Los primeros registros oficiales del Reino de La Inercia datan del siglo XII, concretamente en el texto ‘Greuges de Cano Isarn el Primer, senyor de Canet, al comte de La Inerçia’, donde ya se habla de un terreno que se extendía por toda Iberia y media Escocia en el que nunca faltaba la buena música. Poco más tarde, a finales del XIII, el historiador Plinio el Famoso No, el Otro, escribía: «no ben ove xegado al bello Reyno de La Inerçia, me foren recomendais tres cançones que fazieronme mais feliç que pecho de mugier commo cabeças de nano». Hoy rendimos homenaje a esta bella tradición de nuestra nación recomendándoles a ustedes tres bellas tonadas más.

La elección de V the Wanderer

AUSTIN WINTORY – I WAS BORN FOR THIS

Música para cerrar los ojos. Música para sobrevolar o correr por un desierto infinito, dejándonos llevar por las dunas, por el tiempo agotado esparcido por todas partes. Música para enfrentarnos a la belleza cara a cara, para encogernos ante la inmensidad, frágiles y minúsculos pero imparables. Música para desaparecer.

El Viaje eterno, el Camino pavimentado por las palabras de otros que lo caminaron antes. Idiomas dispares (francés, griego, latín, japonés) fundidos en uno, palabras tejidas entre la música. Versos de la Eneida, de la Ilíada. «No sufráis por mí, nací para esto», de Juana de Arco. Matsuo Bashou: «En este camino / por el que nadie viaja / una tarde de otoño».

Nada es eterno, todo está en movimiento. Al cerrar los ojos y recorrer esta música podemos sentir ese movimiento, hacernos fuertes y frágiles a la vez, correr con más ímpetu aunque no haya un destino. Ir, por un momento, más allá del tiempo y ver como todo se esfuma: las personas, los nombres, los lugares; hasta el mismo Camino desaparecerá un día.

Música para cerrar los ojos y admitir que nacimos para esto.

 

La elección de Raúl

CECILIA – DECIR ADIÓS

Empecé la semana con Perales y por esas cosas de la navegación (y no el velero: en la web) he dado el salto, entre el jueves y el viernes, a Cecilia, toma ya vanguardia, toma ya canción para comerse el fin de semana que comienza. Me descubro escuchando cosa tan folclórica y conservadora, historia tan narrativa, tan clara pero tan bien tejida y rematada y con rimas tan consonantes. ‘Decir adiós’ es una de esas hermosas canciones de despedida que, por ser tan de libro, no es menos honda y grandiosa: fragilidad en la voz, exquisitez, mínimos arreglos y la musicalidad de la guitarra española, además de una letra que consagra a la malograda Cecilia (se mató con un coche en 1976, de madrugada, en una carretera de Zamora, volviendo de un concierto, a la edad del rock: los 27) como una autora pop enorme en una España entonces poco propicia para esos atrevimientos.

Lo que no sabía yo es que su nombre se debe, en parte, a la admiración por Simon & Garfunkel, ni que ella misma, pintora también, dibujaba las portadas de sus discos y sus canciones, que también ilustraba o que, ojito, cuando murió trabajaba en un proyecto con textos de Valle-Inclán. Se me ocurre que en los colegios, mejor que españolizar, catalanizar o esperantizar, pondría yo a la chiquillada a escuchar Perales o Cecilia como el que desglosa a Bécquer o Àusias March en un comentario de texto o como el que exige leer a Eduardo Mendoza. Y así educar la sensibilidad (a mí en clase me pinchaban a los Fruitis y a las Spice Girls), cuidar el lenguaje y protegernos de los ministros y, ay, de la RAE, que nunca estará de más.

La elección de Withor

ANTÒNIA FONT – PER JO I TOS ES CICLISTES

Mira que tienen cara de no haber roto nunca un plato, de modositos y de yernosperfectos, pero en el fondo los miembros de Antònia Font viven la vida caminando sobre el filo de la navaja, haciendo del riesgo y las decisiones poco comunes su razón de ser.

Sólo así podemos entender que eligieran un nombre tan de andar por casa y poco atractivo como Antònia Font (a base de escucharlo suena bien, pero, ¿qué pensaron la primera vez?) o que decidieran cantar en un mallorquín tan cerrado que fuera de ses illes sea difícil entenderlos. Y la última: ahora que están en la cresta de la ola, que han demostrado que las dos primeras decisiones fueron acertadas, se la hayan sacado, puesto sobre la mesa y hayan hecho 40 canciones de golpe, de las cuales sólo 10 superan los dos minutos.

Todas juntas conforman un mapa de metro, y el grupo anima a viajar entre ellas sin necesidad de tener un destino final, a cambiar de líneas continuamente y hacer el máximo número de transbordos posibles. Un viaje para perderse, explorar, descubrir y, por qué no, incluso aburrirse. Los discos, como los viajes, nunca pueden salir perfectos.