Natural de Vilabella, Artur Gestí es compositor, profesor de música en Primaria y toca la flauta travesera. Ha diseñado, reciclando objetos, cuatro instrumentos: contrabajo, piano, metalófono y flauta. Mientras difunde este proyecto, ‘Instrumentàrium’, por algunos colegios, sigue buscando a intérpretes para formar una banda de sonido precario pero mágico, con la que poder empezar a componer y, en último término, ofrecer conciertos.

Has construido cuatro instrumentos prácticamente con material de desechos y ahora buscas a músicos que los toquen. ¿De dónde nace este proyecto, ‘Instrumentàrium’?

Dentro de mi trayectoria musical, estuve trabajando en dos compañías de teatro, y una de ellas funcionaba con objetos o marionetas. Yo hacía de músico pero vi muchos espectáculos diferentes. Eso fue una influencia, además de mi pasión por los instrumentos en general. Ahí nació esa inquietud para investigar el objeto, el instrumento. Comencé de manera muy rudimentaria en mi casa, con cuatro cosas que tenía por allí, lo que encontraba en el desguace. Poco a poco fui perfeccionándome y aprendiendo a soldar, a usar materiales, a conocer las propiedades acústicas de los materiales. Llevo seis o siete años.

De entrada llaman la atención las fotos. Tienen como un aire soñador, a cuento.

Estos objetos tienen fuerza visual, aunque me he centrado mucho en darles sonoridad real y no sólo eso, sino que he procurado que se puedan tocar. Por un lado, he hecho réplicas de instrumento pero modificándolo. Luego, por ejemplo, el resonador, que amplifica el sonido, es un tubo en lugar de una caja de resonancia. Yo hago combinaciones entre los elementos de las familias de los instrumentos. Puede amplificar una caja, un tubo, una membrana en el caso del banjo… La parte de abajo de una tabla de planchar es lo que aguanta el metalófono. Hice un llamamiento por si alguien encontraba una en un container y unos amigos dieron con una. También permite estabilidad y que se transporte bien. También he usado tubos de chimenea de leña, para hacer el contrabajo y el piano. Son tubos de chapa galvanizada. Me gusta mucho remacharla, me gusta que esté un poco sucio y oxidado. Podría pulirlo pero me gusta que esté así.

¿Qué otro material te has ido encontrando?

Hay un poco de todo. Me gusta la estética del material reciclado, más allá de los valores que pueda tener. Me interesa el mundo de la chatarra, de los despedicios. A veces he tenido que comprar. Todo es construido por mí. El teclado está todo hecho por mí. Yo hice unas teclas en mi taller, aunque no tengo maquinaria adecuada. Vi que esas teclas fregaban entre sí y daban problemas. Por eso aproveché un teclado Midi. Es lo único que he aprovechado. Básicamente mi suministrador principal es el Leroy Merlin. Es material de bricolaje casero. También he ido a la Industria de la Goma de Tarragona.

¿Cómo es el proceso?

Primero me paso unos meses informándome del instrumento, a nivel acústico. Luego avanzo por ensayo-error. Eso es lento y costoso económicamente, aunque sean cantidades bajas. Todo esto no nace con la intención de hacer un espectáculo sino con la idea de hacer yo mis instrumentos. Así, he ido rectificando cosas, hablando con gente que los toca.

artur pianoArtur, con el piano, hecho de residuos como chapa galvanizada o tubos. Foto: Montse Gestí

El único que conoces tú como intérprete es la flauta.

Exacto, la flauta travesera. También toco un poco el piano. Soy maestro de música pero a lo que me he dedicado, lo que tengo estudiado es la flauta travesera. Ahora, con cuatro instrumentos, veo la posibilidad de montar una pequeña formación, un cuarteto: contrabajo, piano, metalófono y flauta. Ahora estoy buscando músicos.

¿Qué te ha aportado construir un instrumento?

Ahora conozco todos los mecanismos del interior a la perfección. He aprendido mucho. Y eso que he sufrido frustraciones: pruebas cosas, no funcionan, y así todo el rato. Hacer y deshacer algo que llevas semanas haciendo para tomar otra dirección cuesta. Hasta ahora trabajaba con soldaduras y remachas, pero con la flauta me ha costado, es mucho más de precisión. Conseguir que todos los agujeros tapen herméticamente es complicado. Cuando casi había desistido, se me ocurrió probar un material para las llaves: monedas de cinco céntimos.

¿Cómo suenan?

El sonido es diferente. Quizás el que más se parece al original es la flauta. Está hecha con cobre y la diferencia respecto a la plata no se percibe. Al piano sí se le nota. Y parte de la diferencia es por limitaciones. Un piano normal tiene tres cuerdas por tecla y este tiene una, pero en lugar de tener un resonador tiene dos: una plancha de madera y un tubo. Este piano en cuanto a sonido estaría a medio camino entre un piano y un arpa. El contrabajo, rebautizado por un amigo como contratubo, tiene una caja de resonancia que no es de madera sino de lata.

arturmetalófonoAspecto final del metalófono, sustentado por una tabla de planchar plegable. Foto: Artur Gestí

Hablamos de un sonido más destartalado pero también especial, con gancho.

Es un sonido imperfecto, diferente, con más carisma. Hay muchas bandas que lo buscan desde hace años, como Pascal Comelade o Cabo San Roque. Tienen un aspecto visual y también un sonido peculiar. Veo gente que juega a esos sonidos distintos. Ahora con la música electrónica, que nos ofrece tanto, si sólo te limitas a los sonidos de los instrumentos analógicas, te quedas corto.

¿Qué le pides a los músicos que quieran integrarse en el proyecto?

Quiero que cojan el instrumento y se sitúen. Una persona que lleva muchos años con su instrumento establece una relación especial. La gente se gasta un dineral por mejoras casi imperceptibles. Yo pido a alguien que haga lo contrario: que se ponga con un instrumento que le limita. Es un sacrificio en favor de la particularidad. Si estos instrumentos fueran atrezzo, en un mes hago tantos como quiero. Hoy en día es complicado destacar por lo buen intérprete que eres. Voy a ver grupos y todos me encantan, a nivel técnico y creativo.

¿Te gusta el instrumento como objeto, como un artefacto?

Los instrumentos ordinarios como objeto son alucinantes. Esas formas, las cuerdas, esos tubos recargolados, todo tiene mucha fuerza visual. Yo lo he intentado potenciar dándole ese toque más de basura. A mí me gustaría más que los grupos trabajaran más la puesta en escena. Cuando estuve con las compañía de teatro, vi que el objeto tiene un potencial poético grande. Un marionetista se mata para que un objeto inanimado saque algo de poesía. En cambio, un instrumento, con el sonido, es poesía pura. He intentado entrar en ese mundo de cuento, de ficción.

arturgestiArtur, con la flauta, hecha con un tubo de cobre. Las llaves son monedas de cinco céntimos. Foto: Montse Gestí

¿Cuál es el objeto más raro que has visto tocar?

Hay un tío que toca una bicicleta, un ladrillo, una escalera… y les saca una sonoridad increíble. Hay mucha gente que hace sonar objetos cotidianos y después hay gente que hace instrumentos nuevos, como unos tubos de vidrio de diferentes longitudes provoca una vibración que se amplifica con unas planchas. También recuerdo un proyecto que se hizo en un barrio de Sudamérica: una orquesta sinfónica con instrumentos hechos de la basura: con violines, violonchelos, flautas, saxos…

¿Habrá algún planteamiento estilístico inicial? ¿Os marcáis directrices previas?

Me gustaría que todos participaran creativamente a la hora de hacer la música. Por un lado, tengo unos referentes estéticos. Por otro lado, sé que con estos instrumentos no puedes comenzar a hacer jazz, por ejemplo, porque es imposible llegar a esa velocidad. A mí me gustan mucho los Penguin Cafe Orchestar, como gurús de corriente musical. Detrás de ellos vinieron muchas más formaciones. Me gusta mucho la música clásica y la minimalista, también la electrónica. Quiero dejarlo muy abierto. Apuntando alto, me gustaría hacer un espectáculo con una fuerza visual muy marcada, si pudiese ser en un teatro. En cuanto a instrumentos, tengo varios proyectos, algunos sin empezar, otros a medias. Lo que tengo más avanzado ahora es un órgano, que va con una mancha, no con motor. Los tubos son de cobre.

También eres profesor de música. ¿Cuesta inculcar ciertos gustos o criterios en los más pequeños?

Están muy a merced de las influencias comerciales. Sí hay niños que estudian fuera del colegio y sí tienen inquietud. Con la nueva ley no se sabe qué va a pasar con el área de música. Ahora hacen una hora a la semana y así es complicado poder trabajar, poder impulsar un aprendizaje musical real. Puedes enseñar cosas alrededor del mundo musical, la cultura, pero lo que es aprendizaje de solfeo queda limitado. Podemos dar referentes que en el futuro salgan, es como plantar semillas.

¿Cómo es la enseñanza en los conservatorios?

En los conservatorios se exige mucho, un nivel de trabajo bastante alto. El inicio es duro, sobre todo con los instrumentos sinfónicos. No ves resultado. El primer año de tocar el violín es un desastre: suena fatal, acabas con dolor de cabeza tú, tu familia y el vecindario… Pero cuando empiezas a ver que aquello suena es una experiencia fantástica. Muchos niños se enganchan por ahí. Tampoco quiero juzgar cómo trabajan los conservatorios. Estudiar música no es fácil, es una disciplina que requiere mucho. La crítica podría ser a la administración, para que ampliara las plazas para que estudiara música todo el mundo. Tantos problemas para entrar en los conservatorios acaban produciendo elitismo.

artur contratuboEl contratubo, con la afinación de un contrabajo, y metal en lugar de la caja de madera. Foto: Montse Gestí

Para acabar, recomiéndanos tres canciones.

Soy muy fan de Sisa y del disco ‘Orgia’ me quedo con la última canción, ‘Pasqua Florida a l’illa d’enlloc’. Encuentro en la letra un mensaje, en la línea de Jaume Sisa, que por esa época le hablaba siempre a la utopía, a ese mundo fantástico. De clásica elijo ‘Eight lines’, de Steve Reich. Es una pieza que me llega mucho emocionalmente. La tercera (piensa un poco)… ‘Perpetuum mobile’ de Penguin Cafe Orchestra, una banda de los 70 que creó como un poco de escuela, entre la clásica y el folk, con un punto minimal.

También te gusta la electrónica.

Mi primer contacto con la música electrónica fue en la época de la ‘ruta del bakalao’ y me asqueaba todo eso. Pero luego empecé a ver que había otro tipo de gente que la escuchaba. Luego entré a tope a través de algún programa de radio. Abre un abanico de posibilidades. La gente asocia la electrónica con sonidos repetitivos y monótonos y no es así. Hay que fijarse en los detalles. Hay gente que se lo curra mucho, a la altura de clásica o de música superelaboradísima. Me gusta lo comercial, estilo house, y por el otro también cosas experimentales, como madMoSS, por ejemplo, que son muy raros. Lo último que he descubierto es un proyecto que se llama Pogo. Cogen películas de dibujos animados y usan sampleados de ahí para hacer canciones de música electrónica. Hacen muy buenas canciones. También me gusta un dj que se llama Todd Edwards, más house, o Matthew Herbert. Voy de aquí para allá, saltando de una cosa a otra.

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– Vea su proyecto y escuche cómo suenan sus instrumentos aquí.

– Léale en ‘Ictus inicial’, su blog sobre música.