Venimos de un viaje tóxico por Hoya de Baza, las Bardenas Reales de Navarra y Las Merindades. Ahora nos encaminamos a Goyerri y Duranguesado, no sin antes pasar por Trasmiera y el Valle del Besaya. Entonces, sólo nos quedarán 83 comarcas españolas por visitar y culminar así este abrasivo ‘tour de force’, nuestra experiencia mística territorial que alumbrará, si no se tuerce la tarde, la mayor obra literario-visual de lo que llevamos de semana. De momento, aquí va un pequeño avance, tres canciones con todo el sabor poderoso de la tierra fértil.

La elección de V

THE HANDSOME FAMILY – FAR FROM ANY ROAD

Sepan que el universo es un lugar caótico y que los conceptos de Bien y Mal son puramente humanos. Que allá afuera no hay más que vacío interminable entre estrellas. Miren a la eternidad y comprueben cómo allí no hay rastro de ninguno de nosotros. Antes de ahogarse en el vértigo, plantéense si todo ello no está cargado de una poesía triste, agria, de rendición y supervivencia. De compasión, acaso, por todas las cosas, pues todas las cosas desaparecerán.

Sabiendo esto podrán enfrentarse a ‘True Detective’, una suerte de relato negro existencialista, atragantado de horror cósmico y de la malignidad y el desapego del mejor (o peor) Alan Moore. A ‘True Detective’ y a su estado de ánimo se entra, en todos los sentidos, con este tema cavernoso y distante de The Handsome Family, casi un retrato deteriorado de naturalezas muertas o a punto de morir.

¿De verdad habla ‘Far from any road’ de todo esto? ¿Acaso hubo un tiempo en el que todos estos sentidos le quedaban lejos? ¿Es la serie la que le transfiere significados, o es la canción la que ubica a la serie en una disposición del ánimo tan exacta como oscura? No es que la escuche para acordarme de Marty y Rust, que también, pero me resulta imposible ponerla sin viajar a esa gran tristeza nihilista, a esos pantanos que esconden cosas en putrefacción, alejados de cualquier carretera. Tampoco sé si quiero hacerlo.

La elección de Raúl

ALMA MATRIS – RUMORE CHIMICO

Venga la batallita: mi primer botellón fue junto al Lidl de al lado de mi casa. Allí, en tan glamuroso sitio, años antes de que desorcháramos champán en el casino, sonaba esto: ‘Rumore Chimico’, una cosa noventera y simplona, una cima de la impersonalidad, de genealogía imposible. Llevo dos horas siguiéndole el rastro en internet, iluso yo, pensando que me iba a encontrar con los créditos claritos, con quién ha puesto la percusión allá y quién ha dado con la pócima de esta letra. Pero no. Podría el juez Bermúdez tirar del hilo y ver dónde empieza el remix y acaba la autoría intelectual, ya que esta canción de ramplón eurodance es como el 11-M: no se sabe quién instigó al final de la cadena, así que habrá que adjudicarle el mérito al dj Alma Matris.

O será, como los clásicos, que ya pertenecen al pueblo. No lo creo, porque tengo un recuerdo vago de este tema de ingredientes comunes y sin subidón evidente: a mí me intrigaba el mecanicismo, la frialdad, la robotización, plasmada en esa voz femenina en mal español sacada de cualquier contestador o a punto de anunciar la ‘última llamada’ en un aeropuerto, como una suerte de experimento infantil a lo Val del Omar, mezclado con el Cheminova, para hacer bailar a la juventud en discotecas y aparcamientos.

Conceptos como laboratorios, máquinas del ritmo, la fórmula del ruido, compuestos químicos y medicinas transitan por esta letra insólita y única: nunca la electrónica le debió tanto a las esdrújulas, aquí convertidas en un efecto más, en parte vital de la métrica. Sonaba esto, como un mantra, en mitad de etilismos infames de calimocho caliente. Yo, que ni tenía idea de música ni sabía beber, me sentía desubicado y aturdido por querer buscarle una interpretación al tema. No sabía que estas canciones dance, como implorando anonimato en las firmas difusas, se componen igual que los títulos de pelis chungas de acción: remover papelitos en una urna y que dicte el azar.

La elección de Withor

TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO – ESTRELLA AZUL DE ESPAÑA

La cosa esta semana va de la obsesión desmedida que me ha entrado por Triángulo de Amor Bizarro. Pocos lo saben porque a pocos se lo he contado, pero en pocos días mi persona ha experimentado todas estas situaciones: no escuchar otra música que no sea suya; estar toda una noche sin poder dormir con una canción suya en la cabeza; pensar cada cierto rato, con muy pocos intervalos, en el concierto del próximo jueves; vestirme para correr (o ir al gimnasio), ir a correr (o al gimnasio), ducharme y vestirme de calle siempre con Triángulo de Amor Bizarro sonando, repetir recomendación tanto en la web como en la radio. Y así.

Los motivos son de sobra conocidos. Ahí va otra lista: canciones disparadas con metralleta; ruido, mucho ruido; letras absurdas, aunque no tanto como sus títulos; la capacidad de descubrir melodías entre tanta distorsión; frases contundentes como martillazos; meter a Serpiente Plissken en una canción sin venir nada a cuento y, de hecho, escribir letras y hacer música que en general no viene nada a cuento. Y cómo no mencionar la percepción que transmiten sus miembros de sudar bastante de todo. Les ponen etiquetas y no se molestan ni en contestar. Sus conciertos duran 50 minutos y nunca hacen bises.

Ahí lo tienen: motivos y causas. ¿Es grave doctor?