Lo admitimos. Fuimos nosotros quienes chapamos el blog de Vigalondo en El País. Lo confesamos. Fue La Inercia quien ha bajado la persiana a Operación Triunfo. No nos lee ni dios, pero gozamos de un incalculable poder en la sombra. Somos un potentísimo y a la vez difuso lobby capaz de conseguir cualquier cosa. Acabamos de recibir una invitación para la próxima reunión del Club Bildelberg. Por supuesto, no iremos. Derribamos el comunismo cuando llegó el momento, alentamos las revueltas en Egipto y Túnez y estamos detrás del ocaso de Andrés Pajares. Y que Obama no se ponga tontito.

La elección de Raúl

MESSER CHUPS – MIDNIGHT PREACHER

Venga va, una etiquetaza de crítico repelente: este trío ruso es como si el Murnau de ‘Nosferatu’, reencarnado en Tarantino, pasara por la turmix a Doctor Explosión y Tiki Phantoms, bien batido con la ayuda de Bela Lugosi y Fritz Lang. Con ‘Planet Terror’ y ‘Freaks’ en la cabeza y Ed Wood mirándonos desde un póster en la pared, la banda soviética apuesta por una estética retro-tecnológica. Todo irradia bizarrismo, underground, contracultura, pura serie Z, un cóctel la mar de polvorín, más aún si esta gente nace en 1991, en una Rusia (la de Boris Yeltsin) que se levantaba resacosa de la noche comunista.

Estos adalides del theremín como instrumento principal (la nieta del inventor del artilugio toca en el grupo) se despachan aquí con un instrumental de guitarras surferas trepidantes y gritos cinematográficos, una especie de twist siniestro, destartalado y bailable que se vuelve frenético, gracias a punteos calientes muy al estilo de Los Coronas. Lo hacen también con el jazz o con el tango. Sodomizan también a Tchaikovsky y a la banda sonora de Twin Peaks.

De tan precario, de tan subcultural, de tan humor empalmado con horror, la cosa acaba dando buen rollo. Diversión y miedo, todo junto. Vampiros del hiperespacio se dan la mano con monstruos de pantanos radioactivos. Y encima hasta se pueden mover las caderas. Me engancha el ritmo. Pienso, sin remedio, en Boris Karloff pero también en ‘Buenas noches, señor monstruo’, de Regaliz.

La elección de Withor

NADA SURF – BACARDI

El desorden invade mi cabeza, pero también mi coche. ¿Cajas para guardar CD’s? Muy ordenadito e higiénico todo, pero… ¿y si quieres cambiar de CD en mitad del trayecto? ¿Merece la pena ordenar los CD’s aún sabiendo que aumentas exponencialmente el riesgo de accidente de tráfico y, consecuentemente, amputación/muerte/acabar vegetal? Son decisiones que definen a las personas. En mi caso, prefiero tener todos los CD’s esparcidos en esa parte del coche situada al lado del cambio de marchas y que sirve para poner cosas. Dudo que tenga denominación. La cuestión es que están todos ahí, desordenados, sin caja ergo rallados, la mitad de ellos no se oyen o sólo algunas canciones. Es una putada, sí, pero yo no moriré buscando un CD en su puta cajita amarilla.

Además, este desorden primitivo tiene sus cosas buenas.

1) La sorpresa: como no tengo apuntado que música hay en el CD, puede acabar sonando el último de Bunbury o el bolero de Ravel. Lo mejor es que no lo sabes hasta que empieza a sonar. ¡Madre mía!

2) Comodidad: el sitio para poner cosas está al lado del cenicero. Así que no hay que hacer un gran esfuerzo para seleccionar el CD, puesto que el movimiento que debes hacer ya lo haces para tirar la ceniza y así lo aprovechas. ¡Genial!

3) Gracias a este antiguo pero seguro sistema, algunos CD’s pueden quedar arrinconados en el fondo, y pueden pasar meses, incluso años, para volverlos a escuchar. Y entonces recuerdas canciones que en su momento te encantaban, pero que ya se habían borrado, cual noche de borrachera, del cerebro.

Pues bien. Nada Surf de Bacardi es un buen ejemplo de lo explicado en el número 3.

Nada Surf – Bacardi

La elección de V the Wanderer

JOHNNY CASH – GOD’S GONNA CUT YOU DOWN

Y Johnny Cash murió.

No fue nada especial. El hombre de negro murió de diabetes (forma poco rockera), pocos meses después de su mujer (forma muy romántica). Dejó atrás legado viejo y canciones nuevas; estas últimas vieron la luz en ‘American V: A Hundred Highways’. Por ahí se coló ‘God’s Gonna Cut You Down’, una de esas tonadas tradicionales que forman parte de todos y de nadie, un aviso a ladrones, asesinos, maleantes: podéis correr, pero Dios os acabará atrapando.

Antes lo habían interpretado Elvis, Moby o numerosos coros de gospel, pero nadie lo había hecho así. Desde luego que no. Una sobria guitarra marca el camino, la voz de Cash suena dura, inmisericorde, pero también derrotada y casi compasiva. Palmas y pisotones avanzan hacia el final sin prisa, imparables; casi una cuenta atrás que se sabe invencible. La venganza de un dios cruel y sanguinario. Johnny Cash, el mayor de los pecadores.

Y Johnny Cash murió. No fue nada especial: llegó al otro mundo con su guitarra y sus pecados y se plantó ante Dios con la más sardónica de las sonrisas; «me has pillado».