Si llamas al 913461054 , te sale un contestador y puedes cantar, tú eliges si entera o fragmentada, la canción del ‘indie’ por excelencia. Así, para alegrarle la mañana farragosa a la España que escuche Radio 3… o para acabar de hundirla en la mediocridad. ¿Lo habéis adivinado? La letra más evidente y narrativa de Los Planetas, una de las más redondas, aquello que por la etérea disposición del fan underground se convierte en un himno. Desguacémosla, pues, para descubrir que es un oasis en la discografía planetaria porque se entiende todo (la letra y hasta casi a J). Primera estrofa.

Me he despertado casi a las diez
y me he quedado en la cama
más de tres cuartos de hora,
y ha merecido la pena.

Aquí no hay corrientes circulares en el tiempo. Tampoco existe rima ni el menor asomo de poética. Burda prosa, como si J cantara “he ido al Caprabo a comprar un cartón de leche”. No fluye mal el día que comienza, ponle que a las 9.50 horas, remoloneando entre sábanas hasta pasadas las 10.30 horas. Parece que el protagonista-narrador no vive del todo mal. O puede ser que sea domingo o un lunes de vacaciones.

Ha entrado el sol por la ventana,
y han brillado en el aire
algunas motas de polvo.
He salido a la ventana
y hacía una estupenda mañana.

Cotidianidad y optimismo radiante a prueba de desengaños amorosos: los rayos de sol, el flamante despertar, el relax doméstico. Las metáforas ni están ni se las espera. Rimas consonantísimas (ventana con ventana). La letra sigue sonando amable. No hay paranoias, ni infidelidades, ni zíngaros, ni gusanos metiéndose dentro del cerebro.

He bajado al bar para desayunar
y he leído en el Marca
que se ha lesionado el niñato.
Y no me he acordado de ti
hasta pasado un buen rato.

Primer movimiento y primer contacto con el exterior: un bar (deben ser sobre las 11 horas) que completa la tripleta castiza ‘fútbol’ y ‘mujeres’. El niñato es Raúl (se empieza a ver que J y compañía son del Barça). Se percibe una clara crítica a la prensa, al fútbol como espectáculo de masas, al capitalismo. Ojo: “No me he acordado de ti”. ¿Quién es ‘ti’? ¿Otra vez J despechado al acoso y derribo de una mujer en una nueva ración de odio parejil? Veamos.

Luego han venido estos por aquí
y nos hemos bajado
a tomarnos unas cañas,
y me he reído con ellos.

El día se tuerce… para bien, por la inercia del mediodía. El combativo cóctel ‘amistad+risas+cervezas’ resulta melocotonazo infalible y confirma que hoy, por las horas que son ya (¿12.30 h.?), no hay que fichar en la fábrica. Esta estrofa, temáticamente emparentada con las canciones que casi diez años después compondría el Grupo de expertos solynieve, suena a la excusa más difusa de la humanidad: “Es que me lié”. Pintan bastos.

He estado durmiendo hasta las seis
y después he leído
unos tebeos de Spiderman,
que casi no recordaba.
Y he salido de la cama

Definitivamente, esta primera persona del singular se nos desvela como un buen pájaro y el día comienza a causar envidia. Una siesta olímpica y una tarde improductiva tontísima, de perder el tiempo impunemente y de un vago asomo del pasado, la infancia, la nostalgia, el recuerdo, que luego tendrán relevancia. No son malas esas tardes de vez en cuando. Vuelve el fútbol:

He puesto la tele y había un partido
y Mendieta ha marcado un gol
realmente increíble.
Y me he puesto triste
el momento justo antes de irme.

Se confirman los pronósticos: esa tele que nos salva del hastío y el azar, que nos regala este golazo cuando ya nadie esperaba nada. Los Planetas son del Barça, el tanto en cuestión se lo meten a los ‘culés’ pero lo hace un vasco que juega en el Valencia y que es fan del grupo, no sé si a raíz de la canción. Importante detalle: aparece la tristeza (la nostalgia) y la cosa huele a desenlace, a que se van a precipitar los acontecimientos. Lo que empezó como un día de tocárselos a dos manos puede acabar en antológica tragedia.

Había quedado de nuevo a las diez
y he bajado en la moto
hacia los bares de siempre,
donde quedaba contigo,
y no hacía nada de frío.


Son las diez de la noche. Así que habrá que salir un rato porque con esa siesta que acabó a las seis no hay quien pegue ojo. La rutina de los bares de siempre (esa Granada que los parió y que es, a la vez, todas esas ciudades pequeñas que a veces te matan) y, otra vez, la alusión a la persona amada pero, por una vez, sin resentimiento ni diciéndole que se parece un poco a Satán. El chico sufre, está mal de verdad. Necesita un hombro para plañir.

He estado con Erik hasta las seis
y nos hemos metido
cuatro millones de rayas.
Y no he vuelto a pensar en ti
hasta que he llegado a casa,
y ya no he podido dormir
como siempre me pasa.

Y qué mejor que ahogar las penas en cuatro millones de rayas con Erik, el batería de la banda y de Lagartija Nick. Todo consumo propio. Salen a dos millones por cabeza, así que no es tanto. He aquí la evasión de las drogas, un tema recurrente en la historia de la literatura, la música y el arte en general, aderezado con los efectos secundarios del insomnio. No os dejéis engañar. Aquí el gran vividor no concilia el sueño debido las sustancias adjudicadas entre pecho y espalda y no por el recuerdo lacerante de la chica. Por una vez, la segunda personal del singular no sale escaldada después de casi cuatro minutos de música de Los Planetas.

raúl