente la perniciosa catalanización del charnego ya a tiernas edades por la evangelización ‘pujoliana’.

Y así, cada tarde, seguramente antes de ver cosas como ‘L’elefanteta Nelly’, surgía Sau a la hora de la merienda, bendecido en los créditos de la canción por el grafismo y el logo de Sputnik, una especie de programa padre de toda la música que sonaba en Televisió de Catalunya. Después uno lleva esa mitificación en silencio, mientras crece, como cuando ve el mapa del tiempo toda la vida y se cree que las Islas Canarias están justo ahí, rodeadas por unos muros, invadiendo África a base de líneas rectas. En esa idealización tonta del pasado, sólo espero que alguien pueda compartir en algún foro, en algún grupo de Facebook, no sólo la tal paranoia del archipiélago, sino aquella vieja obsesión por el vídeo que llegaba sin motivo cada día con la precisión y el rigor de un reloj suizo. 

La elección de Withor 

EXTREMODURO – LOCURA TRANSITORIA

Tenemos la teoría –que alguna vez habremos paseado por aquí- que el reto del artista no es sacar un disco redondo, sino mantener una regularidad continua en el tiempo. Que los planetas se le pueden alinear a cualquiera y sacar ya no un one hit wonder, sino un discazo, casi sin proponérselo. Lo complicado, según nuestra metódica investigación, radica en llevar diez o quince años sacando álbumes y que no haya ninguno que no tenga su aquel.

Extremoduro podría ser una de las excepciones. Dice la leyenda que su mancha negra es el ‘Canciones prohibidas’. Pero no jodamos, que allí están ‘Salir’ y ‘Golfa’. Lo cierto es que la regularidad de Iniesta y cía es incontestable. En todos sus discos hay al menos tres o cuatro temazos y el nivel general no decae del medio-alto. Y su conjunto suele ser muy disfrutable.

Suelto este rollazo porque su nuevo disco no ha acabado de entrarme del todo bien. Tengo la sensación de que ‘La ley innata’ marcó un hito que no se volverá a repetir, aunque parezca que lo estén intentando. De todos modos, como también pasó con el anterior, solo con escuchar la primera canción la idea de que sea un disco malo se rechaza de inmediato. Eso, en parte, me reconforta. Un álbum menos para cagarla. La racha continúa.