Nos hemos vuelto a levantar con ganas de expandirnos y copar todos los mercados lingüísticos posibles. Tras perder una gran fortuna y diez centímetros cuadrados de piel con nuestra apuesta por el esperanto, hemos aprobado versiones de La Inercia en chavacano de Zamboanga, caviteño, ternateño, ermiteño, zamboangueño, cotabateñ y castellano Abakay. Esta vez sí, seguro que lo petamos. Mientras tanto, ahí van tres canciones buenas para aligerar la espera. ¡Anda ya yo, buenas días!

La elección de V the Wanderer

MIDGE URE – BREATHE

No soy yo de ponerme tonto con las nostalgias ni de bailar con el pasado, pero de vez en cuando me vienen destellos a los oídos y tengo que volverme atrás un poquito. El otro día, por ejemplo, caminaba maldiciendo el invierno palmesano y me imaginé acompañado del falsetto de Midge Ure en este tema, dándole al asunto un aire pensativo, melancólico, de soledad urbana bien llevada. Luego recordé que se hizo famosa anunciando relojes y se jodió la literatura, como siempre, pero el daño estaba hecho.

La ponía sin parar a los quince o dieciséis, época en que empecé a respetar y admirar la música. A veces, hasta a la que se lo merecía. Digo que no soy de empalmarme con las nostalgias, pero ya les he hablado varias veces y sin planearlo de aquel momento de mi vida, así que algo habrá después de todo. Será cosa de la treintena, o de la cincuentena (el lunes, ojito, emitimos el show número L), que se van acercando.

Me evalúo con toda la arrogancia de la distancia, esperando ponerle un gomet vermell a mi yo de hace década y pico, llamarlo hortera y pardillo, pero al final me ha vuelto a atrapar el falsetto del escocés y sus ecos de lluvias e inviernos románticos. Por un momento, no se lo digan a nadie, me he vuelto a volver blando.

La elección de Raúl

LEÑO – SIN SOLUCIÓN

Mi compañero periodista Javi, que tiene a Leño en un pedestal, me mete presión y nervios antes de que yo le eche un telefonazo a Tony Urbano, el que fuera bajista de aquel trío mítico que marcó el rock en castellano de los 70 y 80. Le cojo tomándose una cerveza por la tarde y la mar de afable. No sé lo de vuelta que está de todo, incluidos aquellos éxitos de Transición. Sólo quiero cuatro palabras de afecto y gratitud hacia Maneras de Vivir, el grupo tributo que, para celebrar sus 10 años, prepara una gran fiesta del rock urbano y callejero: un concierto en la Sala Golfus con músicos invitados y versiones de rock.

Pero Tony, que trabaja en una fábrica y reside en El Vendrell, me concede bastante más: vive tranquilo, produce sólo a quien le viene en gana, se quita el gusanillo ensayando con libertad y subiéndose de vez en cuando al escenario para darse el gustazo. Tanto rebobinamos que acabamos con él, a sus 17 añitos, dejando el local donde ensayaban en una montañilla junto al cementerio de Tarragona y embarcándose en la aventura de Madrid siguiendo los pasos de un extraño cantautor americano con el que tocaban. Échenle encima todo el mito que quieran: era 1977, la plúmbea y ramplona España ansiaba aperturismo y él cambiaba la provinciana Tarragona por la capital Madrid.

El resto es historia, ya saben: juntarse con Rosendo y firmar en cinco años cuatro discos que marcaron a muchos y de los que bebieron más: Barricada, Extremoduro, Marea. Hoy, el rock barrial, ese género que a estas alturas de la infancia me cuesta horrores creérmelo, sigue encomendándose a buena parte de aquellas guitarras. Pero la cosa es que Tony tiene palique y leyenda para rato. Después de acordar otro día ‘in situ’ para una entrevista extensa, me sale el localismo pueblerino (qué le vamos a hacer) y la reivindicación. Ni a Tony ni a Ramiro se les tiene demasiado en cuenta en su ciudad, Tarragona, estancada en el onanismo folclórico de un sólo tipo de cultura popular. Todo lo que se salga de ahí, se obvia, por más del pueblo y más de la calle que sea.

Ni siquiera se sabe que detrás de ese himno que es ‘Maneras de vivir’ hay dos tíos de aquí. Yo opto en esta ocasión por una canción más reposada, más acústica, pero con el mismo malestar marca de la casa, idéntica rebeldía latente. Hasta puedo decir la cursilería esa de que la letra, con la que cae hoy, está más vigente que nunca, a pesar de ser de 1980.

La elección de Withor

COQUE MALLA – NO PUEDO VIVIR SIN TI

No he tardado demasiado en crear mi nueva rutina. Como entro a trabajar a las 8 de la mañana, me despierto hacia las 06:45, desayuno mientras veo la tele, me arreglo y me visto, a eso de las 7:20 saco al perro a pasear y a las 7:45 ya estoy camino del curro.

Esta es la teoría. A la práctica, los horarios se descuadran y ya les aseguro yo que a las 8 en punto yo no estoy sentado en la oficina. La razón es simple: ‘Malas pulgas’. Un programa que empiezan a emitir hacia las 6 de la mañana –alguno tienen que echar- en el que el gran Borja Capponi educa a los amos sobre cómo deben educar a sus perros.

El programa es malo (joder, es que son las 6 de la mañana) pero a mí me fascina. Como pueden imaginar, la clave es Borja Capponi. Más allá del nombre, sus pintas de actor italiano de peli porno de serie B de los que no follan es impagable. Pero hay más. Tal y como indica Navarro, se nota a leguas que el tío no tiene ni zorra de perros y que se dedica a improvisar. Y lo que es mejor: cuando graba algunas escenas mirando a cámara, Capponi demuestra que esto de hablar no es su punto fuerte en la vida.

Por si fuera poco, algunas de las historias son memorables. Como la de este viernes, en la que un perro se dedicaba a llorar cuando su dueña escuchaba “canciones tristes”.  Y para demostrarlo, ésta ha puesto como cinco o seis veces el ‘No puedo vivir sin ti’ de Coque Malla, y el perro acompañaba la canción con sus tristes y estruendosos lamentos, en una escena digna de una película de Almodóvar. Y Capponi, de pie, inventando alguna gilipollez que no se creía ni él y que después funcionaba de manera milagrosa mientras sacaba pecho con pose chulesca. Joder, ¡prime time para ‘Malas Pulgas’ y Capponi for president ya!