Ya nos avisó Bunbury, que nos dijo: ‘No te metas por la vena salfumán, que te envenena’. Así que probamos a inhalar amianto, pero nos pareció poco. Vimos que el chupito de estramonio era Fanta, que el cóctel de ketamina se nos antojaba Tang y el alcanfor era flojito para el desayuno. Hasta que por fin, tras mucho buscar en farmacias, boutiques gourmets de licores y talleres mecánicos (estuvimos un tiempo enganchados al anticongelante) encontramos en el ‘Sprite’ (no somos talibanes de la cosa gaseosa y aceptamos con agrado también el ‘SevenUp’) el elixir de la vida eterna.

La elección de V the Wanderer

REFREE – MIL I UN POSSIBLES FINALS

Según los académicos en adquisición de segundas lenguas, un factor clave para el aprendizaje es la vinculación afectiva: si usted tiene algo que le una a un idioma lo aprenderá mejor, más rápido y con más alegría. Lo sentirá suyo. Y si lo siente suyo, claro, lo usará sin pararse a pensar. No porque se lo mande un gobierno, no porque se lo inculque un sistema educativo que se cae a pedazos, no porque se lo dicte el responsable de cultura de turno: lo hará, sencillamente, porque le mola.

En este terruño de bandos, de hombres de paja y de enemigos inventados, Raül Fernández ‘Refree’ pasea su tranquilidad de buen tío en sus dos idiomas, castellano y catalán, alternándolos con normalidad en sus elepés. Sin enterarse de que aquí hay que estar conmigo o contra mí, que los idiomas son un regalo del dios de cada uno y que los dioses son celosos. Leo en un blog de ciencia que me pasa el excelente rastreador Jordi Planas que «a pesar de las manías, a pesar de los sentimientos, los idiomas son herramientas generadas por nuestra mente»: lo que hay que hacer es usarlos más y marearlos menos.

Refree los usa y hace buena música e intuyo que pasa de politizaciones buscavotos. Nos deja asomarnos a su mente (o al producto de ésta) y doy gracias a mis dioses paramusicales por ello. Así, el condenado crea (estoy seguro) vínculos afectivos y tiende puentes y suma lenguas; a la gente le queda un mundo personal, íntimo, mostrado con sólida timidez, explicado con ese tópico verdadero del lenguaje universal de la música. De la música a la emoción al multilingüismo: el mejor de los finales posibles.

REFREE – MIL I UN POSSIBLES FINALS

La elección de Raúl

RAFFAELLA CARRÁ – FIESTA

Ha quedado para comentar Eurovisión en Italia, dar las campanadas con Ramón García, ser la cara de telemaratones benéficos y hacer remixes con Bob Sinclair. La Carrá ha cumplido 68 tacos, toda una vida entregada al divertimento familiar en el triángulo entre su país, España y Latinoamérica, con escarceos en Los Ángeles. Familiar, pero no tan blanco: hasta el Papa de Roma la vetó en los años 70 por mostrar el ombligo y lucir un atuendo entonces escandaloso, hoy inocentísimo, poco más que clerical. Sus canciones cabareteras y calientes, de enérgica cucamona, padecieron la censura.

Recuerdo a una Carrá tardía, viejuna, ya noventera y telecinquera en ‘¡Hola Raffaella!’, con aquella sección de ‘¿Y si fuera?’, de cuando la tele era un derroche megalómano, o sea, un pastizal a espuertas, no tan lejos de las Mamachicho y el modelo de José Luis Moreno. Nosotros acogimos a la rubia italiana y, a cambio, exportamos a Natalia Estrada al país transalpino. No sé por qué explico todo esto, la verdad, si es porque esta semana he cenado en el restaurante de Mariano 1,85 y tengo el remember facilón o es porque los glóbulos rojos se ponen verbeneros si ven que resuena, ya muy cerquita, Amparito Roca.

El caso es que la simplona ‘Fiesta’ me parece la desinhibición químicamente pura, los picos pardos del que ansía libertad y se va de guateque, o el resarcirse del bajón de la ruptura en una noche loca. Tampoco entiendo la letra demasiado bien pero es lo de menos. Lo que importa es que le gustará (me juego el cuello) a tu padre, a tu madre, a tu tío el del pueblo y a tu prima la choni. Así que baila y calla, niño, siente el final de los ochenta, el albor de la televisión privada, Berlusconi, Giorgio Aresu, Emilio Aragón con zapatillas, Valerio Lazarov, el zoom y el circo catódico.

La elección de Withor

TRIÁNGULO DE AMOR BIZARRO – DE LA MONARQUÍA  A LA CRIPTOCRACIA

Que la última joya del indie patrio no utilice ruiditos de Spectrum en sus canciones ni tengan composiciones arrítimicas de ocho minutos de duración, llama un poco la atención. No sólo a mi, también a ellos, que reconocen sin tapujos que ‘no pensábamos que hubiera tanta gente a la que aún le gustaran las guitarras’. También llama la atención que la Rockdelux, la jenesepop y la muzikalia hayan vertido sus alabanzas sobre un grupo que no ha inventado nada. Y precisamente ese peloteo nada disimulado que sin venir a cuento se les dedica a ciertas bandas fue lo que me hizo tenerle cierta tirria a Triángulo de Amor Bizarro.

Pero por aquellas cosas que no vienen a cuento, casi de manera inconsciente debido a la falta de sueño y a la facilidad de hacer ‘click’ en el spoty, esta semana ha llegado el momento. Y lo que me he encontrado, me ha sorprendido. No me esperaba escuchar esas canciones de tres minutos, pelotazos a lo ‘Toro’ que traspasan tu cabeza sin que te de tiempo a reaccionar. Canciones de tres minutos, potentes, poderosas, que desprenden esa sensación ‘ramonera’ de no querer complicarse demasiado, de ser como aquellos jugadores inteligentes que no tienen técnica y por lo tanto se dedican a dar patadas y eso es lo que los convierte en esenciales.

Lo reconozco. Existe otro dato que ha provocado mi enamoramiento de los gallegos esta semana. Y es precisamente que me recuerdan a otros gallegos. Siniestro Total, el grupo de mi infancia, aquellos que no sabían tocar los instrumentos y por eso mismo se los intercambiaban en mitad de los conciertos. Unos punkarras, vamos. Estos no llegan al mismo nivel, y quizás saben tocar algún acorde más que los Siniestro, pero tampoco les importa. Lo suyo es hacer buenas canciones. Ah, y después ponerles títulos molones. ¿Acaso ‘De la monarquía a la criptocracia’ no es un título perfecto?