El amor a La Inercia ha de ser una parte central de nuestra higiene moral. Agradeceremos a La Inercia, adalid de las sendas nobles, santa patrona del gusto exquisito, las canciones que nos recomienda y respetaremos sus símbolos, himnos y lemas, pues ellos representan las virtudes de nuestro faro cultural y nos ayudan a evitar los vicios todos. Evitaremos las amistades que no gusten de estas tres canciones que son el camino de la pulcritud para el correcto vivir y el destierro de toda afición perniciosa.

La elección de V the Wanderer

STYX – MR. ROBOTO

Sigue la vida como una prolongada coda a nuestra aventura nipona (los siguientes arcos argumentales apenas se adivinan), hoy gracias al popular asunto de los Juegos Olímpicos, que Madrid viene perdiendo con holgura desde hace años. Tokyo será sede en 2020 e internet ya anda inundada de referencias a Doraemon y Neo-Tokyo (sí, en ‘Akira’ los Juegos son allí en el mismo año, 2020, ¡tras la 3ª Guerra Mundial!). Algunos, los más malvados, mientan la radiación de Fukushima, mientras que los malvados y además ignorantes se desgañitan insultando a los chinos, que además de invadirnos con sus comercios nos roban los juegos.

De entre toda la perorata tuitera agradezco con fortísimo aplauso una mención a este temorro de Styx, figurones del rock progresivo que harían muy mal en tomarse en serio. Al compás de un metálico «doumo arigatou, Mr. Roboto» se desarrolla un tema al que en realidad le sobra todo lo demás, pero que sirve para alojar tan pegadiza frase e inspirar un videoclip de ovación en pie. Roboces, mullets, mucho humo e iluminación forzada: el asunto rezuma tanta ochentez que nadie se atrevió a rescatarlo en el reciente revival.

Mr. Roboto, que a bien seguro es pariente lejano de nuestro Robot Gay, siempre será bienvenido y vitoreado en esta página. Aunque sólo sea como excusa para recordar esta maravilla audiovisual ya ha valido la pena la victoria tokyota. Doumo arigatou, COI.

La elección de Withor

BAND OF HORSES – CIGARETTES, WEDDING BAND

Me vienen los niñitos de 13 o 14 años flipando con el Facebook, que si cómo mola el invento, que vaya festival me pego en mi casa mirando fotos de mis coleguis, que mira qué chavalas tengo en mi timeline, y no se llevan la hostia de casualidad. En lugar de recurrir a la violencia (mal vista quizás, pero en este caso, sanísima), carraspeo, aclaro la voz y les suelto –sí, sí, sermoneando-, chavales, porque vosotros aún erais bebés cuando salió Last.fm. Pero aquello sí que fue algo molón.

En los últimos tres años, habré entrado cuatro o cinco veces a mi perfil del Last, la última de ellas, esta misma semana. Es apasionante zambullirte en las estadísticas y descubrir, por ejemplo, que Antònia Font sigue siendo el grupo más que más veces he escuchado, pese a que los tengo olvidadísimos –no me acabó de entrar el último disco-.

Me sorprende también que llegase a escuchar Flash Delirium, de MGMT, hasta 258 veces y aún no le haya pillado asco (reconozco, eso sí, que si suena en el coche apenas dura unos segundos antes de decidir quitarla). O que grupos como Cut Copy o Band of Horses, que parecían que iban a ser amores pasajeros de verano, aguanten tan arriba en mi top.

Veremos si de aquí a un añito las cosas siguen igual, o alguna banda ha dado un gran giro a la clasificación. ¡Qué emoción! Porque yo nunca abandonaré a Last.fm. Que arrieros somos, no jodamos.

 

La elección de Raúl

MARÍA JIMÉNEZ – EL DIARIO NO HABLABA DE TI

Drogas a un lado, casi que mi gran hobby es llegar a una ciudad y enfrascarme en ese microuniverso insólito que es la prensa local. Mientras desayuno, me encanta abandonarme a temáticas cerradísimas y titulares especializadísimos, sólo aptos para el residente avezado e indescifrables para el turista. A mí me pasa cuando escribo de cosa local: obviamos referencias, ahondamos en los vicios de raíz geográfica sin saber que al final nos quedará un texto algo críptico para el lector neutral, el eventual foráneo.

Me fascinan esos periódicos tochísimos e ilegibles de 80 páginas, la mitad de fiestas mayores. El último ejemplo fue en Huesca, donde el diario ‘Alto Aragón’ (cuanto más regional, mejor) nos regaló, entre otras perlas, dos páginas del Campeonato Provincial de Salmónidos Lance (una modalidad de pesca, se ve). Y, en esa línea, recuerdo periódicos de Guadalajara (‘Nueva Alcarria’ es la biblia) que eran nutridas enciclopedias de maquetación noventera y donde al menor detalle bullanguero de pueblo en verano se le adjudicaban tres hojas. Cuánta antropología hay una extensa previa de una enorme becerrada alcarreña o del Cipotegato, la tradición más universal de Tarazona, provincia de Zaragoza.

Toros, encierros, verbenas y ferias convierten a estos diarios en ejemplares dignos de leer para la admiración o, si quiera, la risa; tan cateto y literario a un tiempo, donde cada puta aldea se convierte en una patria a reivindicar (la línea entre lo provincial y lo provinciano es finísima). Cuando hago todo esto, pienso siempre en esta canción de Sabina que luego María Jiménez, sin que sirva de precedente, mejoró. Habla de lo ajeno que puede sentirse uno ojeando noticias. Pasa como cuando te sucede algo importante, un bombazo privado, una exclusiva personal, y piensas que qué raro que los medios no lo reflejen, si tú has parado rotativa y ellos se esmeran en contar la última novillada infantil en Albalate de Zorita. No sé, pero yo para ser feliz quiero un diario comarcal gordísimo y folclórico, de un lugar lejano.