A ver, caballero, deje ya de darle al methylpropional y al polyquaternium-22. Desengánchese del cocomidopropyl y del formaldehído y huya de los tiritos de propileno sódico y de las pastis de butylphenyl. Aquí, en La inercia, cada fin de semana encontrará la más reputada clínica de desintoxicación, un reducto ajeno a la química de los que ya no quedan casi. Despeje su pupitre de botecitos de éter y bidones de piridoxina, que aquí llegan tres canciones vasodilatadoras que, a la espera de mayores progresos, por el momento son la mejor y más sana alternativa a las drogas.

La elección de V the Wanderer

NINE INCH NAILS – HAPPINESS IN SLAVERY

Bob Flanagan debería haber muerto muy joven pero aguantó hasta el tiempo de descuento y luego un poco más. La parca lo rondaba desde que naciera enfermo y débil pero él la toreaba con testarudez. Su secreto, sencillísimo pero imposible, era abrazar el dolor que se lo tenía que haber llevado años atrás: Bob Flanagan se autodefinía como «supermasoquista» y puede que la categoría se le quedara pequeña. Perforó, agujereó, cosió, ató y retorció su cuerpo hasta que el dolor ya no era un enviado de la enfermedad sino su propio esclavo. Aguantó décadas de más gracias al humor, al dolor y al arte y me atrevería a decir que además consiguió hacerlo feliz.

A Bob Flanagan pueden verlo en el tremendo documental ‘Sick’ de Kirby Dick, dedicado a su vida, su obra y sus últimos días. La vista no es agradable y más de una vez tendrán que apartar la mirada pero la batalla merece la pena. Aunque Flanagan sabía que iba a morir, luchó con rebeldía cada segundo; y la rebeldía, como dice el filósofo Mark Rowlands, es lo único que nos puede redimir. Incluso en, o especialmente en, las batallas que arrancan perdidas.

Bob Flanagan encontró la felicidad en la esclavitud, en el dolor. Por eso es tan fascinante el videoclip de este temazo que les traigo hoy, en el que aparece dejándose destrozar por una máquina perversa: más allá del morbo y el escándalo, del horror y el escalofrío, hay un tipo viviendo cuando tenía que estar muerto y disfrutando del dolor cuando éste tendría que consumirlo. Así, los paisajes metálicos, fríos e inhumanos de NIN se convierten en otra cosa: en los vítores enérgicos de una derrota bien conquistada.

La elección de Withor

MGMT – ALIEN DAYS

Ahora que por fin me pongo a pensar, me doy cuenta de que MGMT se ha ido convirtiendo, a mis espaldas y sin avisarme, en uno de mis grupos de cabecera. Como la pequeña mancha del lavabo que ves cada día sin prestar atención, poco a poco se han ido haciendo más grandes. Y ahora, que la manchita ya es un manchurrón y es imposible no reparar en ella, ellos se han ganado el sitio en mi olimpo particular.

De MGMT me gustan muchas cosas, empezando por sus nombres: Andrew VanWyngarden y Ben Goldwasser. Me gusta que sean raros y anden metidos en cosas extrañas. Y que siempre encuentren la manera de que siente bien. Me encanta que hagan canciones de más de 12 minutos con asiduidad. Y que después del éxito de ‘Kids’ y ‘Time to pretend’, dijeran que no iban a hacer más hitazos así. Y me parece genial que hayan cumplido. Me gusta que el segundo disco fuera más raro y menos exitoso que el primero, y a ellos les pareciera bien. Y me encanta que hayan asegurado que el tercero será aún más raro y –suponemos-, menos exitoso que su predecesor y a ellos –volvemos a suponer- les parezca fantástico.

Pero sobre todo, me gusta la facilidad que tienen para parir marcianadas del calibre de ‘Alien Days’; que en los terrenos de lo insólito, lo exótico y lo singular, allí donde tantos otros se ahogan, para ellos sea como estar disfrutando de una paella en Ibiza.

La elección de Raúl

LEÓN BENAVENTE – SER BRIGADA

Y mira que a pesar de la estupendísima hoja promocional que les escribió Nacho Vegas, no me entró mucho el single de León Benavente. Pero ahora sí me está calando, y de qué manera, todo el primer disco de este cuarteto que, por resumir, es la banda de Vegas, algo así como un súpergrupo volando solo, a la suya (la próxima semana se pasarán por nuestro cercano y querido Palmfest). No esperen nada parecido a lo que hace el asturiano. Esto son, como define Abraham Boba (cantante, letrista y tocador del órgano Farfisa), canciones pop vomitadas con sangre.

El álbum suena revuelto, incómodo, correoso, densísimo, agresivo por momentos y contestatario pero bien, huyendo de cualquier lugar común. Aquí, en esta canción que no paro de escuchar, se ponen experimentales: Boba recitando cual rapsoda en mitad de pasajes instrumentales casi progresivos, Cristina Martínez (El Columpio Asesino) poniendo su voz y disparando las urgencias en este epílogo lleno de amor, desencanto y violencia. Me recuerda, en lo intenso y en el drama, a ‘Toro’. Hasta una mención a la serie negra de Goya sale por ahí, en una letra que es pura narración turbadora y fiera.

Un recorrido en coche por las Españas (igual que la referencia geográfica que bautiza a este grupo), que va de Almería a Perpiñán, Madrid, La Coruña o Gibraltar, que parece habitar en la encrucijada en base a la fórmula infalible: el poderío instrumental de cuatro musicazos con kilómetros en la mochila y el lirismo de Boba, que se revuelve desde la rabia (nada que ver con sus discos en solitario). ¿El resultado? Una canción rara y apabullante, y paro ya, que si no esto va a parecer una crítica pura y dura, y por ahí sí que no.