Dice que el sentido de la vida es grabar discos bonitos y que la gente los escuche. Makaroff, argentino afincado desde hace décadas en Barcelona, fue en un pasado remoto un personaje díscolo y rebelde. Hasta temerario. Ahora despacha composiciones luminosas y vitalistas, joyitas de orfebrería pop (su último disco, ‘El inventor del rompehielos’, es una delicia) que hablan de cotidianeidades y transpiran humor con lucidez. Este bonaerense mediático también compone para otros. Desde Los Rodríguez hasta Gotan Project, pasando por Azúcar Moreno o Manolo Tena, han grabado sus canciones.

Defínete un poco. ¿Con qué etiqueta te quedas: compositor, letrista, cantautor, artista, showman, polemista, opinólogo, tertuliano?

Todas esas y periodista.

¿Cómo es un día en la vida de Sergio Makaroff?

Fruta, gimnasia, guitarra, lectura, TV, internet, compra, colada, recados, contemplación, composición, ensayo.

En tu papel como ciudadano, incluso a veces modélico, ¿cómo vives este ambiente de crispación social? ¿Estás indignado?

No soy modélico. Estoy indignado con aspectos de la condición humana, con el capitalismo global, el egoísmo, la estupidez. Me indignan las simplificaciones infantiles de los quincemistas: se ve que nunca han dedicado tiempo y esfuerzo a la política (hasta que no les tocaron el bolsillo).

¿Te consideras un poco vividor?

Estoy vivo.

¿Cómo se hace una canción? ¿Tienes un recuento?

En enero empiezo a dar un curso en el Ateneu Barcelonés sobre el tema. Serán 10 clases semanales de dos horas. No lo puedo resumir en una frase. No tengo un recuento, pero supongo que unas doscientas. Y tengo ya material para dos discos. Se puede componer sobre cualquier cosa; otra cosa es que valga la pena.

Makaroff, ¿acaso escribiendo su próxima canción?

¿Por qué letristas de tanto nivel como Ariel Rot o Calamaro te reclaman tan habitualmente?

Ellos son muy buenos y escriben la inmensa mayoría de sus letras. Colaboramos de vez en cuando. Es bonito no escribir siempre uno mismo las letras de sus canciones.

¿Es más difícil componer para otros (en forma de encargo, por ejemplo)? ¿Qué diferencias hay cuando la canción es para otro?

Es más difícil, sí. Cuando lo hago para mí no tengo la menor duda de que lo que voy escribiendo está bien (o mal), ya que lo compruebo de inmediato y automáticamente. Hacerlo para otro implica suponer que le gustará, es avanzar con menos certeza. Complacer a otro con algo tan caprichoso como una letra de canción es más tortuoso que complacerme a mí.

¿A qué se debe que los últimos discos te estén saliendo tan luminosos y vitalistas?

A Maite Buendía Buendía, la luz de mi vida.

¿Crees que el optimismo en cualquier expresión cultural tiene menos categoría y está menos valorado que la tendencia a la tristeza?

Sí. Quizá porque cuando uno está contento no es tan necesario acompañar ese sentimiento con una canción. La alegría se basta y se sobra para llenarnos. Un alma feliz no necesita nada más. En cambio la tristeza o la angustia sí que agradecen el consuelo de una canción.

¿Qué pasó con el programa ‘Andy y amigos’ en Radio 3 y aquel rincón del profesor Makarovsky?

Pasó a la radio ‘online’ Gladys Palmera con el mismo nombre. Y sigue estando el Profesor Makarovsky.

¿Qué recuerdo te queda de aquellas apariciones como tertuliano en ‘Moros y cristianos’?

Por suerte uno borroso, muy vago.

Makaroff, en plena posesión swing

Cuenta Ariel Rot que en los 70 tenías un carácter ‘pirotécnico’ y que hasta le daba cierto apuro andar por las calles de Buenos Aires contigo por tu comportamiento provocador. ¿Es así?

En efecto. Me divertía en el momento sin pensar en las consecuencias. Era un tanto destroyer, conducta que el tiempo y los golpes consiguieron atemperar.

Venías de la dictadura argentina y alucinaste con la España libre. ¿Cómo fue aquello?

Fue un verdadero alivio. Venía de una dictadura militar y me encontré a una España en plena transición, celebrando los primeros tiempos del postfranquismo. Era una verdadera explosión de sexo, drogas y rock and roll, que en esa época eran valores que suscribía. Fumarse un porro en Buenos Aires era peligroso, en España estaba despenalizado en la práctica.

Llegaste a Ibiza… y te quedaste. Hasta le compusiste una canción (el bonus track ‘Ibiza’, del disco ‘Tengo una idea’).

En Ibiza la gente estaba desnuda en la playa, era un enorme campo nudista. Ver mujeres desnudas como si tal cosa, fumarme un porro y sentirme libérrimo me aportó una buena dosis de felicidad. No podía pedir más. Aún hoy, 33 años más tarde, las mujeres no muestran las tetas en las playas argentinas. En Europa sí. O sea… ¿no?

Dices que ahora el oxígeno es tu droga favorita. ¿Qué deportes practicas y con qué frecuencia?

Nado cuatro o cinco días por semana (1,5 kilómetros) y hago gimnasia en casa (250 abdominales) todos los días.

¿Al dejar las drogas y el alcohol tuviste miedo de que se te fuera la inspiración?

Sí: por suerte me equivoqué. Pensaba que no iba a poder componer canciones, que no se me iba a ocurrir nada. Y fue al revés. La mayor parte de las canciones las compuse debido a lo bien que me sentía por haber dejado de drogarme.

Para acabar, recomiéndanos tres canciones que te gusten por cualquier motivo.

Recomiendo estas tres, simplemente por su gran calidad: ‘Benny and the Jets’, de Elton John. ‘Coconut’, de Nilsson. ‘O pato’, de Joao Gilberto.

raúl

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